capitulo 1

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Estrella de Fuego rodeó un avellano y se detuvo para olfatear el

aire. Bajo la luz de la luna casi llena pudo ver que se encontraba en

las cercanías del arroyo que fluía junto a la frontera con el Clan de

la Sombra. Oía su burbujeo tenue y captaba rastros de las marcas

olfativas del Clan de la Sombra.

El macho del color de las llamas se permitió un suave ronroneo

de satisfacción. Hacía ya tres estaciones que lideraba el Clan del

Trueno y creía conocer cada árbol de su territorio, cada zarza y cada

sendero diminuto que habían creado en su territorio los ratones y

campañoles. Había habido paz desde la aterradora batalla en la que

los clanes del bosque se habían unido para expulsar al Clan de la

Sangra y a Azote, su líder sanguinario, y los días largos de la hoja

nueva y la hoja verde habían traído consigo infinidad de presas.

Pero Estrella de Fuego sabía que se escondía un atacante en

algún lugar entre la tranquilidad de la noche. Se obligó a

concentrarse con todos los sentidos alerta. Olió a ratón y conejo, el

aroma fresco de la hierba y las hojas y, muy tenuemente, el hedor del

lejano Sendero Atronador. Pero había algo más.

Algo que no podía identificar.

Levantó la cabeza para inspirar y llevar la brisa a las glándulas

olfativas del paladar. Justo en ese momento surgió de pronto una

figura oscura de entre la fronda rizada. Estrella de Fuego se giró

sobresaltado para enfrentarse a ella pero antes de que tuviera la

oportunidad de levantar las patas para defenderse, la figura aterrizó

con fuerza sobre sus hombros, tirándolo al suelo.

Estrella de Fuego hizo acopio de fuerzas, rodó sobre la espalda

y estiró las patas traseras para lanzar a su atacante.

Casi podía imaginarse sobre él aquellos amplios omóplatos

musculosos, la inmensa cabeza con oscuras franjas atigradas, el

brillo ambarino de los ojos...

Estrella de Fuego apretó los dientes y golpeó con más fuerza con

las patas traseras. Una pata delantera se abalanzó de pronto sobre él

y dio un respingo en espera del golpe.

El peso que lo mantenía inmóvil contra el suelo desapareció de

pronto al apartarse de él el gato atigrado con un aullido triunfal.

– Ni siquiera sabías que estaba ahí, ¿verdad?- maulló- Venga,

admítelo Estrella de Fuego. No tenías ni idea.

Estrella de Fuego se puso en pie y se sacudió del pelaje las

semillas de hierba y los retazos de musgo.

– Zarzo, ¡grandísimo zoquete! Me has aplastado como a una

hoja.–

Lo sé- los ojos de Zarzo brillaron- Si hubieras sido un invasor

La Busqueda de Estrella de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora