7.

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Gerard estaba sentado en su banco del mostrador mientras él preparaba el pedido de sus únicos clientes de la tarde, simplemente no se había ido, y estaba bien con eso. El trabajo normalmente le aburría, era el segundo invierno que pasaba con el culo siento aplastado por ese tinte asiento, a diferencia de que este venía acompañado de dulces sonrisas, brillantes ojos verdes y enormes pero lindos sweaters. No podía quejarse.

—¿En qué estábamos? —se fue acercando al mayor mientras abría los brazos. El pelinegro sonrió mostrando los dientes e imitó la acción, fundiéndose en un cálido y apretado abrazo.

**

Frank veía sus labios moverse, pero había dejado de escuchar hacía unos minutos, solo asentía de vez en cuando.

—¿Frankie? —el más alto se había dado cuenta de que el otro no contestaba a nada de lo que decía y esta no fue la excepción—. Frank, ¿me estas escuchando? —movió la mano frente a su cara, acercándose un poco más.

El castaño tomó su mano y cortó la distancia entre sus labios con un beso que el pelinegro correspondió, no le molestaría acostumbrarse a eso. Se separaron y, luego de unos segundos, el más bajo habló.

—Lo siento, no —Gerard hizo una mueca de confusión y el otro le aclaro:—. No, no te estaba escuchando.... ¿Puedo? —se estaba acercando de nuevo, el de ojos verdes asintió, esperando sus labios.

**

Las horas pasaron volando para ambos, ya faltaba una hora para el cierre cuando Ray entró por la puerta, tan abrigado que se asemejaba a un gran muñeco de nieve, ya que una fina capa de esta cubría toda su ropa.

Dirigió su mirada al mostrador, donde se encontraba su amigo y oh, no estaba solo, en serio que no. Se sentó en silencio a esperar, pasaron unos minutos en los que Frank y esa chica no dejaban de mirarse y besarse, ya se estaba aburriendo. Tal como si hubiese leído sus pensamientos, la pelinegra súperabrigada miró en su dirección.

—Frankie... llegó alguien —bajó la vista. El enano giró la espalda, encontrándose con su rizado amigo, que lo miraba con una ceja alzada.

—¡Ray, hermano! —lo saludó con emoción—. Ven.

El otro obedeció acercándose y apoyando sus brazos en la barra frente a él.

—¿Qué hay? —tomó una galleta del plato de exhibición y la mordió.

Gerard no había dicho nada, estaba muy nervioso. Sentía calor en toda su cara, podía aceptar que los clientes lo vieran compartir saliva con el empleado, pero el chico con afro era amigo de su enano, simplemente no sabía qué hacer.

—¿Cómo se llama tu novia, Frank? —lo miró con una sonrisa pícara, ya que la chica permanecía callada.

El pelinegro frunció el ceño y se sonrojó. Sabía que se asemejaba a una mujer y estaba muy bien con eso pero ¿en serio lo confundían con una?

—Él —remarcó el castaño,pasando un brazo por la cintura del mayor y atrayéndolo hacia sí—, es Gerard.

—Lo siento, hermano, en serio soy un tonto —el rizado le tendió la mano al chico, sentía que iba a morir de la vergüenza. El mayor asintió y la estrechó.

—Ahora vengo, yo... —buscó rápido una excusa—. Voy al baño ¿sí? —se separó del castaño y prácticamente corrió hacia donde había dicho.

En cuanto desapareció por la puerta, los dos se miraron.

—Amigo, se te cayó algo —Ray señaló el piso del lado del castaño y mordió su galleta.

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora