XIX

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Era casi la una de la madrugada. Los árboles cubrían una vieja casa hecha de madera oscura.

Como tu alma.

Ahora no. No es tiempo de bromas.

Se oía agua corriendo, quizá un lago e inconscientemente pensé si ahí tiraría Tyler mi cuerpo si llegaba a matarme. Todo estaba apagado. Tyler dio un portazo y bajo del auto. Tomé el celular y escribí:

Caroline, soy Carlee, estoy con Tyler, ven rápido, conduje unas dos horas al norte, y di vuelta en el letrero de bienvenidos.

Oprimí enviar y arrojé el celular al asiento trasero, frustrada. Jamás iban a encontrarme. Tyler tocó el vidrio y yo pasé saliva. Bajé.

-¡Bienvenida a tu nuevo hogar!- grito eufórico alzando los brazos al aire, apuntando con la pistola al cielo. Contuve la respiración.

-¿Dónde están?- pregunté, clavando la vista en la vieja casa, notando una figuras de león en la entrada y el techo que terminaba en punta.

-Sh-shhhh- susurró, colocando dos dedos sobre mis labios y arrugando los ojos. Percibí el olor a cigarrillo y cerveza, disfrazados con alguna pastilla de menta.

-¿Cuándo empezaste a fumar?- pregunté asqueada.

-¡Fiesta!- vociferó, rodeando mis hombros con su brazo y empujándome adentro.

El suelo crujió bajó nuestros pies. A la izquierda había unas escaleras, que algunos años antes habrían sido elegantes. De la pared colgaban viejos retratos y diplomas. Sin embargo, la casa estaba vacía y el ambiente era pesado. Y ahí, en medio de todo, había una cama con cabecera metálica.

-¿Will? ¿Dallas?- grité a la oscuridad.

-Oh, cierto. Sabía que olvidaba algo- dijo aquel, acariciando su sien con el arma- ellos no están aquí, pero tranquila, tenemos compañía.

De la penumbra vinieron unas sombras. Temblé.

-¡Hola, chicos!- les saludó Tyler- Ella es mi hija, Carlee-arrastraba las palabras.

Eran tres hombres. Todos iban sólo en ropa interior. Altos y con bastante sobrepeso. Como un luchador de sumo o algo parecido.

-Tenías razón, T. Está mejor que la puta de su madre- dijo uno de ellos.

-Vale cada centavo- intervino otro- espero que sea tan buena como nos dijiste.

Di varios pasos atrás.

-¿Qué pasa, Tyler?- pregunté, incluso sabiendo la respuesta. Permaneció callado.

-Acabemos con esto, Ryan, amárrala- habló el tercero. Uno de ellos se abalanzó sobre mí y yo corrí en sentido opuesto subiendo las escaleras, caminé en la oscuridad por el largo pasillo, tocando cada manija que encontraba hasta que una de ellas se abrió y pude entrar.

-¡No puedes huir, zorra!

-¡Te encontraremos!

-¡T, tu puta da muchos problemas!

Las pisadas afuera se hicieron más leves, pero me quedé quieta. La policía no vendría, no sabían en donde estaba. Y aunque vinieran, son dos horas de trayecto. Necesitaba tiempo.

Jugar al escondite nunca había sido mi fuerte, pero esa noche no podía fallar. Apoyé mis brazos y rodillas y gateé por el piso. Topé con unas cajas que apenas y pude ver. Me puse atrás de ellas y recé. La puerta rechinó y un escalofrío me recorrió.

Calma, calma.

-Carlee- canturreó- ¿no crees que estás muy grande para jugar a las escondidas?

Estaba deseando responderle, pero resistí el impulso. Escuché sus pasos y el golpe que se propinó.

-¡Ah, mierda!- gritó mientras caminaba a la salida.

Sonreí.

Pasó una hora y media o poco más y decidí cambiar de escondite.

Esa fue la peor decisión que pude haber tomado.

Afuera de esa puerta estaban los tres hombres. Completamente desnudos. Comencé a sollozar mientras me cargaban y ataban a la cama.

Supliqué para que me dejaran ir, pero de nada sirvió.

-Por favor, por favor- rogaba entre sollozos. El más alto de ellos me dio una bofetada.

-Tu madre también lloró la primera vez, pero a la puta le gustó- pronunció enterrando su cara en mi cuello y mordisqueando mi oído.

-¡Nos hiciste esperar mucho! ¡Voy a divertirme contigo!- dijo el otro, escupiendo en mi cara, cerca de mi boca.

Intentaba no verlos. Y tampoco ver su desnudez. Sentí manos en todo mi cuerpo y rompí en llanto mientras me debatía en la cama por liberarme de las ataduras.

-¡No!... ¡Déjenme!- gritaba.

En un abrir y cerrar de ojos ya estaba sin ropa, y ellos se masturbaban delante de mis ojos. Todos me escupían y llenaban mi cuerpo de saliva, gritando insultos y dándome bofetadas.

-Ven aquí- dijo uno de ellos halándome del cabello hacia un lado, con tal de que le practicara sexo oral. Giraba mi cabeza para no hacerlo.

Estaba indefensa. Desnuda. Atada. A su disposición. Y sin nadie que me ayudara.

¿Eso sería todo? ¿Así es como me recordarían? ¿Cómo una prostituta?

Tyler tenía un palo en las manos. Me golpeó el abdomen con él, varias veces. Decidí rendirme.

-Te dije que te iba a gustar, zorra- murmuró uno de ellos, dándome otro golpe en la cara y masajeando mis pechos.

Sentí líquido caliente en mis piernas y supuse que alguno de ellos había eyaculado sobre mí. U orinado. Ambas opciones me daban igual. Ya me habían destrozado. Sentí cuando el más alto me penetró y ni siquiera me inmuté. No sentía nada. Nada que no fuera odio y humillación. La peor combinación de todas.

La puerta salió volando y entró la policía. Se quedaron pasmados al ver la escena. Y yo lloré aún más cuando vi a Caroline en frente de ellos, junto a Dallas y junto a él, Will. Agaché la mirada y me maldije, por ser tan idiota, por ser una basura, por haber nacido y por todo lo que había hecho en mi vida.

Los hombres fueron arrestados, junto con Tyler. Caroline me cubrió con una manta mientras la oficial me desataba. Yo sollozaba. Convulsiones me recorrían el cuerpo entero.

-Está bien, todo acabó, cariño- susurraba ella en mi oído. Levanté la cabeza y no vi a Will, ni a Dallas.

Me ayudaron a ponerme en pie y caminé cojeando hasta la ambulancia. Tenía magulladuras en todo el cuerpo, costillas rotas, el labio roto y moretones en las muñecas y tobillos.

Apenas y podía ponerme en pie. Entonces vi a Will, llorando y golpeando el cristal de la patrulla en la que iba Tyler. Y después vi a Dallas, tratando de abrir el auto. La sirena se encendió y se llevaron a los que me hicieron daño.

Jamás había estado tan cerca del infierno. Hasta ese día.


Confesiones RosadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora