5.

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—Gee... —susurró, intentando despertarlo—. Vamos, en cinco tengo que cerrar.

Siguió llamádolo pero el pelinegro no se despertaba, lo sacudió un poco, sin obtener resultados, este seguía dormido sobre el menor.

—Gerard, por favor —lo tomó por los hombros, separándolo de sí para zarandearlo con más fuerza, pero sin ser brusco—. Despierta...

No pudo evitar detenerse a mirarlo, su cara era preciosa y perfecta. Pasó una mano por su mejilla, que pronto pasó al poco pelo que alcanzaba a salir del gorro que traía.

—¡Gee! Ya tengo que cerrar.

Poco a poco este abrió los ojos y se llevó las manos a la cara para cubrir su sonrojo, fallando épicamente.

—Lo siento Frankie, no quería quedarme dormido, lo juro. Oh Dios, apuesto a que te aburrirse tanto, lo siento en serio...

—No es nada, deberías dejar de disculparte tanto —no podía dejar de sonreír y ya le dolía la cara—. ¿Te gusta la nieve?

**

Sentía como el viento le pegaba fuertemente en la cara, acompañado de algunos copos de nieve. Lo único que llegaba a sus oídos eran las infantiles risas de Gerard y las propias, que se mezclaban con el ruido de sus pies al golpear fuertemente la acera, se sentía infinitamente feliz.

A penas soltó la puerta de la pastelería recién cerrada había tomado a Gerard del brazo y había comenzado a correr. No había nadie en la calle, solo se habían cruzado un par autos durante todo su recorrido.

Había pasado al pelinegro hacía unos minutos y no volvió a aparecer en su campo de visión, por lo que miró hacia atrás, recibiendo una bola de nieve en la cara, cayó de trasero al piso, haciendo una mueca de dolor, las risas del otro pararon casi al instante.

—¡Frank! Oh, perdón, en serio. Que tonto soy ¿estas bien? —se llevó las manos a la cabeza y pensó que se veía extremadamente estúpido, debería estar ayudando al castaño.

—No fue nada Gee, solo un golpe —no se levantó del piso, esperaba que el otro lo ayude.

—No, no, lo siento. Es mi culpa —se agachó un poco para llevar sus manos a los brazos del otro, acción que el menor imitó sonriendo con malicia y, de un tirón, atrajo a Gerard hacia si, haciendo que caiga encima suyo. El más alto estaba a horcajadas sobre él con las manos en su pecho y unos escasos centímetros separaban sus rostros.

El artista solo lo miraba, tenia los labios a penas separados, a contrario de sus ojos que estaban muy abiertos, sonrojado hasta las orejas ¿debía besarlo? No lo sabía, en todas las películas y series que había visto, si los personajes estaban en esa posición siempre significaba que iban a compartir saliva de una manera bastante asquerosa.

Dejó de pensar en eso cuando oyó la estridente risa del otro y ahora sí, definitivamente se sentía avergonzado.

—Creo que ya estamos a mano, Gee.

El chico de los sweaters sólo asintió y sacó sus manos del pecho del otro, sentándose sobre las piernas ajenas, acción que Frank imitó, quedando frente a frente otra vez.

El pelinegro era como un variado coctel de emociones, vergüenza, pánico, felicidad... No sabía ni lo que sentía.

Por su parte, el otro sabía muy bien lo que quería, pero no podía hacerlo, solo se mordió el labio inferior.

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora