El único paso a modo tanto de entrada como de salida de los Ispolin era Адом ("Adom") , la cual se encontraba justo por el camino de la 14th Ave NW KM83 entre el límite de Manitoba, Canadá y Westhope. Por ese motivo, el primer y más grande asentamiento se ubicó permanentemente en Lions Park, Bismarck en Dakota del Norte a solo 277 kilómetros de ellos, al tiempo que se tomaron las medidas de evacuar a toda la población hasta las fronteras de Nevada, Utah, Colorado, Kansas, Misuri y Tennessee, para de esta manera evitar más bajas civiles.
Ahí fue a donde me trasladaron. La situación sólo podía provocarme asco, ya que si me hubieran dado a elegir, morir en mi ciudad habría sonado como una mejor opción; no ahí, no en esa cosa, no a manos de esas fregaderas.
El lugar era una nave industrial, gris, enorme y fría. Me dieron muy pocas explicaciones y claro que ninguna bienvenida. Bajando del helicóptero, enseguida unos sujetos me arrastraron consigo para comenzar a hacerme pruebas de sangre, de orina, físicas, de resistencia... ¡vaya que no tenía resistencia alguna! Al parecer mi fuerza surgía únicamente cuando mi vida dependía de ella. Me hacían preguntas. Me picaban con agujas. Más preguntas.
En algún momento me colocaron de nueva cuenta los electrodos. Sentí la misma descarga y ahí estaba otra vez el cuarto blanco, con el tipo rubio a unos metros de mí; su rostro lucía más definido y algo en él me sonó particularmente familiar.
—Yuri —repitió.
—¿Qué significa eso? ¿Qué quieres de mí? —reclamaba con insistencia, pero él no me respondía. De pronto una sonrisa macabra se dibujó en su rostro y yo abrí los ojos.
Me encontraba en un cuarto como de hospital, con un olor a medicina impregnando todo el lugar. Tres hombres de batas blancas con un bordado rojo en el pecho, me miraban asombrados mientras tomaban notas, revisando hojas con líneas de colores que salían sin parar de una clase de impresora y soltaban palabras en un ruso perfecto que no lograba entender del todo.
—El Proceso Zeitgeber será fabuloso —escuché de pronto murmurar a uno de ellos. Me resultaba conocido de algo, pero no pude identificar de qué. Intenté leer lo que decía el logo de su vestimenta pero una alarma demasiado ruidosa comenzó a sonar en el complejo interrumpiéndome.
Como si de abejas alborotadas en un panal se tratara, todos se agitaron, moviéndose de un lado a otro y tomando cosas de estantes que lanzaban por sobre mi cabeza. Uno de los tipos de bata, recordando mi presencia en el lugar, se acercó a la cama y me arrancó los electrodos con violencia dejándome unos cardenales circulares en la piel, para terminar por entregarme un abrigo largo de color oscuro.
—Repórtate en el Centro de Operaciones ahora mismo —sin decir más, salió disparado de la habitación junto con los otros, dejándome sola.
—¡Ah, claro! Como sé dónde queda eso —critiqué exasperada —. Todo lo que han hecho desde que llegué es darme órdenes, moverme de un lado a otro, "ponte esto, quítatelo, corre, brinca, habla, la la la la..." ¿No quieren que les limpie los zapatos también? Digo, ya que ando en eso.
Estaba muy cabreada. Me puse el abrigo y unas pantuflas que encontré en el suelo para salir de ahí. Había mucho movimiento, la alarma no paraba de sonar y eso agitaba a todo el personal; en definitivo como abejas. Solo podía ver pasillos, más pasillos y gente corriendo entre ellos. Sin saber a dónde dirigirme, opté por seguir al río de personas, quienes me condujeron hasta un espacio abierto.
¡Era la zona de embarque de los Voin! Lucían enormes y geniales, había 5 de ellos estacionados en línea recta. Por un microsegundo me imaginé gloriosamente combatiendo en uno, pero descarté la idea de mi mente con un movimiento de mano enseguida.
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La última sombra del hombre
Science FictionLas dificultades están destinadas a despertarnos, no a desalentarnos, ya que el espíritu humano crece a través del conflicto, pero también es ahí, cuando nos damos cuenta de la vileza del ser humano para sobrevivir a una amenaza, en este caso de tip...