El Portal. Parte II

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Sin perder más tiempo, comenzó a examinar las paredes de la cueva, en busca de una salida, supuse.

Cuando estuvimos a solas, Vera se acercó y me susurró:

—Alise, ¿cómo es posible que el plan de Daniel funcionara? La profecía decía...

—Sé lo que decía—la interrumpí, hablando en voz baja—. Indicaba que Argos iba a morir y eso ocurrió. Solo cambió el ejecutor. No sería la primera vez que el destino se altera.

Mi tía mantuvo silencio. Se mostraba meditabunda y en sus facciones asomaba la duda. Estaba segura de que comenzaría a polemizar, cuando el ángel apareció.

—¿De qué hablaban?

—De nada en especial...Le decía a Vera cuánto detesto este lugar— mentí.

—Bueno, ya no tendrán que seguir aquí mucho más—señaló, sonriente—. Hay algo que debo mostrarles—. Hizo un ademán para que lo siguiéramos.

Nos detuvimos frente a una pared hermética. No comprendía qué tenía de maravilloso ese sector, hasta que deslizó su mano sobre la superficie descorriendo un velo invisible.

Se materializó entonces un portal, el cual desprendía rayitos de luz blanquecina.

—¿Qué es eso? —preguntamos Vera y yo al tiempo.

—Eso, mis damas, es la entrada a mi hogar.

Volví mis ojos hacia el portal.

—¿Cómo es que los demonios no lo atraviesan?—inquirí, introduciendo mi mano en su interior. Un leve cosquilleo recorrió mi piel.

—Está protegido por magia —respondió Daniel—Observen.

A continuación, sopló sobre el rutilante portal. Miles de diminutas partículas iridiscentes floraron a nuestro alrededor.

La luz que emanaba se amortiguó, hasta que cada molécula volvió a posarse en la superficie, amalgamándose entre sí. Entonces el mágico pasaje recuperó su aspecto áureo.

—Es hermoso —manifestó Vera.

—Y letal—aclaró Daniel—. Las partículas refulgentes son de sal celestial.

—¡Por supuesto! ¡¿Cómo no me di cuenta antes?!—se reprochó Vera, como si fuese lo más evidente del mundo.

Capturé uno de los radiantes granos salinos entre mis dedos.

—¡Cómo que ‹‹por supuesto››! —exclamé, algo molesta —. ¿Qué es eso de la sal celestial?—solté el corpúsculo salino que voló hacia el muro para acomodarse junto a sus compañeros—. ¿Y cómo es que algo tan insignificante puede ahuyentar demonios?

Vera se encogió de hombros musitando un ‹‹lo siento›› y luego dijo:

—La sal celestial es una sustancia muy poderosa usada por hechiceros y ángeles para repeler el mal. Puede aniquilar a las bestias infernales justamente porque su origen es divino.

—Exacto —convino Daniel —. Por eso Iris cubrió la entrada a ‹‹Tierra Mítica›› con esta; para que las criaturas demoníacas no pudieran penetrarla. En el caso de que lograran encontrarla primero... Habrás notado que está oculta tras un velo de invisibilidad.

Asentí.

—Entendido. La sal es perniciosa para los demonios, y no solo un condimento—repuse—. ¿Entramos?

—Las damas primero—sugirió Daniel, cediéndonos el paso.

Inspiré hondo, entrelazando mi mano con la de mi tía, y juntas nos sumergimos por aquella rendija al paraíso.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora