Donde moran los ángeles. Parte II

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El sitio que Daniel definía como ‹‹ el lugar perfecto para descansar›› era un claro donde únicamente yacía un enorme árbol de tronco retorcido, que en cierta medida me recordó al de ‹‹El Santuario›› Sin embargo, este poseía una fronda espesa que s...

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El sitio que Daniel definía como ‹‹ el lugar perfecto para descansar›› era un claro donde únicamente yacía un enorme árbol de tronco retorcido, que en cierta medida me recordó al de ‹‹El Santuario›› Sin embargo, este poseía una fronda espesa que se abría como abanico o como la cola de un pavo real, exhibiendo sus lustrosas hojas acorazonadas de un vibrante color rojo rubí.

—Este es el ‹‹Árbol Corazón›› de ‹‹Tierra Mítica››—comunicó Daniel.

Buscamos un buen sitio entre las anchas raíces que sobresalían de la tierra y se entrelazaban como un edredón vegetal y nos recostarnos.

El celestial desplegó sus propias alas, que emitían una calma flama plateada, y las usó para amortiguar la dureza de los bulbos. Al contrario de lo fuertes y resistentes que se tornaban en batalla, en ese momento eran tan suaves y confortables como un auténtico colchón de plumas.

Apoyé la cabeza sobre el pecho de Daniel, y cerré mis ojos. El latido de su corazón era acompasado, casi musical. Aquella sinfonía en su esternón, lejos de provocarme sueño, me producía deseos de danzar y de besarlo...Aunque en los últimos tiempos siempre tenía ganas de hacerlo.

Mi ángel se mostraba tan quieto y calmo que me pregunté si se había dormido.

—¿Por qué se llama árbol corazón y no abanico? Se parece a uno —indiqué, rompiendo el silencio.

Para mi suerte la charla surtió efecto y él comenzó a propinar plácidas caricias en mi cintura, mientras hablaba.

—Resulta que no tiene que ver con la forma, sino con la sombra. Verás, cuando una pareja se sienta al atardecer bajo el árbol y la sombra proyecta la figura de un corazón completo, significa que ambos están destinados, que son el uno para el otro.

—¡Vaya forma de anticiparse a los hechos! —expresé, divertida. ¡De haber tenido uno de estos árboles en ‹‹El Refugio››! —. ¿Tú alguna vez...—suspiré— Ya sabes, ¿alguna vez trajiste aquí a alguien especial?

Daniel irguió un poco la postura.

También me incorporé, girando la cabeza, para buscar su rostro. Sus facciones eran sinónimo de seriedad.

—Claro que no—respondió, como si fuera la respuesta más obvia—. ¿Por qué lo preguntas?

—Bueno, pensaba...—Se me hacía difícil hablarle cuando me observaba de esa forma. Carraspeé para aclarar mi garganta—. Pensaba en aquella noche en ‹‹El Circo››, cuando Sonia te tocó y dijo que tenías una larga lista de admiradoras. —Él cambió su expresión. Sus gestos se fueron ablandando y una sonrisa amplia se pintó en su rostro. Luego comenzó a reír a carcajadas—¡No es gracioso! Estoy hablando en serio. —Hice un mohín.

—Lo sé y eso es lo que me resulta divertido.— Continuó riendo—. ¡No puedo creer que aún pienses en eso!

—¡La vidente sonó muy convencida!—me defendí.

—Fue necesario, ya que no podía decir frente a un público humano que estaba viendo a un ángel. —Su risa menguó—. Sin embargo, hay algo en lo que no mintió.

—¿Y qué es?

Daniel atrajo mi rostro, anclando su mirada en la mía.  

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora