12• Promesas.

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El ligero y dulce aroma de chocolate caliente se mezcla con el olor de hotcakes recién horneados, casi ocultando por completo el peculiar aroma que se crea de mi olor combinado al de Yuuri en toda la habitación

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El ligero y dulce aroma de chocolate caliente se mezcla con el olor de hotcakes recién horneados, casi ocultando por completo el peculiar aroma que se crea de mi olor combinado al de Yuuri en toda la habitación.

El silencio interrumpido por los sonidos de nuestros besos, su respiración agitada y los jadeos que escapan de mi boca.

Desperté gracias a los pequeños besos esporádicos que Yuuri daba a lo largo de mi espalda. Al girarme y abrir los ojos me topé con su mirada ámbar brillante y su sonrisa. Comimos los panqueques y tomamos el chocolate en silencio, compartiendo miradas cómplices y uno que otro beso casto en los labios, las mejillas y el cuello.

Todo pasó relativamente rápido a decir verdad. Un vistazo al reloj confirmaba que en una hora yo debía bajar al estacionamiento para encontrarme con Leroy y los demás. Dando un último beso al hombro de Yuuri, me levanté importándome muy poco mi desnudes y me acerqué al armario dispuesto a encontrar mi ropa militar negra.

Y ahora estoy aquí, intentado corresponder a los besos urgentes y demandantes de mi novio.

Los labios de Yuuri se mueven con dureza contra los míos y su lengua experta juega en el interior de mi boca, acariciando mi propia lengua y haciendo cosquillas en mi paladar. Tomando cada suspiro que brota de mi garganta y pidiendo más.

Sus manos cálidas con las puntas de los dedos endurecidas, mostrando los años de trabajo y entrenamiento, recorren mis cuerpo lentamente. Bajando por la piel de mi cuello, deslizándose por mis hombros y acariciando la sensible piel de mis pezones. Las manos bajan aún más, las yemas de sus dedos pasan delicadamente por la curva de mi cintura, como si de las alas de una mariposa se tratasen, o como plumas esponjosas y suaves. Cuando toma con dureza los huesos de mis caderas, mi espalda se arquea contra la pared.

El cuerpo fuerte de Katsuki aprisiona el mío contra la pared fría, junto a la puerta de nuestra habitación. Intentando tener mejor soporte y buscando más cercanía, llevo ambas manos a su cabello y alzando una pierna la anclo a su cadera, sonriendo al sentir su excitación bajo la ropa contra mi carne desnuda.

Mi sonrisa tiembla y muerdo mi labio inferior cuando los suyos abandonan mi boca, buscando los puntos sensibles en mi cuello, aquellos que él creó y que me vuelven loco.

Un gemido escapa de mi garganta al sentir sus dientes marcando bajo mi oreja y sus manos haciendo maravillas en mi cuerpo.

—¿Cerdito? —cuestiono al sentirlo alejarse y el calor de su cuerpo me abandona.

—Dame cinco segundos. —Se tardó seis rebuscando en su cajón del armario y cuando regresó a mi lado un pequeño bote de aceite lo acompaña.

Una sonrisa ladina se extiende por su rostro y yo la imito, riendo un poco al ver como él se llena ambas manos del líquido y un extraño olor a bebé extendiéndose a su alrededor.

Al recuperar la posición de su cuerpo contra el mío, muerdo su barbilla.

—¿Por esto trajiste el desayuno al cuarto? —la diversión en mi voz pierde convicción gracias al temblor que me recorre al tener sus manos masajeando mis glúteos —¿Lo hiciste solamente para tener sexo mañanero, cerdito pervertido?

Ven conmigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora