X

268 14 28
                                    


No le tenía miedo a las dificultades, lo que me asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.

-Paulo Coelho.


Dallas Vanderwell era un hombre en toda la expresión de la palabra. Alto y fuerte. Podría haber intimidado a quien se le pusiera en frente. Y era atractivo como el infierno mismo. De cabello cobrizo y ojos grises que cambiaban de color en el sol. Su piel blanca lo hacía todavía más guapo. Educado, amable, divertido y cariñoso. No era sólo apuesto, era bello. Hay una gran diferencia entre las dos palabras. La belleza viene desde adentro y se irradia hacia el exterior. Tenía calidez en el alma y lograba enloquecerme con cualquiera de sus caricias.

Pero también podría ser obstinado como si su vida dependiese de ello.

Por eso cuando le pedí que fuera conmigo, se negó rotundamente. Así que le grité que iría sola entonces. Y fue cuando me ató a una silla.

-¿Acaso estás loca? Sabes que es peligroso.

Comenzó a desatarme.

-Por eso te necesito allí. Dallas, por favor. Necesito verlo, necesito respuestas.

-Yo no te apoyaré en esto, Carlee.

-Entonces iré sola.

Comencé a caminar hasta la salida, pero me detuvo.

-No te dejaré ir sola.

Gané.

-¿Vendrás conmigo?- pregunté sonriendo.

-Iré contigo, pero no entraré al hospital. No podría, Carlee.

-¿Y si me pasa algo? Will te mataría.

Sabía que con eso bastaría para que él cambiara de opinión. Y no me equivoqué, aceptó, pero puso varias condiciones. Amy no iría con nosotros. Will jamás se enteraría de eso. Iríamos en su auto. Y él no entraría a la habitación conmigo, si es que lográbamos pasar.

Subí a la habitación de Amy junto con Dallas y le dijimos que iba a pasar.

-Pidgeon, Carlee tiene que resolver unas cosas, y tengo que acompañarla.

La pequeña asintió lentamente.

-Pero tú no podrás ir con nosotros.

-¿Por qué no?

Noté la tristeza en su voz y la confusión en su rostro. Dallas no sabía que decirle así que intervine.

-Oye, Amy- giró su rostro hacia mí- escucha, éstos son problemas de adultos, por eso no puedes ir, pero, cuando volvamos, te juro que saldremos a donde tú quieras, y vendrá Will también, ¿sí?

-Está bien- aceptó- pero, quiero que ustedes dos se casen.

-Acepto- dijo Dallas inmediatamente.

-Cállate, y tú, Amy, no abuses- le advertí jugando.

Viajamos toda la madrugada y parte de la mañana. Quizás quince horas o más. Yo había dormido bastante, pero Dallas no. Nos quedamos en un hotel muy simple, sólo estaríamos ahí lo necesario. Estaba frente al espejo, pensando en si ir con el cabello suelto o recogido. La mayor idiotez del mundo.

-Carlee, no le des tantas vueltas. Estás preciosa, así que vamos y terminemos con esto.

En el fondo detestaba que en tan poco tiempo me conociera tan bien. Estaba aterraba de lo que iba a hacer. Temblé.

Confesiones RosadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora