A los once años todos en la escuela se habían enterado de lo que me habían hecho en aquella camioneta. Y no había nadie que no hubiera visto ese maldito video. Algunas niñas se juntaban a la salida, me halaban el cabello y me gritaban groserías. Los maestros ni enterados estaban. Pasaba la mayor parte escondida en la biblioteca, y el resto fuera de casa. Comenzaba a hartarme de eso. Algunas ocasiones pensaba en hacerle daño a mamá y papá. Quería lastimarlos, quería verlos sufrir, mandarlos al mismísimo infierno. Me hubiera fascinado hacerlo.
La fiesta resultó todo un éxito. Caroline había decidido de última hora invitar a todos los vecinos, familiares, amigos y hasta a nosotros los empleados. Tuve que pedir el triple de comida, pero todos se habían divertido.
-Felicidades, todo se ve estupendo- me felicitó mi jefa, con Amy colgada del brazo.
-Gracias, aunque Amy también ayudó- dije sonriéndole a la pelirroja. Se sonrojó y me dio una sonrisa torcida.
Todos lucían como sacados de una revista de alta sociedad. Aunque de hecho, así era. Incluso los empleados se veían muy elegantes. Yo por mi parte, había hecho mi mayor esfuerzo, poniéndome un vestido que llegaba hasta el suelo de color negro que se amoldaba a la figura de mi cuerpo, y que además tenía escote en la espalda, zapatillas del mismo tono con destellos plateados y un sobrio maquillaje. Mi atuendo era pobre en comparación con los del resto. Lo compré en una rebaja hace unos meses, cuando Caroline me obligó a acompañarla a una cena con una de las autoras que publicaban con nosotros. Casi me dio un infarto cuando vi la etiqueta con el precio.
-Pobre pollito- dijo triste Amy, sacándome de mi ensoñación.
-Bueno, eso es la cadena alimenticia- le expliqué.
-Pues no quiero comer eso, no es justo para el pollito. El pollito tenía que ser feliz y casarse con una pollita- dijo la rojiza en defensa, del señor pollo. Tan sólo reí y le serví un poco.
-Estoy segura de que al señor pollo le habría gustado que fueras tú la primera que lo probara- musité. Se alejó con el plato en las manos y vi como comenzaba a comer. Vislumbré a Dallas Vanderwell, el hijo de Caroline, el motivo de la fiesta, y el que fue mi defensor.
-Parece que estamos destinados a encontrarnos- dijo con un fingido acento teatral.
-O quizá usted así quiere que sea.
-¿Cómo osas a cuestionar las caprichosas decisiones del destino?- reí.
-El destino es muy caprichoso, a veces hay que desafiarlo. O quizá sólo quiero hacerlo rabiar- confesé sin pena alguna.
-¿Por qué no me tuteas?- preguntó frunciendo el ceño.
-Bueno, no me parece correcto, usted es el hijo de mi jefa, así que merece mi respeto absoluto- contesté serena.
-Eres divertida- dijo de la nada.
-No pretendía serlo- dije sincera y un poco avergonzada. Pretendía parecer una mujer educada, adulta. Aunque solo tenía dieciséis años.
-Eso te hace más interesante. He intentado averiguar sobre ti. Le pregunté a mi madre y solo conseguí lo que ya sé, que tienes un hermano menor llamado Will. Ah, y tu nombre, que por cierto es muy bonito, Carlee- un escalofrío me recorrió la espalda cuando pronunció mi nombre, llegando a crear un poco de excitación.
-Pues, honestamente, no hay más que saber de mí. Lo sabe todo, ¿la está pasando bien?- inquirí.
-Oh, vamos, eso es la mentira más grande del mundo. Es una buena fiesta, sé que la organizaste tú, así que ahora soy yo quien lo agradece- me dijo- me encantó la decoración y que sea al aire libre- dijo señalando el patio y las decoraciones en tonos negros y blancos. Toda una contradicción. En la parte de atrás estaba la comida, la mesa de bocadillos y las bebidas. Al frente estaba un pequeño conjunto, un hombre tocando el piano, una mujer cantando y una más tocando la guitarra- la música también me fascina, parece que mi mamá me conoce bien- dijo.
-En realidad- aclaré mi garganta- fue Amy quien me ayudó con todo- dije apenada.
-Lo sabía, sólo quería pensar que mi mamá me quiere, aunque sea un poco- dijo elevando una ceja, burlón.
-¿Cómo hace eso?- cuestioné curiosa.
-¿El qué?
-Elevar la ceja- pronuncié tratando de hacerlo, sin conseguirlo. Se rió. De seguro parecía alguna especie de atracción de circo.
-Es cuestión de práctica- dijo simplemente. Tenía un sentido del humor para nada acorde a su edad, estábamos hablando como si fuéramos amigos de toda la vida cuando en realidad debía de comportarme lo más madura que me fuera posible.
-¿Puedo hacerle una pregunta?
-Claro, lo que sea- dijo.
-¿Qué edad tiene?- quise saber. Sonrió.
-Tengo veinte años, ¿por?- Vaya, menos de lo que creí.
-Se ve más joven, y aparte, si me permite, su sentido del humor nada que ver con su edad- Solté provocando una carcajada de su parte.
-Gracias por el cumplido- dijo confiado y sonriéndome. Se oyó un tintineo al frente, Amy estaba tratando llamar la atención de los invitados. Todos caminaron hacia ella así que hicimos lo mismo.
-Eh, yo- dijo nerviosa- yo quiero decir algo para mi hermano- todos enternecieron con eso. Dallas la tomó y la subió al piano.
-¿Qué pasa, pidgeon?- le dijo él. Pidgeon, debía ponerle algún mote parecido a Will. La niña respiró hondo y comenzó.
-Sé que a veces peleamos mucho. Y también sé que siempre es mi culpa y que me defiendes de mamá y papá. Te extrañé mucho, no quiero que te vayas lejos otra vez- hizo un puchero con los labios- te prometo que me portaré bien y seré buena niña si te quedas conmigo siempre- dijo mientras lo abrazaba- eres mi hermano favorito.
-Soy tu único hermano, tonta- le dijo Dallas, lo que hizo que los invitados rieran. La bajó del piano y la tomó de la mano. Los músicos comenzaron a tocar Great Balls of Fire de Jerry Lee Lewis y todos empezaron a bailar. Amy corrió hacia mí y me hizo bailar. Dallas se acercó y bailó con nosotras. Durante el baile me dedicaba sonrisas y me tomaba de la mano para dar vueltas y seguir el ritmo. Saltamos y cantamos a coro. Cuando dio la media noche tuve que irme, le di un beso en la mejilla a Amy y otro en la nariz, haciendo que riera. A él le extendí mi mano, pero no la estrujo, sólo le dio un beso al dorso.
A la mañana siguiente había una rosa en mi escritorio y una nota en la que se leía:
"Me la pasé increíble contigo, espero que podamos repetirlo"
No sabía que esa sería mi perdición.
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Confesiones Rosadas
Teen FictionCuando nunca se ha tenido sueños o esperanzas, ni se ha conocido la más mínima felicidad, cuando desde niña solo se ha sido consciente del abuso, la humillación, la depresión y la soledad, ¿qué se puede esperar? Carlee Borgens ha trabajado duro y...