Sarna Con Gusto...

979 69 34
                                    

Se me hacía muy raro que Fer estuviera durmiendo en la cama de al lado. No me lo podía creer. Incluso me entraba hasta risa solo de pensarlo. Era surrealista. Como nuestra relación...

Tras apagar la luz y desearle las buenas noches, intenté pensar en cosas positivas para que el sueño me venciera. Había sido un día con demasiadas emociones.

Pero por mas que lo intentaba, era imposible. Se me venían imágenes de nosotros. Felices y no tan felices. Besándonos con pasión en su casa de Oviedo o simplemente viendo una peli abrazados en cualquier habitación de hotel. Llorando con ese terrible sentimiento de culpa cuando besé a Seb o gritándonos como aquella última vez que estuvimos a solas en Abu Dhabi... 

¿Qué era lo que nos impedía estar juntos? ¿Su orgullo? ¿El mío? 

Así era imposible coger el sueño... presentía una noche que se me iba a hacer eterna.

Y a Fer le pasaba lo mismo. No paraba de moverse, estaba inquieto... Seguro que estaría dándole vueltas a la cabeza. No sé si pensaría en mí o quizá estaba arrepentido de estar aquí y no junto a su novia. Pero fuera lo que fuese, no le dejaba dormir.

Me estaba empezando a poner muy nerviosa de escucharlo. La cama comenzaba a sonar bastante y no quería que mis padres se pensaran otras cosas... que ya me gustaría a mí que ocurrieran.

Primero pensé en levantarme y prepararle un vaso de leche caliente para que se relajara. Pero luego caí que en mi mano, y nunca mejor dicho, tenía la solución. 

Lo medité mucho antes de decidirme... era muy tentador. Demasiado. Pero necesitaba su contacto, sentirlo cerca conmigo. Y seguro que me iba a ser más difícil conciliar el sueño si dormíamos separados. Realmente lo hacía por mí. No por él. Que conste. No va a pasar nada porque durmamos en la misma cama. Sería solo esta noche y mañana todo volvería a ser como siempre. Él su vida y yo la mía. Además... ¿qué podía pasar? Sólo íbamos a eso... a dormir.

Después de autoconvencerme durante un buen rato... le llamé.

- Anda ven - dije destapando un lado de mi cama.

- ¿Cómo? - contestó desde el otro lado. Y aunque no podía verlo en la oscuridad, intuí que se incorporaba a mirarme.

- Que vengas aquí conmigo... es que sino no vas a dormir.

- ¿En serio? ¿No te importa?

- No debería... pero yo también tengo sueño y necesito dormir. Ha sido un día con demasiadas emociones. 

Sentí que dudaba un poco, pero hizo lo que le pedí. Con cuidado y en silencio se levantó de su cama y se acercó a la mía. 

Con mucha suavidad se deslizó entre las sábanas y se tumbó a mi lado. Volví a taparnos a los dos y me giré hacia él. 

Despacio, con dulzura y delicadeza, introduje mis dedos entre su pelo, poco a poco. Sin prisa. Disfrutando de ese momento. De su olor. Su calor... Acaricié cada uno de sus mechones, una y otra vez... Y sentí como se estremecía caricia tras caricia.

- ¿Estás mejor? - le susurré.

- Sí... gracias... - respondió mucho mas relajado. 

Tenía tentaciones... Tenía ganas de hacer cosas prohibidas. Prohibidas porque nosotros ya no éramos pareja. Prohibidas porque él tenía novia. Prohibidas porque mis padres dormían en la habitación de al lado. Pero sobretodo prohibidas porque sabía que en el fondo no debía. Me haría daño. Y creo que ya había sufrido suficiente.

Pero el estar juntos, en una misma cama, sintiendo su respiración en mi cuello... me transportaba a aquellos besos, caricias, gemidos, suspiros... En los que no éramos dos, ni tampoco uno. Éramos Fer y Diana. Sin principio ni fin. 

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora