16• Ven conmigo.

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La primera vez que salí a la superficie después de mi rescate en Tokio fue después de que Yakov aceptara mi ingreso a los Buscadores

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La primera vez que salí a la superficie después de mi rescate en Tokio fue después de que Yakov aceptara mi ingreso a los Buscadores.

Un día antes de mi expedición Yuuri, Phichit, Mila, Otabek y Seung-Gil nos sacarían a Zet y a mi al claro sobre el estacionamiento.

Era el inicio de primavera. El aire fresco hacia revolotear el cabello por la brisa, la vegetación con gotas de agua brillantes por el rocío mañanero y el sonido del cantar de las aves en las ramas de los árboles, así como las abejas zumbando sobre las flores de diversos colores.

Esa también fue la primera vez que vi árboles con flores rosas llenando sus retorcidas ramas.

Pétalos cayendo al compás del viento. Danzando en las ráfagas de aire templado con tranquilidad. Un espectáculo casi hipnótico.

—¿Nunca habías visto un cerezo, Gatito? —los brazos fuertes de Yuuri abrazando mi cintura y su aliento en mi oído bastaron para distraerme del extraño árbol frente a mi.

—¿Cerezo?

—Si, ese es su nombre y esas flores —su mano señaló las ramas—, son nombradas "Sakuras".

Mis ojos siguiendo los pétalos y sus caídas mientras Yuuri besaba mi mejilla concretaron su lugar dentro de mí. Como un recuerdo bañado de un olor fresco y embriagante. El aroma que desprendían las flores sobre nosotros.

—¿Por qué son rosas? —pregunté disfrazando la risa que me provocaban los brazos de Yuuri meciéndonos a modo de baile en una pobre imitación de vals.

—Según una de tantas leyendas, ese particular color es asociado a los vestigios de la sangre de los samuráis.

—¿Qué? —Detuve nuestro baile ignorando su mueca de disgusto.

—Ya te lo dije, es una leyenda. Éstos árboles tienen muchas de ellas.

Su cabeza bajó a la curva entre mi hombro y cuello, dando besos esporádicos combinados con pequeñas succiones a mi piel.

—Cuéntame sobre los samuráis. —Pedí con un ronroneo ante las sensaciones. Necesitaba que me distrajera o lo tiraría en la alfombra verde bajo nosotros y lo montaría bajo la sombra del misterioso árbol. Frente a nuestros amigos.

Yo no sabía realmente mucho de los dichosos samuráis. Pero había visto en la televisión alguna película sobre ninjas y los guerreros del Japón feudal. Y ciertamente la idea de que un hombre pudiera defenderse con una Katana y movimientos expertos llamaban sumamente mi atención infantil.

Haciéndome girar, Yuuri se colocaría a mi espalda y volvería a hablar en mi oído. Provocando escalofríos placenteros y una ganas irascibles por patearlo y que dejara de hacer que mi piernas temblaran.

—Los cerezos florecen durante los últimos días de Marzo hasta los primeros de Abril —comenzó—. Es una flor bellísima y esa cualidad, así como su existencia, es efímera. Su paso en el mundo es momentáneo. Evoca la sutileza, la delicadeza y la belleza de lo etéreo. —Un beso en mi cabello— Como tú, bonito.

Ven conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora