1 La vida de una Princesa

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Soy Naiara, una princesa del reino de Arcadia en un país llamado Northday, vivo con mi tia la duquesa Milda, Mi padre el rey Mateo y mi hermano menor (aunque solo por un año) Joseph. Yo no tengo madre ya que murió cuando yo tenia ocho años, desde ese entonces mi padre quien era alguien muy amable cambió volviéndose en alguien muy serio y estricto, no hablo mucho con él, también desde ese entonces mi tía Milda se a encargado de criarme para que algún día llegue a ser una "gran reina" según ella, aunque sinceramente mi personalidad no me ayuda.

Esta historia comienza cuando yo tenia justo 8 años, meses después de que mi madre falleciera, en ese entonces era muy pequeña así que no entendía muy bien lo que había sucedido, pero bien sabia que mi madre se había ido.

Como en cualquier día desperté en mi habitación abriendo lentamente mis ojos verdes todavía algo cansados, el radiante sol se asomaba por la ventana de mi habitación a través de las delgadas cortinas color rosa, me senté medio dormida en mi cama y pestañeé un par de veces a la vez que bostezaba y me estiraba, observé un momento la habitación, era relativamente grande, a un lado de la cama recargado en la pared estaba un armario y a un lado de este una estantería con varios libros, a unos metros delante de la cama había una pequeña mesa redonda con unas sillas de madera y todo lo demás de alrededor estaba lleno de juguetes y muñecas. Progresivamente me paré de la cama y me vestí: llevaba una falda morada con una camisa rosa bajito y un corsé de color rosa fiusha, una diadema del mismo color con mi pelo castaño claro suelto y largo , después con un poco de agua que había en el tocador de a un lado de la cama me lavé mi cara y por ultimo salí de la habitación hacia los enormes pasillos del gran castillo al que llamaba mi hogar.

Era muy temprano por lo que no había nadie por ningún lado, aunque no era diferente a cualquier otra hora del día, corriendo con una sonrisa por los pasillos y atravesando salones justo en la sala del trono, me encontré a mi hermano Joseph. El rubio estaba entretenido viendo el exterior por las ventanas, yo sin dudarlo me acerqué en cuclillas hacia él y cuando estaba muy cerca le dí un buen susto

— ¡¡Buu!! — grité posando bruscamente mis manos en sus hombros para después echarme a reír por su graciosa reacción. Casi parecía un gato cuando de un solo brinco se alejó todo lo que pudo de mi— ¡hermana no me asustes! — se quejó él haciendo pucheros mientras yo seguía muriendo de risa hasta que al cabo de un minuto ya incluso secándome las lágrimas de la risa me calmé

— tranquilo, tranquilo, dime ¿que estabas haciendo? — pregunté

— bueno solo estaba viendo afuera, hoy hace un muy buen día — dijo Joseph todavía un poco molesto por lo de antes, de inmediato una idea pasó por mi mente y me ocasionó una gran sonrisa

— ¡oye, oye ¿y si salimos a jugar fuera?! — exclamé entusiasmada agarrándole esperanzada a las manos de mi hermano quien para ese entonces era con el único con quien podía divertirme

— pero... tía Milda no nos permite salir sin que este ella allí... — mencionó algo desilusionado

— ¡jo... vamos! — me quejé haciendo pucheros

— No. Si tanto quieres ir afuera ve tu sola — dijo Joseph firmemente lo que me fastidió un poco pero sin más remedio me dí por salir yo sola al reino, ya afuera del castillo en el patio delantero podía oír a las personas charlando y riendo afuera del castillo, me acerqué a la puerta y los guardias la abrieron para que pudiera salir y en cuanto puse un pie fuera corrí por todos partes riendo y sonriendo, realmente era una alegría salir del castillo después de muchos meses dentro de este sin nada que hacer, a excepción de las aburridas y eternas clases de etiqueta de la tía Milda, Joseph tenia suerte de no ser el heredero al trono.

La Travesía de NaiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora