❄
La adolescencia era una época de cambios.
Yuri lo notaba. En su voz que oscilaba entre el tono aniñado y uno un poco más maduro. En el dolor de huesos y el sentirse un poco más alto. En esa fiera rabia que lo consumía de repente al no poder hacer o comprender algo. O esa extraña tristeza al no poder comprenderse a sí mismo. Aunque en el caso de Yurachtka, todo se arreglaba a gritos y golpes.
Al menos sabía que no debía preocuparse de la barba. Ni su padre ni su abuelo parecían poseerla en su adolescencia. Aunque el hecho de ser lampiño también le molestaba un poco. Quería crecer ya.
Deseaba despertar un día y ser un adulto. Ser muy alto y parecerse a su padre, al que veía todas las noches en el cuadro que decoraba el pasillo principal. Ya le daba igual el cabello largo o corto, sentía que lo odiaba de ambas formas.
La pubertad realmente causa estragos en los alfas. Estaba causándolos en Yuri, quien no terminaba de acostumbrarse a los cambios.
Había cumplido dieciséis hace unos meses y estaba seguro de que antes de cumplir los diecisiete, ya no se podría reconocer a sí mismo.
Entonces las dudas elementales lo atacaban. Sobre lo que debería hacer, sobre quién era entonces, sobre qué pasaría a continuación.
Le hubiera gustado que Mila fuera alfa. Aunque sea, un chico. Así podría preguntarle cosas que se avergonzaba de preguntar a otros.
Usualmente los padres son los encargados de apoyar en esos cambios. Mila tenía amigas mayores a quienes consultar o a todas sus damas de compañía, al menos las mujeres eran más abiertas en este tipo de cosas. O esa sensación tenía el joven alfa.
Le hubiera gustado preguntarle a su abuelo. Pero los escasos momentos que pasaban juntos a la hora de la comida, no parecían ser el lugar más indicado para decirle cómo se sentía.
Entonces sentía que el mundo estaba en su contra. En especial cuando la única persona con la que podía hablar de estas cosas era...
—Yuuri ¿a tí te cambió la voz cuando... ya sabes? —preguntaba con una timidez extraña, mientras paseaban por los alrededores de la mansión. Como si el chiquillo temiera que alguien lo descubriera hablando de esas cosas y se burlara de él.
El omega parpadeó un poco, como si no terminara de tragarse las preguntas. Ya iban nueve meses de ser niñero de Yuuri y los últimos tres habían sido bastante silenciosos.
Lo guardaba para él, como la mayoría de sus cosas, pero Katsuki había estado algo cabizbajo ante el hecho de que Yuri ya no le hablara tanto.
Se sintió terriblemente feliz en ese momento, sin descontar la sorpresa. Era como hace unos meses y esa sensación era realmente agradable.
Rápidamente buscó palabras para responderle a Yuri, quien en ese punto ya estaba alcanzando su estatura, el alfa lo miraba de una manera que solo lo apresuraba.
—Bueno... algo así. La voz que tengo ahora, cuando niño era mucho más aguda... —declaró con una tímida sonrisa, mientras bajaba la mirada —. A veces cuando hablaba fuerte mi voz hacía sonidos divertidos, pero pasó igual con todos los niños con los que conviví. Así que supongo que es algo normal.
Yuri respiró aliviado ante esa afirmación. Cerrando los ojos y escondiendo las manos en sus bolsillos.
Las huellas de Yuri y Yuuri en la nieve formaron un camino desde la salida trasera hasta la enorme reja que rodeaba la entrada del terreno. Caminando en silencio. Su relación tan animada e íntima en un inicio, se había transformado en largos silencios y comentarios banales.
ESTÁS LEYENDO
❀ Brotes de Invierno ❆ 【 Omegaverse】「𝒴𝓊𝒴𝓊𝓊」
Hayran KurguEn esa mansión había dos chicos compartiendo nombre. Por un lado, estaba el joven heredero de la renombrada familia Plisetsky, Yuri. Un alfa con un carácter demasiado difícil según su abuelo. Por otro lado, estaba Yuuri. Un omega que acababa de...