11.

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El estridente ruido del timbre lo despertó. Abrió los ojos, soltando un bufido, quien sea debería esperar.

Luego de unos minutos, la persona del otro lado de la puerta se rindió y el móvil de Frank comenzó a sonar, mientras este roncaba a su lado.

Con mucho cuidado, sacó el brazo que estaba sobre su cintura y se alejó un poco, intentando no despertar a su novio. Se puso de pie y se encaminó a la puerta de la habitación, en cuanto llegó en la sala de estar, se dio cuenta de que seguía desnudo. Volvió al cuarto dando grande zancadas y sintiendo que su cara ardía con el recuerdo de la noche anterior.

Tomó sus boxers y una de sus remeras, que se piso de camino a la puerta.

Cuando la abrió se encontró con una mujer adulta, pero que no llegaba a ser vieja.

—Disculpa... ¿Este no es el departamento de Frank Iero?

—Yo... Eh... —se sentía estúpido y no tenía idea de lo que debía decir. Segundos después sintió que un cuerpo se pegaba a él y brazos lo rodeaban.

El teñido se había despertado cuando el otro había ido a buscar ropa, se vistió y camino hacia la puerta, abrazandolo, e iba hablar, pero se le hizo un nudo en la garganta en cuanto vio quién estaba en el pasillo de su edificio.

—Mamá ¿Qué haces aquí? —preguntó ingenuamente.

—Yo también te extrañé, querido —dijo sarcásticamente, pero con una sonrisa—. ¿No lo recuerdas? Te avisé que pasaría.

El enano quiso golpearse la cabeza con la pared, sí, lo había olvidado.

—Lo siento, pasa —se echó hacia el costado, arrastrando al mayor con él.

—Gracias —dijo entrando, y mientras dejaba su cartera en el sillón volvió a hablar—. ¿Quien eres tú?

Definitivamente se refería a Gerard, que todo lo que podía pensar era que ese sería un gran momento para que la Tierra lo tragara.

—Oh, él es Gerard —lo apretó contra si—. Es mi novio.

—Un gusto, Gerard —se acercó sonriendo y le tendió la mano, que fue tomada casi al instante.

—Igualmente, señora —le devolvió la sonrisa.

—Llamame Linda, por favor.

Asintió.

—Frankie... Creo que ya puedes... Soltarme —comentó algo avergonzado, mirándolo. Este solo negó y le dio un tierno beso.

—Si quieren puedo volver otro día. No hay problema...

—Oh, no! Quédate, Linda, por favor —dijo el más alto, quitando los brazos que estaban al rededor de su cintura y acercándose a la mesa—. Sientate, voy a buscar algo para comer —dicho esto, se largó a la habitación a cambiarse, ya que seguía sin pantalones.

Mientras tanto, en la sala, madre e hijo se encontraban sentados en el sillón.

—No me dijiste que tenías pareja.

—No llevamos mucho tiempo... Unos pocos días, de hecho.

La mujer asintió.

—¿Y por qué estaba en ropa interior?

—Mamá, estábamos durmiendo, el timbre nos despertó.

Y tal como si hubieran gritado su nombre, Gerard apareció en la sala con su ropa grande y clara, dirigiéndose a la puerta.

—Vuelvo en unos minutos —sonrió mirando a las otras don personas en el departamento, y salió, cerrando delicadamente la puerta.

Una vez llegó a la tienda se quedó helado, ¿Qué debía comprar? Quería con todo su ser impresionar a la madre de Frank, pero no se le ocurría nada. Sacó su teléfono y le mandó un texto al tatuado.

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora