EXTRA 2.

2.5K 368 654
                                    


Los gritos y risas inundaban el ambiente, era la vida que siempre había soñado.

Llevaban ya doce años casados, los mejores de su insignificante existencia. Habían adoptado tres niñas y un niño y él los amaba.

—¡Vengan, vengan! —Frank llamó a sus hijos, llevándolos lejos de Gerard y comenzó a hablar en voz baja—. A la cuenta de tres atrapamos a papi Gee y le hacemos cosquillas, ¿si? —los niños asintieron emocionados—. Uno, dos... ¡Tres!

Los cuatro salieron disparados hacia el mayor, empujándolo y logrando que caiga al piso haciendo un fuerte ruido que pronto fue reemplazado por las carcajadas de este.

—¡Tengan piedad! —suplicó—. ¡A papá, ahora!

Y antes de darse cuenta, el enano estaba tapado por otros cuatro cuerpos; las cosquillas no se hicieron tardar.

Amaba su vida, de verdad lo hacía.

La tarde se pasó volando entre juegos, televisión, risas y abrazos, llegando la hora de cenar. Dentro de una semana comenzaría su gira y quería pasar la mayor parte posible de su tipo con su familia.

Gerard tenía razón, sí llegaron a hacerse muy conocidos. Siempre llegaban a la casa grandes cantidades de dulces, dibujos y otros regalos entregados por los fans, aunque rara vez llegaba a probar los comestibles antes de que fueran usurpados por sus hijos o su esposo.

Él se encargó de la comida mientras los demás miraban televisión en la enorme sala de estar. Había descubierto una receta de hamburguesas de garbanzo, al principio le parecían de corcho, pero se fue acostumbrando al sabor y hasta le gustaban así que cocinó algunas para él y el resto de carne, no había convencido a ninguno de ser vegetariano (ni siquiera a Miles, su único hijo).

—¿Papa? —llamó una voz desde la puerta de la cocina.

—¿Qué pasa, B? —se acercó a su hija y la alzó en brazos.

—¿Puedo ayudarte a cocinar?

—Claro que si, pequeña.

Volvió a acercarse a las sartenes sobre el fuego y dejó a Bandit en el piso.

—¿Preparas los panes? —le asignó la primera tarea que se le ocurrió, no había mucho que hacer.

La niña asintió y comenzó a separar los panes con sumo cuidado, no quería romperlos.

—¿Cómo se conocieron papi y tú?

Frank soltó un suspiro y sonrió, comenzando a relatar su tonto trabajo y esa maravillosa tarde en la que conoció al amor de su vida. Le contó todo lo que recordaba de ese día y el siguiente, y el siguiente, incluso cuando él y Raymond pensaron que era una chica, ganándose una carcajada de la menor.

—¿Papi Gee parecía una niña?

—Puedo jurar que si, llevaba un sweater rosa con un conejo, nunca voy a olvidarlo.

—¿Fue amor a primera vista?

—Si, fue amor a primera vista —respondió una tercera voz, Gerard, acercándose a ellos.

Ahora llevaba el pelo marrón al igual que Frank, aunque pensaba cambiarlo a naranja, haciendo caso omiso a las peticiones de su marido para que vuelva su "limoncito".

"No puedo ser un limón para siempre" había replicado él.

—¿Y luego? —insistió la niña, quería conocer toda la historia de sus padres.

Ellos se miraron y asintieron, iban a seguir con la historia cuando los otros tres niños aparecieron por la puerta.

—¡Vengan, escuchen esto! —los llamó Bandit—. Me estaban contando como se conocieron.

—¡Yo quiero oír! —Lily se acercó a ellos rápidamente, seguida por Cherry y Miles.

—¡Yo también! —gritó la otra niña.

—¿Miles? —preguntó Frank alzándolo—. ¿Quieres saber?

—Está bien.

Ninguno de los dos mayores se sorprendió, no esperaban que al chico le importara su historia de amor.

Comenzaron de nuevo, desde el principio. Se ayudaron para relatar todo de la forma más completa posible, contando hasta el más mínimo detalle que llegaban a recordar y pequeñas y ridículas anécdotas que hacían a todos reír.

Iban por los primeros día de su noviazgo cuando el olor a quemado inundó sus fosas nasales, causando que todos se giraran hacia las marchitas hamburguesas.

—Mierda —susurró Frank bajando a su hijo y quitando las sartenes del fuego mientras sus hijos reían—. No tiene nada de gracioso, ahora no podremos comer nada —dramatizó.

—Podemos pedir pizza —ofreció Gerard, poniéndose de cuclillas para estar más o menos a la altura de sus hijos—. ¿O quieren comer afuera?

Y ese fue el comienzo de una complicada discusión familiar.

**

—Yo quiero sentarme al lado de papi Gee.

—Tarde, Lily —sonrió el niño acomodándose en su asiento.

—Miles, no seas malo con tu hermana —lo regañó Gerard, tomando a Bandit para sentarla en sus piernas.

—¿Por qué cargas a B? —se quejó de nuevo la niña.

—Suficiente —Frank apuntó a su hijo—. Muevete, yo voy a sentarme ahí. Y tú —señaló a su marido—. Deja que Bandit se siente sola, ya tiene edad.

Ambos acataron sus ordenes, hubiera sido más fácil quedarse en casa y comer en los sillones.

Como no podían decidirse, partieron hacia una pizzería, causando más discusiones por los asientos.

—Terminen de contar la historia —reclamó Cherry, que se había mantenido callada hasta el momento.

—Claro... ¿Donde nos quedamos? —preguntó el mayor del grupo.

—Cuando te perdiste en el supermercado —apuntó Bandit riendo.

Podía sonar como un chiste, sin embargo no lo era; habían salido a hacer las compras para un pequeño pincic con Ray y Mikey para que se conocieran ya que eran las personas más cercanas a la pareja, y él se había ido en busca de galletas, dejando a Frank sólo en el pasillo de bebidas y cuando volvió ya no estaba, el menor había corrido hacia el mostrador de consultas en cuando se dio cuenta que su novio no estaba, estando a punto de pedir que lo llamaran por los altoparlantes, pero él apareció a su lado antes de que lo atendiera la chica que se encargaba de dicho sector.

—Que tonto, papi —dijo Lily riendo, como el resto de los niños.

—Así es —confirmó Frank, haciendo que el otro lo mirara los fingido dolor—. Pero aún así lo amo —se acercó a besarlo.

—Paren esto —suplicó Miles tapándose los ojos mientras el par seguía con sus labios pegados.

—Callate —susurró Bandit a su lado.

Finalmente de separaron, mirando s sus hijos sonrientes.

—Ustedes son el fruto de nuestro amor y la cosa mas importante en nuestras vidas ¿Lo saben?

—Nunca dejen que les digan lo contrario, los amamos —Gerard tomó la mano de su marido por sobre la mesa mientras hablaba—. Somos la familia que siempre soñamos, nos hacen felices y estamos muy agradecidos de poder tenerlos.

—Y quiero aprovechar este momento para decir... —Frank de puso de pie, alejando la silla lo suficiente para poder arrodillarse—. Amor, ¿Te casarías conmigo... de nuevo?


Y este es oficialmente el fin, gracias por leer

Sweater's BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora