Siete.

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—Mucho gusto, Elliot. —le sonreí—. ¿Todos los que están aquí con Alterados?

—Si, todos excepto Li Wong, y Steve.

—Oh, ¿tú que don tienes?

—No puedo morir, y soy fuerte. —se encongió de hombros.

—Wow, eso es increíble.

—No es taaan increíble.

—¿Por qué? No envejeces, es genial.

—Si, pero tendrás que ver morir a todos tus novios. Eso no es genial.

—Bueno. —hice una pequeña mueca—. En eso tienes razón.

Elliot y yo seguimos hablando por dos horas más. Al parecer teníamos mucho en común. El vivía en Queens antes de ser reclutado para estar en la BPA. También me contó su historia. Cuando tenía 25 años, sufrió un accidente automovilístico, los médicos no le daban esperanza de vida, él podía escuchar y sentir todo lo que le hacían. Pasó por tres operaciones a sangre fría para reconstruir los huesos de sus articulaciones. El no podía hablar, y mucho menos moverse, pero lo sentía todo. Una noche, una señora desconocida entró a su habitación y le dijo que él merecía vivir, pero que primero debía pasar por una gran prueba, y debía luchar para sobrevivir. Le inyectó algo y sintió como le quemaba por dentro. Minutos después, lo sintió por todo su cuerpo por horas. Hasta que el dolor pasó y pudo moverse, ver y hablar. Pero él no sabía a lo que se estaba enfrentado. Huyó por casi cincuenta años, hasta que encontró al amor de su vida. Tuvo que verla morir en una de las persecuciones, fueron los peores años de su vida. El creía que estaba maldito, y solo se dedicaba a huir de todos, hasta que la BPA lo encontró. Lo trajeron a China, y ha estado aquí desde entonces, negándose a trabajar con cualquier gobierno. Ahora entrena a los nuevos Alterados y los asigna a algún país del mundo para que lo protejan. El está feliz con su cargo, pero hay veces en las que extraña Queens y algún día volverá.

—¿Estás lista? —me preguntó Elliot, ayudándome a subir a la camioneta con él.

Miré a todos lados, no había visto a Steve en las últimas horas, ¿dónde estaba?

—¿Dónde está Steve?

—No sé, supongo que está con Li. —dijo colocándose el cinturón de seguridad—. Ponte el cinturón.

Obedecí y me coloqué el cinturón. Segundos después, vino un guardia y cerró las puertas, luego le dio unos golpes a la camioneta, indicándole al chofer que arrancara. Estaba comenzando a ponerme nerviosa. Sentía un dolor tolerable en el pecho cada vez que nos acercábamos más a weifáng, no era como el que tuve en mis sueños, pero estaban relacionados.

—¿Te sientes bien? —me preguntó Elliot.

Negué con la cabeza mientras llevaba una de mis manos a mi pecho. Mi respiración se estaba tornando acelerada. Giré mi cabeza y miré por la ventana. Había algo extraño en el cielo este día. La luz del sol estaba diferente. Elliot se quitó el cinturón y se puso de pie, le hizo señas al guardia que estaba a mi lado para que se moviera y este obedeció. Se sentó a mi lado y agarró mi mano, la cual estaba fría y temblorosa.

—Mírame. —llevó su otra mano a mi barbilla. Giré mi cabeza lentamente y lo miré directo a esos intensos ojos azules—. Yo te protegeré, ¿si? Vas a estar todo el tiempo conmigo. Si no puedes luchar, —señaló un arma— dispara. Si no puedes disparar, yo mismo te escoltaré hacia tu traje cuando acabemos con todos.

Asentí con la cabeza mientras Elliot pasaba su brazo por mis hombros. Recosté mi cabeza en su pecho. Aún tenía la mano en mi pecho. Era como un localizador, mientras más cerca estábamos, más aumentaba el dolor. No quería saber cómo me sentiría cuando lo tuviera en frente.

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