9.

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ierococaine Blurryputa gracias por la ayuda y todo, bla bla bla. En fin, la profecía se va cumpliendo.

Se negaba a levantarse, no. De ninguna manera.

Llevaba despierto unos minutos y estaba realmente cómodo sobre su chico. Gerard se encontraba boca arriba sobre la cama con el tatuado acostado encima suyo, que mantenía sus piernas flexionadas a los costados de las caderas del pelinegro y sus brazos detrás del cuello de este, mantenía su oreja contra el pecho ajeno, los latidos y el subir y bajar del pecho del mayor lo reconfortaba.

Dirigió una de sus manos al cuello del otro y quitó el pelo de esa zona, descubriendo la marca que le había hecho la noche anterior.

Sintió la mano de su novio recorrer su desnuda espalda y se acercó a besar sus labios.

—Buenos días, cariño.

—Hola, Frankie —abrió un ojo y lo volvió a cerrar. Se enclinó un poco hacia la izquierda, intentando que el tatuado baje de él, pero este solo se agarró con más fuerza.

—Me voy a quedar encima tuyo, te guste o no —movió sus manos por el pecho y los costados del chico bajo él.

—¿Nada puede hacerte cambiar de opinión?

—Déjame pensar hm... No.

—¿Un delicioso desayuno?

El tenido dejó un casto beso en sus labios volvió a su posición inicial.

—¿Un baño? —volvió a intentar.

El otro levantó la cabeza y le sonrió.

—¿Vienes conmigo? —el mayor se sonrojó y se llevó las manos al rostro.

—¡Frank!

—¿Olvidas que ya te vi desnudo, Gee? Y, oh, vaya que te vi...

—Cállate, tonto —se descubrió el rostro, estaba muy sonrojado—. Está bien, vamos.

El enano no sabía si estar feliz o deprimido, realmente estaba cómodo. Lentamente se fue enderezando y quedó sentado sobre las piernas ajenas, siendo seguido por Gerard.

El tatuado se puso de pie y caminó hacia el baño, segundos después, el más alto imitó su primera acción e hizo una mueca, le dolía el trasero y estaba seguro de que caminaría raro, por lo menos, dos días. Cuando entró al cuarto, Frank ya estaba bajo la lluvia artificial.

—¿Gee?

Al escucharlo se sobresaltó e intentó salir y cerrar la puerta, pero antes de lograrlo el tatuado caminó hacia él y lo abrazó, empapándolo.

—¿Dónde ibas? —al no obtener respuesta sonrió—. Quítate esto, está mojado —comenzó a levantar la remera de su novio, dejando un beso en sus labios, el pelinegro lo dejó desnudarlo y luego entraron a la ducha.

El mayor se había quedado estancado en la noche anterior, no entraba en su cabeza cómo el menor podía quererlo.

—Sabes que eres hermoso, ¿cierto? —la voz del chico lo sacó de su ensimismamiento.

—No... Tú lo eres —contradijo el más alto sonrojado.

—Mira esas lindas mejillas rojas —las apretó suavemente con sus dedos y dejó besos en ellas.

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora