XVIII

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Muchos humanos son monstruosos, y muchos monstruos saben cómo jugar a ser humanos. 


Mi café se había acabado y el hombre que me interrogaba sólo escribía como poseído. Yo no paraba de hablar, claro. El terror de recordar esa madrugada me helaba la sangre. 

5:00 p.m.

Caroline estaba junto a mí, llamando por teléfono a todos sus conocidos, para saber si alguno de ellos había estado con Dallas ese día, o que él estuviera ahí. Nadie sabía nada donde estaba. La policía no iba a hacer nada, por razones de "fuerza mayor".

Y por eso me refería a que su flojera podía más que mi novio y hermano desaparecidos, probablemente a manos de un loco psicópata.

-No era considerado secuestro porque no habían pasado más de setenta y dos horas.

-Como Dallas era mayor de edad, se requerían pruebas para que fuera un secuestro.

-No era secuestro ya que Tyler es el padre de Will.

Me volví loca por toda la ciudad buscándolos, sin embargo, los resultados no eran buenos.


8:00 p.m.

Al fin la policía había tomado cartas en el asunto y buscaban a Dallas y Will. Trataron de localizarlos por el celular de Dallas, el cual estaba sin batería en su propia casa.

Cuando lo encontrara iba a golpearlo. Y quizá a regalarle un cargador para su celular nuevo.

Primero lo violas.


9:00 p.m.

Mi demencia iba a estallar.

No podía hacer nada más que sentarme a esperar que ellos volvieran. Necesitaba hacer algo, o por lo menos intentar buscarlos.

Los oficiales de policía repetían como loros: "estamos haciendo todo lo posible" y tal parecía que Caroline quería prenderles fuego y cocinar sobre ellos.

Eso es lo que tu querías hacer, Carlee.

Le susurré a Caroline que iría a mi casa a tratar de calmarme y ella me dio las llaves de su auto. Cuando llegué, cerré de un portazo el coche e introduje la llave en la rendija. Encendí las luces y ahí, sentado en el sofá, a poca distancia estaba Tyler.

Mi corazón se detuvo.

Mientras todos mis instintos gritaban que corriera, sólo pude quedarme ahí.

Carlee, ¿estás estúpida? CORRE, IDIOTA.

-Hola, hija- murmuró aquel, las mismas palabras que había plasmado en su nota.

Bien, prepararé tu funeral. ¿Rosas o gardenias?

-¿Dónde está Will?

Rio y negó con la cabeza.

-Parece que no has aprendido nada, zorra. Yo hago las preguntas, y tú- me señaló- respondes.

Hasta ese momento me percaté del arma en sus manos.

-¿Qué quieres?- dije, con la voz más clara que pude. Fingiendo ser fuerte.

-Quiero que vengas conmigo.

-Estás completamente loco- pronuncié.

-Estuve en un psiquiátrico, ¿crees que no lo sé?

Punto para el demente.

-Así que, si quieres al mariquita y al otro, estirado como se llame, vendrás conmigo- sentenció con una sonrisa triunfal.

-De acuerdo- contesté.

¡Eso, Carlee! Espera...¿QUÉ? Why, Carlee? WHY?

Pero yo tenía mi propio plan. Como si no me hubiera oído, caminó alrededor de los muebles, recorrió la sala y la cocina, e inclusive tomó una bolsa de frituras a medio comer. Encendió la televisión y se dispuso a saborear las papas fritas del empaque.

Fijé mi mirada en él, esperando a que se pusiera de pie. Giró su cabeza y frunció el ceño.

-¿Qué? Vamos, Carlee. Ya no soy tan joven, estoy cansado. Ven y siéntate con tu padre un rato.

Negué con la cabeza e hice una mueca de asco.

-Hija: ya no soy tan joven- remarcó- de hecho, ya tengo que usar viagra, pero eso es algo que verás más tarde.

Aspiré profundo, aterrada. ¿Acaso él, iba a?

-No me interesa- dije seca.

-Claro que te interesa, tú y yo vamos a recordar viejos tiempo, zorrita.

Algo en mí se apagó.


Confesiones RosadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora