2• En tus brazos.

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Odio esto

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Odio esto.

Odio que el calor del pecho de Yuuri friccionándose con el mío gracias al sudor que recorre nuestros cuerpos se sienta tan bien.

Odio que sus labios respondan con la misma intensidad a mis besos desesperados y que su lengua sepa jugar con experiencia dentro de mi boca hasta hacerme temblar.

Detesto el autocontrol que parece tener para controlar sus embestidas a mi cuerpo; Fuerte y rápido, lento y profundo... Llevándome al límite una y otra vez, frustrando mis sentidos. Empujándome al borde del orgasmo pero negándomelo.

Me desagrada que su olor cree una fragancia exótica al mezclarse con la mía, porque ese aroma a sexo flotara en el aire de la habitación por el resto del día.

Pero, por sobre todas las cosas, odio que aún en medio de la pasión y desenfreno del momento Yuuri me toque como si fuera lo más frágil en el mundo; Sus dedos, aunque de agarre firme, recorren cada centímetro de mi piel con dulzura, dejando un rastro de calor a su paso; Sus ojos brillan ámbar sin despegar la mirada de los míos cuando no está besándome o recorriendo mi cuello y pecho con su tersa lengua.

Lo odio.

No hay nada peor para mí que momentos como éste. Porque están llenos de desesperado alivio. Alivio por reencontrarnos después de una expedición a la superficie y regresar sanos y a salvo hacia los brazos del otro. Porque la posibilidad más factible es que alguno de nosotros salga un día y ya no regrese.

Y ese soy yo. De entre los dos, yo corro más riesgo en un 51% comparado con el 49% de él.

Yuuri Katsuki es un Puro. Su sangre es inmune al virus UPYR, pero aún siendo así, no podría hacer nada contra un ataque en grupo y asesinato a manos de los infectados. Si llegan a morderlo y escapa, sobreviviría sin riesgo a sucumbir ante la bacteria. Si por el contrario, lo apresan; sería completamente devorado.

Él tiene la posibilidad de huir y permanecer a salvo. Si yo soy mordido sería mi fin aunque lograra escapar.

Por ello éste maldito siempre me toma al regresar. Me besa y posee por horas hasta que el miedo se va de ambos y comenzamos a caer en cuenta que estamos bien. Juntos.

—Rápido... Diablos, hazlo más fuerte —exijo y él cumple gustoso tomando con fuerza mis nalgas a tal punto que, estoy seguro, dejará marcas y el ritmo de sus embestidas toma velocidad.

Jadeante, llevo una mano a mi erección para acariciarme y apreciar la expresión de su rostro. Sus facciones duras y la mirada ardiente son lo suficientemente explícitas y envían una descarga eléctrica por todo mi cuerpo; desde el lugar donde el miembro de él me toma a conciencia, hasta cada rincón de mi cuerpo.

Gimo cuando él gruñe ante su liberación y el calor inundando mi entrada me lanza en picada al orgasmo.

Exhausto le doy la bienvenida a mis brazos cuando el cae sobre mi cuerpo. Siento su errática respiración provocando cosquillas en mi cuello y cierro los ojos.

Ven conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora