Capítulo 3

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Llegamos hasta la camioneta en dónde ya nos esperaba, Rogelio, a quién en el camino, sin que el tipo se diera cuenta, le envíe un mensaje.

-Él es mi socio, Rogelio Álvarez -Rogelio, extendió su mano hacia el tipo y éste la tomó.

-Y entonces, ¿cuál es el negocio? -observó todo el estacionamiento.

-Este -Rogelio, sacó el arma que traía en su espalda y se la mostró.

-¿A qué te refieres? -el tipo preguntó muy nervioso y dio unos cuantos pasos hacia atrás.

-Le robaste a Esteban, y te quiere muerto -hizo el intento de escapar, pero no lo logró, porque lo golpeé en la cabeza y se desmayó.

-Que fácil fue esto -sacudí mis manos.

-Si cabrón, muy fácil, pero ahora el pedo va a estar en subirlo a la camioneta -señaló la parte trasera de ésta.

-Si, para ti -lo señalé.

-¿No me piensas ayudar o qué cabrón? - negué.

-No, yo lo encontré y lo golpeé -señalé al tipo inconsciente - . En cambio tú, no has hecho nada.

-¿Sabes qué, Rodrigo? Muerete, puto - me sacó el dedo medio.

-Lo que tú digas, pero ya muévete, necesitamos llevárselo a Esteban -me subí a la camioneta, en el lado del piloto.

-Este maldito pesa más que tu consciencia -Rogelio, maldecía de todo mientras subía al tipo en la camioneta.

-¿Y la tuya está limpia, pendejo? - terminó de subir al tipo y caminó hacia mí.

-No, pero al menos no he matado tantos como tú - se limpió la manos en un pañuelo.

-Ese es mi trabajo - lo señalé con el arma.

-Y el mío es conducir - señaló el volante -. Así que quítate de mi lugar, puto.

Me quité de inmediato, se subió y empezó a conducir hacía la casa de Esteban. Durante el camino, estuvimos hablando sobre algunos trabajos que hemos hecho y en los cuales por obvias razones nosotros hemos salido ganando.

-¿Recuerdas esa vez con los explosivos? - reí al recordar eso.

Cuando teníamos veintiuno pusimos unos explosivos en la casa de un cabrón que se estaba metiendo con nuestros negocios, pero como nunca lo habíamos echo, no explotaron.

-Tuviste que ir y a hacerlos detonar, porque yo no sabía nada de explosivos - dije aun riendo.

-Por tus mamadas, casi me muero donde esa madre explotó tan cerca de mí - ese día quedó muy aturdido por la explosión y con algunas cicatrices de algunos vidrios que se clavaron en su piel.

-Pero no lo hiciste - me encogí de hombros.

-Puto - detuvo el auto y bajamos de éste, Esteban nos recibió personalmente.

-¿Lo encontraron? - preguntó, mientras caminaba hacía nosotros.

-Nos ofendes Esteban, claro que lo encontramos - Rogelio se cruzó de brazos.

-Disculpe usted si lo ofendí, señor Rogelio.

-Te disculpo, Esteban -ambos estaban pendejeando, mientras yo les di orden a dos hombres de Esteban, para que bajaran al tipo ese.

-Esteban, el trabajo está echo - hable para llamar la atención de éste.

-Bueno, antes me gustaría que se quedarán y me ayudarán.

-¿Con qué? -no entiendo que más quiere que hagamos.

-Sé que dije que no lo matarás cachorro, pero necesito tu ayuda para sacarle información - se encogió de hombros.

-Simple Rodri, quiere que lo tortures - Esteban, asintió levemente.

-Si Rogelio, tienes toda la razón - fruncí el ceño. El cabrón éste, quiere que las cosas se hagan cuando él dice-. Eso es justamente lo que quieres, ¿verdad Esteban?

-Sí, eso quiero y por supuesto te voy a pagar más.

-Sabes que el dinero, no es algo que me quité el sueño -es la realidad. Durante todo este tiempo trabajando me he hecho de una gran fortuna y sin contar que mi tío me lo ha dado todo.

-Lo sé cachorro, pero necesito ese favor - bufé.

-Rodrigo, acepta - sugirió Rogelio -. Al fin que te quedaste con ganas de matarlo - realmente lo hice y no es que sea un enfermo ni nada por el estilo, pero me gusta mi trabajo.

-Tienes razón - asentí-. Está bien Esteban, empecemos - dicho esto nos dirigimos a la bodega en dónde habían llevado al tipo. Cuando llegamos, el cabrón ese ya estaba despierto.

-¿Cómo estás, Vicente?, ¿disfrutaste mi dinero? - preguntó Esteban, pero el tipo no habló, ni si quiera lo miraba a la cara-. Haber ¡te estoy hablando! -Esteban, le dio un golpe en la cara al tal Vicente, mientras que Rogelio y yo sólo observamos todo... Por el momento, al menos por mi parte, porque a Rogelio no le van las torturas, dice que se cansa y se desgasta mucho en eso.

-Patrón, ¿quiere que le saquemos la información ya? - preguntó uno de los empleados de Esteban que estaba ahí.

-No, ustedes no -negó-. Preferiría que el cachorro se encargará de esto, él tiene más experiencia, ¿o no? - preguntó Esteban dirigiéndose a mí.

-Por supuesto - asentí -. Es hora de empezar - me quité la chaqueta que llevaba y empecé con mi trabajo, osea que empecé a golpear al tipo.

Como amo mi trabajo.

El Sicario. Where stories live. Discover now