¿Cómo estás?

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- ¿Hola?... Sí, soy yo. ¡Ah! Sí... Encantada. Pues mira todavía no tengo grupos formados. Mi idea sería dar las clases por las tardes, a partir de las cinco. Ajá. Martes y Jueves, por ejemplo. Sí, el precio es el que pone en el anuncio, a menos que necesites más horas. Vale, estupendo. Espero tu llamada. Un saludo.

Desde que puse el anuncio para las clases particulares de italiano había recibido alguna que otra llamada, pero todavía no tenía alumnos confirmados. Y empezaba a desesperarme. Mi madre me animaba diciéndome que solo habían pasado días desde que publiqué el anuncio, pero yo era muy impaciente para esos casos.

Tenía ganas de adaptarme a mi nueva vida. Bueno, realmente no era una nueva vida, era mi vida anterior, la de antes de introducirme en el loco mundo de la Fórmula 1. Era volver a donde lo dejé: sin trabajo, sin pareja, viviendo con mis padres y buscándome la vida para salir adelante.

Por las mañanas me levantaba temprano y me dedicaba a dejar currículums en todas las oficinas y despachos de mi cuidad y alrededores. Luego ayudaba a mi madre en casa y las tardes me las dedicaba a mí, a hacer lo que me gustaba, como leer, escuchar música o quedar con mi prima o alguna amiga. 

Procuraba no husmear mucho en las redes sociales. No quería saber nada de él. Aunque a veces, por mucho que quería no podía evitarlo. Siempre había algún programa de corazón en el que salían imágenes de él con Lara. Sin ir más lejos, ayer salieron imágenes de ellos en Dubai, donde se supone que se recupera del accidente. 

El corazón se me encogía de tal forma que sentía una presión en el pecho y un nudo que se me iba hacia la garganta, pero intentaba que no se me notara en la cara. Mis padres me miraban preocupados y siempre, nerviosos, buscaban el mando de la tele para cambiar el canal inmediatamente.

O cuando mi abuela trae sus revistas de cotilleos y aparecen en la portada, felices de la mano. La pobre no se da cuenta y la deja sobre la mesa mientras termina de coser o ver su programa de televisión favorito. Y me sucede lo mismo, presión en el pecho y nudo en la garganta. Aunque ahí está siempre mi madre para poner, de forma disimulada, algo encima de la revista, justo en las caras de ellos.

Había perdido todo contacto con el mundo de la velocidad. Con Seb quedé en que yo le llamaría, cosa que aún no he hecho y ni haré. Lo tenía muy claro. No podía volver a Ferrari, no sería bueno para mí. Ahí he vivido muchos momentos, tanto buenos como malos. Y me pasaría todo el tiempo viviendo en un pasado al que no puedo volver. Y tampoco era bueno para él. Vernos todos los días no ayudaría a aclararme. Que era lo que necesitaba. Y en cuanto a Jenson me dijo que me llamaría, cosa que tampoco ha sucedido. Seguro que habrá encontrado alguien para sustituirme.

Mi único nexo de unión a ese mundo era Jorge. Pero procurábamos evitar el tema cuando estábamos juntos. A mi no me apetecía y él lo respetaba. Esta tarde vendría a mi casa para hacer un Skype con Blanca. Hacía mucho que no hablábamos y teníamos ganas de ver al gordito de Guille. 

- Hola Dianita - dijo entrando en mi cuarto.

Yo me encontraba en mi cama con el portátil sobre las  piernas preparándolo todo para el chat.

Nos habíamos puestos guapetes los dos. Jorge con su tupé peinado hacia el infinito y yo me solté el pelo y me  pinté los labios con la barra de Dior color frambuesa que me regaló Silvia. 

- Hola mi amor - y me besó en la mejilla. - ¿Listo?

- Espera que me mire en el espejo.

- Pero si estás guapísimo Jorge... por cierto ¿camiseta nueva?

- Sí - y sonrió enseñando todos sus blancos dientes - ¿Te gusta? Me la ha regalado mi bebé. Es de Philipp Plein. No te puedes hacer una idea de lo que cuesta...

El Corazón en Boxes IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora