Capítulo 4

5.1K 238 1
                                    

Golpeé el rostro del tipo tres veces seguidas, hasta que empezó a escupir sangre. De todas, ésta es mi parte favorita. Es el momento en el que me desestreso y sacó todo lo que me molesta. En pocas palabras, con imbéciles como éste es que aprovecho a sacar todo mi odio, son algo así como mi terapia. Le di un golpe en la mandíbula, otro en la nariz y me detuve, porque Esteban, me lo pidió.

-¡¿A ver cabrón dime dónde está mi dinero?! - preguntó Esteban, en cuanto dejé de golpearlo- ¿No vas a hablar? -el tipo no dijo nada-. Bien, sigue Rodrigo. Mientras iré a arreglar un asunto que tengo pendiente - asentí y salió de la bodega.

Seguí golpeando al tipo, en el rostro y los costados hasta el cansancio, mis nudillos empezaron a doler, pero aun así no me detuve. El dolor corporal no es nada, comparado con los dolores internos, esos que no puedes solucionar con un medicamento. Me detuve cuando el tal Vicente dijo que iba a hablar.

-Ya-Ya - lo observé -. Voy a decirte dónde... Dónde está el dinero - asentí -. Pero ya no... No me golpees más -le costaba hablar al cabrón, porque estaba sin aire de tanto que lo golpeé en los costados.

-Está bien, habla - tomó aire con bastante dificultad y habló.

-El dinero está, enterrado... cerca del río - parecía sincero, pero tenía que asegurarme que así fuera.

-¿Estás seguro? - eleve una de mis cejas.

-Si. Te lo juro... Allí está, debajo del gran árbol - asentí.

-Si me estás mintiendo te mato - le apunté con mi arma en la cabeza, él solamente asintió repetidas veces.

Mande a llamar a Esteban, con uno de sus hombres, para que comprobará si era cierto lo que el tipo estaba diciendo. Luego de unos cinco minutos llegó.

-Ya me dijeron todo, así que mande a dos de mis hombres a buscarlo - llegó hasta dónde estaba.

-Está bien, voy a esperar para ver si es cierto y me voy porque ya es muy tarde - dije viendo la hora en mi reloj.

-Si hasta el Rogelio ya se durmió -solamente reí al ver a mi amigo dormido en una silla.

Esperamos un rato a que llegaran los hombres de Esteban, una media hora después lo hicieron y llevaron el dinero con ellos.

-Bien Chente, bien - Esteban se acercó al tal Vicente y dio una palmada en su mejilla.

A pesar de que no mintió, no podía dejarlo vivo. Sino, ¿qué sería de mi reputación si lo hiciera?

-Permíteme, voy a terminar mi trabajo - Esteban, se apartó, saqué mi arma y le disparé en la cabeza al tal Vicente -. Bueno, yo, ya me voy - guardé el arma en mi cinturón.

-Gracias por todo cachorro - Esteban, me extendió su mano y la tomé.

-Es mi trabajo -dije esto y fui hacía mi amigo para despertarlo-. Rogelio, cabrón, despierta - le di un pequeño golpe en el brazo y se despertó.

-¿Ya? - preguntó todavía adormilado.

-Si, ya - estiró sus brazos y se puso de pie.

-Cachorro, toma -Esteban me extendió un bolso en dónde estaba el dinero-. Aquí esta tu paga - tomé el dinero.

-Fue un placer haber echo negocios contigo, Esteban - extendí mi mano y la tomó.

-Espero y no sean los últimos, cachorro.

-Claro que no - salí de la bodega y caminé hacia el auto en dónde ya me esperaba, Rogelio.

-Oye cabrón, conduce tú, tengo sueño - me lanzó las llaves del auto.

-Esta bien - atrapé las llaves y subí al lado del piloto.

Encendí el auto y lo puse en marcha. A medio camino empecé a bostezar, a mí también ya me estaba llegando el sueño y como no, si ya eran las dos de la mañana. Era demasiado tarde para conducir hasta la casa de mi tío, así que decidí quedarme en una de las mías, que se encontraba cerca de dónde estábamos. Los guardias que estaban a fuera de ésta al darse cuenta que era yo abrieron el portón principal para que pudiéramos entrar.

Necesito descansar, hoy ha sido un día bastante largo y aunque sé que parece, no soy de piedra.

El Sicario. Where stories live. Discover now