Ángel Supremo. Parte I

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—¡Eres un ángel! —señaló Daniel, absorto—

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—¡Eres un ángel! —señaló Daniel, absorto—. ¿Cómo es posible?

Le narré lo que había sucedido en el tiempo en que estuvo sumido en su subconsciente, haciendo hincapié en mi linaje. Mi parentesco con Iris explicaba por qué, luego de beber el elixir de la energía vital, me había transformado en una ‹‹Ángel Supremo››.

—¡Bien hecho cariño! —felicitó, detallando una sonrisa.

Cerré mis ojos, dejando escapar un pronunciado suspiro.

—Gané alas...pero tú las perdiste —indiqué, con pesar—. ¿Por qué asesinaste a Darius? Sabías las consecuencias...

—Por las mismas razones que tú mataste a Argos, a pesar de que también conocías los riesgos, justicia—dictaminó—. En mi caso, por Vera.

La mención de mi tía hizo que mi corazón se acelerara como el de un colibrí. Aquel músculo era mucho más susceptible a los estímulos emocionales ahora que me había transformado.

—Si hubiera podido, también hubiera acabado con Darius por lo que hizo y tú serías libre de cualquier castigo —expresé—. Te hubiera protegido, como siempre lo has hecho conmigo.

—No importa eso, ‹‹mi ángel››, no hablemos de castigos—solicitó, evasivo. Acto seguido, acarició mi cabello, el cual también había crecido hasta la cintura.

El mágico fluido había modificado muchas cosas.

—¿De qué quieres hablar entonces? —pregunté, rodeando su cuello con mis brazos. Sus labios se estiraron en una sonrisa.

—De la maravillosa forma en la que evadiste a la muerte, por ejemplo. —Guiñó uno de sus perfectos ojos zafiros.

—¿Evadirla?—cuestioné.

Daniel se encogió de hombros.

—Es una forma de decir. Técnicamente moriste, ya que al beber del elixir tu antiguo ser dejó de existir, y renaciste en uno nuevo.

No lo había pensado de esa forma, pero tenía razón.

La profecía se había cumplido a la perfección. Había acabado con la vida del tirano y en el proceso había muerto, cumpliendo mí designo. La diferencia era que había renacido.

Lo único que restaba era llevar a los habitantes de ‹‹El Refugio›› el elixir para que pudieran sanar.

Podría sentirme entonces satisfecha, (si omitía el tétrico detalle de la pérdida de las alas de Daniel, obvio).

—¿En qué piensas? —inquirió, ante ante mi falta de respuesta.

—En varias cosas, pero principalmente en lo mucho que te amo —admití. Era parte incuestionable de la verdad—, y en lo feliz que estoy de haberte encontrado. —Posé mis labios sobre los suyos, dejando un profundo beso. Su sabor celestial no había cambiado.

Percibí sus pálpitos irregulares.

—¿Qué tienes?—indagué.

—¿A parte de un severo caso de enamoramiento?—Sonrió de lado—. Estoy algo inquieto por la reciente contienda. Cuando me fui, los celestiales tenían la ventaja, pero todo pudo haber cambiado desde entonces.

—Solo hay una forma de estar seguros de lo que ha pasado. Iremos al bosque o a la ‹‹Montaña Sagrada›› en busca de los sobrevivientes, e iremos volando—puntualicé.

Esperaba poder probar esas nuevas alas en todo su esplendor.

Daniel me miró con vileza.

—¿Me pregunto si sabrás usar esas bonitas alas, tan bien como yo? —presumió.

—No creo que lo haga así de bien. —Lo rodeé con mis brazos, sujetándolo con fuerza—. Lo haré aún mejor—añadí, mientras nuestros cuerpos se elevaban por el aire. 


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