En su piel

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Fernando Alonso P.O.V.:

Cuando terminé la masterclass, los pequeños, acompañados por Diana desaparecieron unos segundos. De repente aparecieron con una tarta y unos carteles. Dejaron la tarta en la mesa y se alinearon hasta formar la frase Feliz Cumpleaños.

Alberto encendió las velas y todos entonaron la famosa canción de cumpleaños. Estaba feliz, tengo que reconocerlo. Para mí era un día especial, porque otros de mis sueños se estaba cumpliendo. Ver las caritas de esos niños mientras compartía con ellos mis conocimientos me llenó por completo. Darles a ellos la oportunidad que yo no tuve me llenaba de orgullo.

- ¡Pide un deseo! - gritó Lorena.

- ¿Sólo uno? - pregunté y se ve que a los peques les hizo gracia.

- ¿Acaso necesitas más? - respondió mi hermana. Sabía por donde iba... Primero, porque la conocía muy bien, y, segundo, porque no paraba de mirar hacia Diana de forma descarada.

No, no necesito más, respondí mentalmente. Porque lo tenía todo. Todo lo que quería. Y más... Lo del museo iba viento en popa y el campus ha arrancado de la mejor forma posible. Alberto ya me había comentado que teníamos el año que viene dos meses completos de matrículas y que Diana no paraba de responder emails llegados de países del todo el mundo interesados en el campamento. Mi carrera en McLaren... bueno, no iba todo lo bien que me esperaba, pero era algo que no me pillaba por sorpresa. Mi familia y amigos estaban bien y me apoyaban. ¿Qué me faltaba entonces? Algo que tan solo con un deseo podría solucionar... si es que fuera cierto eso de que se cumplen.

Cerré los ojos, tomé aire y soplé las velas mientras todos aplaudían. Hubiera pedido volver atrás y hacer las cosas bien desde el principio. Pero eso era ya pedir demasiado. Así que formulé un deseo muy sencillo: que Diana me perdononara. El resto lo haría yo solito.

Enseguida los pequeños se me acercaron y me rodearon. Querían hacerme preguntas, abrazarme... Los atendí a todos con paciencia. Estaban muy ilusionados, tan solo había que mirarlos.

Los monitores llegaron y los acompañaron a los vestuarios para cambiarse. Era la hora de ponerse los monos, montarse en los karts y poner en práctica todo lo expuesto en la clase teórica.

Estábamos en la pista, después de dar varias vueltas, les explicaba la mejor forma de coger las curvas para no pasarse de frenada cuando las vi llegar.

Bajaban las dos por unas escaleras que llegaban hasta la pista. Las dos de blanco. Lorena con su inconfundible bata de médico y Raquel tan guapísima como siempre con un vestido que resaltaba aún más su piel morena. ¿Mi hermana y mi ex juntas? Eso solo puede significar una cosa: problemas para mí.

- Prestadme atención por favor. Ahora os voy a enseñar la velocidad máxima que se puede alcanzar en este circuito. - dije de repente para el asombro de todos los presentes. Me puse el casco y me monté en el primer kart que pillé. Todos se quedaron paralizados, pero ya no había vuelta atrás, no me quedaba otra que huir como un...

- ¡¡Cobarde!! - escuché como Lorena me gritaba a la vez que Raquel se reía. - ¡¡Que eres un cobarde!!  ¡¡Ya te pillaremos!!

No sé cuantas vueltas di. Sólo sé que solté toda la adrenalina que tenía acumulada y que me sentí mucho mejor cuando pisé tierra firme. Los pequeños ya se iban al comedor y luego descansarían un poco antes de las clases de la tarde.

Me dirigí a los vestuarios y me cambié. Volví a colocarme mis vaqueros y la camiseta del Campus. Al salir eché un vistazo a mi alrededor y no vi a nadie peligroso, así que me dirigí a la cafetería para tomarme un refresco antes del aperitivo que habían organizado por mi cumple.

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora