13. No confíes en Charlie Brown

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Después de volar por diez minutos más, uno de los militares me ofreció un aparato grande y rectangular.

—Los radios de corto alcance ya funcionan desde aquí.

—Gracias, ¿en qué frecuencia encuentro el Centro de Operaciones? —le pregunté a través de los audífonos y por sobre el escándalo que el helicóptero nos ofrecía.

—Pon el canal cinco, ahí deberían contestarte —hice lo que me indicó moviendo las perillas hasta el número mencionado, la radio era demasiado vieja y por un momento temí que al llegar al asentamiento nos tuviésemos que comunicar con clave morse o algo parecido, aunque eso no iba a suponer un problema mí. Si la Línea Divisora se acercaba demasiado a nosotros, perderíamos toda la tecnología, incluyendo a los automóviles.

—¿Anton? ¿Alguien me copia? —esperaba que mi voz se escuchara por encima de todo el estruendo que causaban las hélices—. ¿Anton? ¿Artiom? ¿Alguien está por ahí?

¿Jul? ¿Eres tú? —era una vez más el pelirrojo que me contestaba enmascarando la incredulidad de un semblante serio, ocultando su preocupación por la situación.

—¿Dónde está Artiom? —necesitaba que alguien lo ubicara cuanto antes.

No lo sé, en la evacuación supongo, nos costó demasiado trabajo encontrar a Takahiro.

—Anton por favor, revisa las cámaras, necesito que me digas si lo ves —le interrumpí con un dejo de súplica en mi voz.

Está bien, está bien, deja veo qué puedo hacer. ¿Vienes en el helicóptero, verdad? Apenas logro escucharte con claridad —me respondió de malas. Era obvio que se estaba estresando de más con todos los eventos ocurridos en la última media hora—. Jul no puedo verlo, hay demasiadas personas avanzando por los pasillos.

—Anton, es un tipo rubio y alto de bata blanca, sólo existen tres personas en el asentamiento que caminan día y noche con algo así como si la vida les dependiera de ello. Búscalo bien —le gruñí a mi inocente compañero, pero tenía poco o nada de tiempo y él no me estaba ayudando mucho—. O, ¿ves al teniente? —era una segunda opción, aunque muy mala a decir verdad.

¿Jul cuál es la prisa? Deja veo... espera... sí, el teniente Wright camina rumbo al cuarto de Artiom. No hay cámaras dentro, así que no puedo ver si se encuentra ahí también. ¿Qué clase de trío se traen ustedes? Hace rato ellos tampoco paraban de buscarse el uno al otro y los noté todo el tiempo echándose el ojo —agradecí que Artiom no fuera idiota y se estuviera cuidando de Wright, pero si el susodicho había logrado asesinar a su padre en mitad de una celebración patriótica, nada lo detendría de hacer lo mismo con él, agradeciendo todo el bullicio provocado por la evacuación y quien sabe, igual cuando no apareciera el joven dentro del conteo de los sobrevivientes lo reportaría como caído en acción o alguna jalada así.

—Aterrizaremos en un minuto. Siéntate derecha, te van a transportar en una ambulancia directo al siguiente asentamiento para tratarte las heridas —me avisó un militar, haciendo que perdiera el hilo de mis pensamientos. Asentí con la cabeza. No necesitaba un doctor, necesitaba respuestas.

Me acomodé en posición firme en el asiento y hasta ese momento sentí un dolor punzante en la espalda porque claro, con la conmoción de todo lo ocurrido, no reparé en que nuevamente pequeños receptores como finos palillos se habían insertado a través de toda mi columna. El dolor de la pierna ardía como el averno mismo, por eso no me percaté del resto de los daños obtenidos en la pelea. Metí la mano bajo la sudadera sólo para retirarla empapada de sangre y sudor, que solo hacía que la escena pareciera aún más grave de lo que era. Genial, apenas tenía unos días sin los puntos y ya volverían a ponerme más.

La última sombra del hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora