Ángel y demonio. Parte II

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Solté un pequeño gemido, que fue solapado por la voz del soberano

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Solté un pequeño gemido, que fue solapado por la voz del soberano.

—¡Silencio todos!—rugió, engarzando aquellos fragmentos de ópalos que eran sus ojos, en los de Daniel, cuando este se giró con brusquedad al percatarse de la situación. Era notoria la disparidad entre ambos. Los iris de Daniel, aunque eran temerarios, también eran portales de luz, mientras que los de Argos eran pozos de oscuridad. Ángel y demonio compartiendo el mismo espacio—. Parece que al fin nos estamos entendiendo—, continuó su majestad en tono más sereno—. Te pido que desistas tus intenciones querido y, sobre todo, ya no destruyas mi bien amado palacio o me veré obligado a destrozar algo más preciado para ti—La hoja metálica mordió mi garganta con más ahínco, tras esas amenazantes palabras.

Darius aprovechó el momento de sujeción del ángel para cerrar el cofre de nuevo, mientras que los soldados, ya repuestos de su sordera, lo retiraron del recinto.

Mi corazón latía apresurado pero intentaba controlarme, manteniendo mis ojos fijos en la imagen de Daniel que, una vez más, me había salvado.

—No haré nada —masculló el celestial y noté que los relámpagos azules de sus ojos se esfumaban mostrando un cielo cobalto despejado—. Pero libere a Alise, por favor...

Ante su respuesta Argos enfureció.

—Si te rehúsas a cooperar ahora, lo harás cuando seas testigo del destino que le aguarda a tu ‹‹amiguita››— amenazó. Acto seguido ordenó a los soldados— Ya saben qué hacer con ella.

—¡Nooo! —Giré en dirección a Argos, intentando zafarme—. Daniel está diciendo que va a cooperar si me liberan. ¿Acaso nadie lo entiende?

Su majestad enarcó una ceja, con incredulidad.

—¿Ahora puedes traducir sus gritos? ¿Sabes qué pienso? —preguntó de forma retórica—. Creo que solo buscas ganar tiempo, pero ya es demasiado tarde para eso. Hagan lo que deban y asegúrense de que nuestro querido ángel no pierda detalle—ordenó, escéptico.

—¡Claro que no!—Grité, al tiempo que buscaba liberarme, con mayor empeño, provocándome cardenales en el brazo—. Pueden hacerme lo que quieran, pero no miento cuando digo que entiendo Daniel.

Frente a mi insistencia, noté un cambio de actitud en el soberano. Una pizca de interés asomó tras su entoldada faz.

—Así que ese es su nombre...—musitó, llevando una mano a su barbilla —Daniel el ángel y la muchacha interprete. ¡Qué extraordinario desenlace!

Su expresión cambió por completo. ¡Comenzaba a creerme!

—Daniel intentaba recuperar sus alas, por eso reaccionó de esa forma—expliqué, aprovechando el momento de credulidad.

El soberano se dirigió entonces al alado:

—Ahora que nos entendemos gracias a tu amiga, podemos retomar la comunicación pacífica. Por el momento deberás prescindir de tus alas, pero te prometo que si me ayudas a encontrar lo que busco, muy pronto te las devolveré y ambos serán libres de irse. Tienes mi palabra de honor—dijo, usando un tono conciliador. Incluso, en acto solemne, llevó una mano hacia el pecho, al lugar donde estaba el corazón (en el caso de que tuviera uno).

No le creía una palabra, pero era la única carta que tenía.

Miré al ángel buscando su aprobación. Esperaba que él pudiera seguirme el juego.

—Ya oíste lo que quiere. Dime qué responder y yo hablaré por ti...

Daniel asintió.

—¿Pregúntale a ese miserable qué es lo que quiere encontrar? —Destinó a Argos una mueca de desprecio.

Era evidente que odiaba aquella situación de sometimiento, incluso aún más que yo, pero no teníamos mayor opción que obedecer.

Le transmití al soberano su pregunta (reelaborada, por supuesto).

Argos ordenó a sus subalternos marcharse de la habitación, en busca de privacidad. Excepto por Darius, que era mi carcelero personal. Después habló:

—Deseo encontrar la fuente de la energía vital.

Dos cosas había sacado en claro de todo eso. Primero: Argos había determinado mi ocupación en ‹‹El Refugio››. No sería una esclava común y corriente, sino una con un poco más de ‹‹prestigio››, una especie de esclava real, cuya función era la de ‹‹traductora oficial del ángel››. Y segundo, y aún más increíble e importante: todas las historias de mi madre se estaban volviendo realidad.

Mientras yo me encontraba fascinada por el curso de los acontecimientos, y empezaba a abrir mi mente ante cosas que creía imposibles, Daniel se entraba en la negación más absoluta.

Aunque su respuesta no me satisfizo, dije:

—Daniel ha dicho que es imposible acceder a sus deseos. La fuente no está al alcance de todos. Se encuentra lejos de nuestro mundo, en su hogar.

‹‹¿O sea, el cielo?››

—Estaba al tanto de eso—comunicó el mandatario—, y es por eso que estoy feliz de tenerte aquí. ¡No te imaginas cuánto te he esperado! Sé que tú conoces el camino y que eres el único que puede permitirme el acceso a la ‹‹Tierra Mítica›› o ¿me equivoco?

—No puedo hacerlo—insistió Daniel, y yo quise patearlo.

Con aquella respuesta peligraba nuestra situación.

El celestial no llegaba a captar lo que debía hacer, que era seguirle la corriente a Argos para dejarlo satisfecho y así ganar tiempo. Algo esencial si queríamos elaborar un buen plan para escapar de allí ilesos.

¡Cómo me hubiera gustado que entre las magníficas habilidades de ángel una fuera leer mentes! Daniel lo estaba arruinando todo con su necedad.

››Está prohibido llevar humanos allí Alise y, aunque no lo estuviera, jamás llevaría a este cretino a ‹‹Tierra Mítica››—añadió, de manera rotunda.

No era argumento suficiente y mucho menos un fundamento comunicable.

En ese momento supe que debía seguir sola, sacándolo a él del juego y rápido, pues Argos se mostraba cada vez más impaciente.

—Daniel me ha informado que está prohibido el acceso de los humanos en su mundo —Hice una pausa y formulé una disculpa en mi mente—. Sin embargo, pensará en alguna forma de cumplir sus deseos... ‹‹Señor››.

Sentí la mirada penetrante de Daniel sobre mí, pero decidí ignorarla.

—¡Esa es una noticia excelente! —El soberano sonrió de manera amplia—. Darius, quítale a esta joven las esposas. A partir de ahora ambos son mis invitados en el palacio—anunció. Su ‹‹subyugado›› obedeció—. Esta noche habrá una función especial en nuestro Circo, organizada en su honor—continuó—. Contamos con toda clase de talentos, por lo que estoy seguro que les encantará, sobre todo a ti Daniel. ¡Te sentirás tan cómodo como en ‹‹tu propio hogar››!—la sonrisa torcida y el énfasis en la pronunciación de aquella última frase, me dio la pauta de que había un doble significado oculto tras sus palabras.

Una vez más el mandatario llamó a los guardias y proporcionó instrucciones exactas para que los sirvientes nos preparasen ‹‹las mejores habitaciones del palacio››.

Poco después dejamos la habitación, pero alcancé a ver una última imagen: Argos haciéndole entrega a su perro faldero, Darius, de un obsequio.

—Aquí tienes mi ‹‹leal Comandante››, te lo has ganado—El aludido tomó el objeto complacido.

‹‹Seguramente se trata de joyas u oro›› pensé, mas me sorprendí al darme cuenta que lo que el soldado tenía en la palma no eran riquezas, al menos no aquellas por las que los hombres de antaño batallaban. Se trataba de un puñado de cápsulas diminutas parecidas a semillas azules.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora