Seguir viviendo

828 51 17
                                    



Y decidí dejarme llevar por la razón...

- Claro que te perdono. - porque si me dejo llevar por el corazón no le perdonaría nunca. Me había hecho demasiado daño. Demasiado dolor. Demasiadas lágrimas. Las mismas que estaba derramando en ese momento. Respiré hondo. Me limpié con la manga de mi sudadera e intenté guardar la compostura.

- ¿De verdad? - sonrió sosteniendo mis manos.

- Sí - asentí - Es una estupidez estar eternamente enfadados. Tuvimos mala suerte y punto. Lo intentamos y lo nuestro no pudo ser. Quizá nuestro destino era el tener una bonita amistad como la que tienes con Raquel - y a Fer le cambió la cara. ¿Qué se esperaba? ¿Qué le perdonara y me lanzara a sus brazos así sin más? Pues era lo que más deseaba en ese momento, pero, una vez más, mi orgullo y, sobretodo, mi dignidad, no me lo permitieron.

- ¿Crees que no merecemos otra oportunidad?

- ¿Para qué? - Fer soltó mis manos, llevó las suyas hacia su frente y se echó el pelo hacia atrás antes de responderme.

- ¿Para qué? Para intentar no cometer los mismos errores que cometimos en el pasado, por ejemplo. Para ser felices juntos, porque lo fuimos Diana, y si dices que no, mientes.

- Sí, fuimos felices. Pero te puedo asegurar que contigo he llorado más de lo que he reído. - Fer volvió a apoyar su espalda en la pared, echó la cabeza hacia atrás y la dejó caer hasta chocar con ella, fijando la mirada en el techo. - Joder Fer, ¿lo ves? Siempre vamos a estar echándonos en cara todo lo ocurrido.

- Lo echas tu Diana, yo no. Te he pedido perdón. Reconozco todos los errores que he cometido. Y me hago responsable de tus lágrimas. Pero déjame compensarte por todo ello. Déjame demostrarte que... - y de repente se quedó callado. De nuevo el cri-cri de los grillos nos acompañaba en el garaje.

- ¿Demostrarme el qué?

- Nada déjalo. - resopló.

- Fer... - estiré mi brazo hasta alcanzar su mano que reposaba en una de sus rodillas, entrelacé mis dedos con los suyos y apreté con fuerza. Mi mano se veía ridícula al lado de la suya. - Yo también quiero pedirte perdón. - Giró la cabeza hasta mirarme, sin soltar mi mano.

- Tu no tienes que pedirme perdón. - susurró.

- Claro que sí.

- No, para nada. Todos sus actos son consecuencias de los míos.

- Yo también necesito soltarlo todo...

- Venga, soy todo oídos. - me dio pie a seguir.

- Te pido perdón - suspiré - primero por el beso que le di a Seb - Fer cerró los ojos con fuerza y luego los abrió algo mas relajado, el alemán le ponía de muy mala leche, no lo podía ocultar. - No tengo excusas. Hice mal y punto. Lo reconozco.

- No me lo recuerdes por favor... - dijo bajito.

- Perdóname por ser a veces tan testaruda. Por no entrar en razón, o al menos, intentarlo. Por no ponerme nunca en tu lugar y no saber a la presión que estás sometido a veces. Y... - suspiré de nuevo - Ésta va a ser la más difícil de todas. - le sonreí.

- ¿Por qué? - me preguntó con curiosidad.

- Perdón... por querer tener siempre la última palabra. - Y Fer se echó a reír.

- En eso no vas a cambiar nunca.

- Lo sé, pero bueno, te pido perdón.

- Perdonada... Te lo perdono todo. - Fer sujetó mi mano entrelazada con la suya y con la otra la apretó con fuerza - Hasta aquel desliz con... con mi amigo el alemán.

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora