Pasé mucho tiempo viajando entre la inconsciencia y la realidad. En parte por el cansancio que sentía ahora que el terror había pasado momentáneamente y porque la anestesia seguía haciendo de las suyas en mi sistema.
Después de que me sacaron del destrozado auto del señor Chulanont, el tipo de ojos ámbar se mantuvo a mi lado aún cuando la ayuda médica llegó. Dejé los ojos cerrados durante todo el tiempo que tardaron en trasladarme a una ambulancia, pero jamás solté la mano fría del japonés.
El médico que me atendió fue un sujeto de ojos verdes, que parecía llevarse bien con el soldado.
—Te anestesiaré... —dijo con voz cantarina antes de guardar silencio, la interrogante en sus ojos.
—Yuri... —Odié que no pudiera hablar más que en un susurro, sin embargo el dolor apremiaba.
—Vaya, otro Yuri.
Frunciendo el ceño dirigí la mirada al chico que permanecía junto a mí en la pequeña cabina de la ambulancia, no pensaba soltar su mano y él parecía no tener inconvenientes con ello. Yo podía ser muy testarudo, pero en aquél entonces aún era un niño, y no quería sentirme más sólo de lo que ya estaba.
Él sonrió. Ese chico que no debía tener más de veinte años sonrió para un niño mal herido con fragmentos de cristal en el abdomen, dentro de una ambulancia en medio de una ciudad llena de muerte e infectados que han perdido toda humanidad. Sonrió para mí.
—Mi nombre es Yuuri, Katsuki Yuuri. Suena ligeramente distinto al tuyo, pero no deja de ser un poco confuso.
La mueca indefensa de su boca se borró al alzar la mirada hacía el doctor que se dedicaba a sacar los vidrios en las heridas en mi cuerpo. Yo me abstuve de separar la vista de su rostro y apretaba el agarre con su mano si algún movimiento del médico era demasiado incómodo.
En ese tiempo descubrí que el hombre mayor y rubio de ojos verdes era suizo; se llamaba Christophe Giacometti y, al igual que yo, llegó a tierras japonesas creyendo que aquí estaría a salvo. Cuando la realidad golpeó a su puerta decidió ayudar a cuantos fuera posible uniéndose al padre del otro Yuuri y su pequeña organización.
Del japonés poco pude saber, más allá del hecho que trabaja fuera del ejercito japonés desde que la infección comenzó, para mantener a salvo a su familia y amigos cercanos. Si estaban ahí ahora, haciéndose pasar por la brigada japonesa era gracias al deseo de Phichit por rescatar a su padre. Por supuesto, no llegaron a tiempo.
Quise preguntar más cosas. Saber más sobre ellos y lo que sucedería a continuación. Pero el cansancio se adueñó de mi cuerpo y mente cuando Christophe terminó de suturar y vendaba mi abdomen.
Desperté después de lo que, supuse, fueron horas. Me descubrí dentro de un camión y recostado en una colchoneta, a mi alrededor más personas, tanto sobrevivientes como soldados, dormitaban. Al intentar moverme un quejido ahogado abandonó mi garganta, dolía el cuerpo entero ya que la anestesia había desaparecido.
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Ven conmigo.
Fanfiction[YOI/ Yuuyu] [AU. Post-apocalíptico] Cuando el mundo es arrasado por un virus mortal la única salvación es luchar por mantener tu humanidad. Yuri Plisetsky se pregunta si es necesario seguir viviendo en un planeta que se destruye lentamente, sin em...