Capítulo 19

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Las sirenas de la ambulancia pusieron en alerta a los médicos que se encontraban en ese momento de guardia en el hospital.

Como ya era costumbre, Sara paseaba por el pasillo del hospital hacia el consultorio de Kendal cuando le notificaron que debía entrar en quirófano. Minutos más tarde todo apresurado le seguía Kendal dispuesto para prepararse para entrar en quirófano. Una vez que preguntó a los médicos del SAMUR de quién se trataba el paciente, el corazón de Kendal se congeló y más cuando vio a Gina con el corallín puesto y sus constantes eran débiles.

Sin perder ni un segundo, Kendal junto a Sara y varios compañeros más pasaron a quirófano dispuestos a operar a Gina, tras haberle hecho las correspondientes pruebas y tener que intervenirla de rotura de peroné y rotula.

Fuera en la sala de espera esperaban envueltos de nervios y preocupación la familia de Gina. Alfredo no dejaba de telefonear en su móvil, recibiendo noticia referente al accidente de su hija. Marisa su mujer, no podía retener sus lágrimas, a su lado Nayet intentaba calmar a su madre a pesar de sentir por dentro un deseo de estrangular al causante de que su hermana estuviera en esos momentos en quirófano.

Los minutos eran lentos, las horas pareciesen que no llegaban y aún no sabían nada de Gina y menos de Gael, hasta que apareció por la puerta con su cabeza gacha. Alfredo ni se lo pensó, lo agarró de las solapas de su chaqueta  frustrado y lleno de ira lo acusó de haberle hecho tanto daño a su familia. Sin embargo Gael no respondió a ninguna de las preguntas que le hacia aquel padre desesperado e inquieto por no tener noticias aún referentes al estado de su hija, y que ese sujeto que tenía entre sus manos guardase silencio. De malas maneras Alfredo lo soltó no sin antes dejarle claro que hasta que no lo viese entre rejas no iba a parar.

Horas después el doctor Ibañez, especialista en traumatología les comunicó en el estado que se encontraba Gina, y que la operación había salido bien, salvo que debían esperar para dar un diagnóstico más concurrente. Dicho aquello, el doctor se marchó dejando algo más tranquila a la familia de Gina. A continuación salió Kendal después de asesorarse que Gina se encontraba recuperándose de la operación y se dirigió hacia su mujer y sus suegros.

―Buenas noches, siento lo ocurrido―Empezó hablando Kendal cansado después de haber terminado de operar a Gina.

―Kendal, como sigue mi hija. Dime la verdad.―Los ojos de Marisa estaban llenos de expectación a pesar de la rojez y las ojeras que le daban un aspecto de una mujer que no ha podido dejar de sufrir por no poder ver feliz a su hija.

―Marisa en estos momentos Gina se está recuperándose de la anestesia, la hemos dejado en la U.C.I. para poder evaluar mejor su estado. Pero como bien ha dicho mi compañero no habido ningún percance y estoy seguro que Gina se pondrá bien.

Marisa sintiéndose algo más aliviada abrazó a Kendal agradeciéndole todo lo que estaba haciendo por ellos. Pero sin embargo Nayet, no se movió del sitio. Se encontraba sentada con sus dedos entrelazados en forma de rezo con su mirada puesta en el suelo. Kendal la observó con detenimiento un buen rato en silencio. Quería decirle tantas cosas, pero no se atrevía por miedo a su reacción. Y más cuando Sara se acercó y comenzó hablando con Nayet.

―Hola Nayet ¿Cómo estás?―Le preguntó Sara con algo de falsearía en su pregunta.

―Bien gracias. Qué, tú también has operado a mi hermana.

―Por supuesto, sabes que formo parte del equipo de cirujanos con Kendal.

Nayet fusilió a Sara con la mirada apretando sus manos al máximo. Ganas no le faltaban para levantarse y darle una buena bofetada, pero no era ni el lugar ni el momento apropiado. Para tranquilizar un poco las cosas, Kendal agarró del codo a Sara y le propuso marcharse. Aquel gesto solo hizo que Nayet se llenase más de cólera.

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