XIV

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Era una vista hipnotizante.

     Todo el evento estaba iluminado con pequeñas lucecillas navideñas enredadas en los árboles. La música era tranquila y sonaba despacio, con meseros que iban y venían cargados de copas de vino y deliciosos bocadillos. Tal y como lo habría hecho Caroline. Ella, Amy y Dallas estaban despampanantes como siempre. Sus rojizos cabellos atraían la atención de todos. Y no era para menos.

     Tyler y Nery Tholedo se encontraban frente a una mesa, con ejemplares de sus libros, firmando y entregándolos a los estudiantes de literatura, el curso que se impartía en la editorial. No sabía que Vallolet estudiaba ahí. Pero debí suponerlo, por eso sabía todo sobre Dallas.

     Me incomodó el hecho de verla ahí, aunque parte de mi ser decía que en realidad me incomodaba el hecho de lo preciosa que se veía. La única vez que la vi llevaba ropa holgada y oscura, el maquillaje estaba corrido, los zapatos sucios y el cabello con aspecto seco. Y con un bebé en las manos.

Ahora era todo lo contrario. Su blanco vestido se ajustaba a su silueta y el moño en su cabeza le daba un aspecto sofisticado, casi adulto. Me sentía amenazada por ella.

-No le hagas caso.

Amy estaba a un lado mío, con un vestido rosa pálido que hacía que se viera tierna. Quería pellizcarle las mejillas.

-¿Tú la conoces?- pregunté nerviosa, dando por hecho que era notorio el miedo que me provocaba.

-Sí, es Vallolet, y sí, también sé la historia con mi hermano.

     Suspiré.

-Nunca había visto que se vistiera así.

     Haló mi brazo y doblé mis rodillas para estar a su altura.

-Tú eres más bonita- susurró.

El chillido del micrófono me sacó de mi trance. Llevé mi mirada hacia el frente, donde estaba Caroline dando un pequeño discurso y agradeciendo la asistencia de los invitados. Poco a poco me fui orillando, con la vista clavada en mi jefa, y en Dallas que estaba a un lado de ella.

-Siempre me parecieron dos gotas de agua.

Podía verla perfectamente. Su maquillaje, sus rizos, sus ojos. Sus facciones me recordaban a las de una verdadera reina.

-Nos vemos de nuevo, Vallolet- contesté, ignorando su anterior comentario.

-Vallolet Rees.

-Carlee Borgens.

-¿Cree que podemos platicar?- preguntó.

-Claro, pero será mientras saludo a los invitados, si no le molesta.

-No- respondió con fluidez. Caroline había terminado su discurso y Dallas desaparecido de mi campo de visión. Caminé recta y con soltura, saludando a todos y sonriendo.

     Vallolet caminaba al lado de mío, soltando suspiros de exasperación.

-¿Realmente es necesario esto? Digo, demostrar que eres una persona muy importante y ocupada.

-Yo no fui la que quiso platicar, sólo cumplo con mi trabajo- respondí, con veneno en mi voz.

-Pareces muy ocupada, ¿te queda tiempo para pensar?- inquirió.

-¿En Dallas, o en el amor?- respondí.

-En ambas cosas.

Notaba en su voz el tono altanero con el que hablaba, pero decidí mantener la calma y no caer en su provocación.

-Yo pienso que el amor es algo que se vive y disfruta. No se piensa, ¿algo de beber?- dije cuando el mesero pasó a un lado nuestro, le tendí una copa de vino y tomé otra para mí- La pasión, es la que no deja tiempo para nada, es distinto. Debería saberlo.

     Cambió el peso de pie, captando mi desafío.

-Él piensa muy parecido, la última vez que hablamos estaba bastante agobiado.

-Bueno, normal, supongo.

-Déjalo.

Tardé milésimas de segundo en darme cuenta de a qué se refería.

-¿Ustedes, qué son?- cuestioné.

-Amigos- respondió ella, encogiendo los hombros y sonriendo ponzoñosamente.

-Bueno, entonces tengo que verte de manera diferente- dije mientras le daba un trago a mi copa.

-¿Cómo tu rival?- dijo ella elevando la ceja, satisfecha. Solté una risa.

-No, simplemente como mujer.

-¿No te asusta el hecho de que él pueda volverse a enamorar de mí?

-No, para nada. Pero veo que a ti sí te afecta que él me quiera.

Era consciente del incidente que había pasado en el restaurante, pero no iba a permitir que alguien me dijera que mis sentimientos no funcionaban. Nuestro intercambio de palabras amargas y sonrisas fingidas comenzaba a llamar la atención.

-Irán en contra de su familia, contra eso no se puede luchar- contraatacó. Elevé el tono de mi voz.

-Algún día se acabarán. Pero él tiene que superar un nuevo obstáculo.

-¿Ah sí? ¿Cuál?

-Tú- le dije con una sonrisa llena de arrogancia. Caminé lejos de ella, llegando a Caroline para despedirme.

-¿Qué ha sido eso, Carlee? ¿Y quién es ella?- me reprimió. Fruncí el entrecejo. Me giré y Vallolet ya no se encontraba.

-¿No estudia el curso?- le pregunté.

-No, aunque me parece vagamente familiar.

     Callé y me despedí de ella. Dallas me estaba esperando, con su rostro hecho un poema de confusión.

-Lo siento.

-¿Por qué?- cuestioné confundida.

-Por ella, por lo que te haya dicho, y también por no haberte sacado de ahí antes.

     Bufé por lo bajo y sacudí los cabellos que tenía en el rostro.

-Tranquilo, estoy bien, sólo hemos aclarado las condiciones de su jueguito.

-En este preciso momento, con esa mirada y ese tono de voz, me das bastante miedo.

     Reí.

-Será mejor que me vaya, estoy muy cansada- sugerí.

-Te acompaño.

     Me quité las zapatillas cuando estuve fuera del lugar y caminé descalza hasta casa, con Dallas contando chistes malos y hablándome sobre él y Amy de pequeña.

    Me recosté sobre el sillón cuando Dallas se fue, con la cabeza llena de buenos insultos para Vallolet. Magnífico. Aun así, estaba orgullosa por cómo había actuado y por no haber perdido la cordura. Respiré profundo el olor a verano de Nashville y pensé en cómo la estaría pasando Will. 

Confesiones RosadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora