La decisión

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Di saltitos cojeando por todo el garaje. ¡Cuánto dolía! ¡Si es que la puta pinza de los cojones pesaba un quintal!

Cuando parecía que el dolor se había calmado un poco, volví a apoyar el pie en el suelo y con los brazos en jarra me dirigí a él.

- ¿Qué haces aquí a estas horas? Deberías estar en casa celebrando tu cumple con tu familia y amigos.

Fer estaba sentado en el suelo al fondo del garaje, al lado de una de las estanterías, con la espalda apoyada en la pared, las piernas flexionadas y los codos reposando en las rodillas. En una de las manos sostenía una llave inglesa, creo. No tenía muy buen aspecto. Llevaba una camiseta negra de manga corta y el mono del Campus enrollado hasta la cintura. Las manos llenas de grasa y en la cara un buen manchurrón, seguro que se daría con el dedo y no se había dado ni cuenta.

- No me apetecía celebrar mi cumple... Otra vez. - dijo sin apenas mirarme.

- Pero no es cuestión de celebrar tu cumple, es cuestión de estar con tu familia. Ellos si querrán celebrarlo contigo.

- Pues yo no tengo ganas, lo siento. Y no me eches tú también la bronca que ya bastante me ha dado Lorena.

Me acerqué un poco más y me agaché hasta quedar a su altura.

- ¿Los has dejado a todos plantados? - levantó la mirada para asentir lentamente. - Joder Fer... eso está muy feo.

Soltó la llave inglesa a un lado y con las dos manos se echó el pelo hacia atrás. Obviamente se lo puso perdido de grasa.

- No me apetecía Diana, no tenía ganas de estar allí fingiendo.

- ¿Fingiendo? Échate a un lado, anda - le dije golpeando un par de veces su rodilla. Fer me hizo un hueco y me senté a su lado, imitando su posición de rodillas flexionadas.

- Sí, fingiendo.

Hubo un silencio entre los dos. Él no quería seguir hablando del tema y yo tampoco quise insistirle mucho. Se veía que no tenía ganas de hablar sobre aquello. Hay personas que no llevan bien cumplir años. Él es una de ellas.

No sabía a que venía esa actitud. Se le veía bien durante la mañana. A saber que se le estaría pasando por esa "cabezota".... ¿Tendría Raquel algo que ver en esto? Recordé las palabras de Alberto cuando habló con Lorena por teléfono: "No seáis muy duras con él". Quise sacarle el tema de forma disimulada, a ver si así podía averiguar algo...

- Háblame de Raquel. - Fer me miró extrañado. -Sí, háblame de tu ex mujer. Os he visto paseando por el circuito. Hacéis, bueno, hacíais, una bonita pareja.

-¿Y qué quieres saber? - sonrió mirando al frente.

- Pues no sé, háblame de ella. Cómo os enamorasteis, cómo le pediste matrimonio... - volvió a mirarme extrañado, frunciendo el ceño.

- La conocí durante un programa de radio especial sobre mi primer mundial. Me gustó mucho, la invité a salir y ella aceptó. Nos vimos un par de veces, hablamos mucho por teléfono y a la semana yo ya la consideraba mi novia.

- ¿Así? ¿Tan simple?

- Sí. - me miró - Tan simple.

- ¿Y cómo le pediste matrimonio?

- Pues... - miró hacia el techo como intentando hacer memoria - Creo que se celebraba el GP de Malasia. Estábamos en el hotel, en nuestra habitación cenando. Y sin más se lo pedí. Sin anillo, sin nada. Creo que le dije algo así como "Raquel, ¿nos casamos?".

- ¿Y Raquel qué dijo? Le pillaría por sorpresa.

- Sí, al principio, no reaccionó. Luego dijo que estaba loco, que el olor a la gasolina me había afectado a alguna neurona. Pero al final dijo que sí. Y a finales de ese año nos casamos en Oviedo.

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora