8.

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Habían pasado ya unos meses. Meses en los que Frank se había hecho unos cuantos tatuajes, dos piercings y lucía un corte mohicano con los costados rubios. Meses en los que no había dejado de ver a Gerard que, a sus ojos, era cada vez más lindo. Meses en los que el frío del invierno había cambiado por el agradable calor de la primavera. Y, por último, meses en los que cada día se planteaba más seguido pedirle algo serio a su pelinegro, que había dejado los sweaters para llevar lindas camisetas grandes que dejaban sus brazos al descubierto y, casualmente, cuando iba a visitar al enano al trabajo, llevaba una coronas de flores que armaba en el camino.

Era una tarde de jueves, se encontraban en el departamento de Frank, simplemente tomando café con galletas que llevaban guardadas una semana. En la televisión estaban pasando alguna película de Harry Potter, el enano no prestaba atención a la pantalla, se perdía en sus pensamientos y, de vez en cuando, miraba al chico a su lado, que parecía estar más que entretenido con el filme.

—Oye, Gee...

—Callate, amo esta parte —estiró una mano en su dirección mientras sonreía, prestándole toda su atención a la escena de la película en la que Snape (si la memoria del de ojos avellanas no fallaba) decía su celebre frase "Always". Y tal como si todos los malos acontecimientos de su vida hubieran caído sobre sus hombros en ese mismo instante, la sonrisa de Gerard se borró para abrir paso a un gran mas de lágrimas.

—¿Gee? ¿estás bien? —el teñido lo miró preocupado, dejó su taza sobre la mesa y se acercó al contrario, que solo asintió mientras miraba la pantalla, aún con lágrimas saliendo de sus ojos—. No llores... —acunó el húmedo rostro del mayor entre sus manos, obligándolo a mirarle. Con sus pulgares intentó secar los ríos de lágrimas, fallando olímpicamente, pues volvían a aparecer a los pocos segundos.

—Frankie, no es nada, siempre... —el más bajo unió sus labios en un tierno beso que no duró más de unos segundos, para luego pasar a sus mejillas, frente y labios otra vez.

Eso ya se había vuelto normal para ellos, sin embargo Gerard seguía sonrojándose violentamente, cosa que el menor agradecía en gran medida.

—¿Vamos por un helado?

El de ojos verdes sonrió en señal de aprobación y el otro se levantó para tomar todo lo necesario y, antes de darse cuenta, ya estaban caminando hacia la heladería de la peatonal.

Frank ayudaba al pelinegro a recoger coloridas flores para hacerse una corona. Por más que le prestara total atención a las manos del más alto, no lograba entender cómo las entrelazaba para que quedaran bien sujetas.

Se habían desviado hacia un pequeño parque en busca que flores rosas y blancas, según el pelinegro no tenía suficientes.

Una vez que llegaron e hicieron sus pedidos, decidieron dar un paseo. Caminaban tranquilamente, el pelinegro concentrado en su helado, mientras que el de ojos avellanas tenía su vista fija en la tupida corona de flores al rededor de la cabeza del otro.

—Frankie, ¿estas bien? —el mayor lo miró y mostró los dientes un una sonrisa.

—Es que eres tan lindo... —realmente no tenía pensado decir eso, más bien algo como "claro que si, estoy contigo", pero escupió las palabras como si necesitara decirlo, y, de más estaba agregar, el mayor se sonrojó.

—Gracias... —dijo, dejando de caminar. Parecía que no iba a decir nada más, por lo que el enano abrió la boca para decir algo, quedándose con las palabras, ya que rápidamente el pelinegro agregó—. Tu también eres tan, tan lindo... —desvió la mirada.

Frank sonrió y dejó un beso en su mejilla, cuando el pelinegro giró para mirarlo, estrelló su helado en los labios ajenos y luego se acercó para quitarlo con su lengua y besarlo.

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora