Lilith 🍎 Kanato Sakamaki

🍎 XVIII 🍎

Luego del pastel, Tn y Kanato se dirigieron a la habitación de él para tener una fiesta de té junto a Teddy.

Más tarde, ella fue a bañarse, y mientras lo hacía el joven pelilila peleaba a Yui. Cuando terminó su baño, se vistió y se sentó en su tocador a peinar su cabello, y de pronto alguien azotó la puerta de su habitación; ella miró hacia la entrada por el espejo, divisando a un alterado Kanato que sollozaba mientras se acercaba corriendo a ella, también notó que el joven no traía a su peluche, Teddy.

– ¿Kanato-kun? –se levantó.

Él se le abalanzó, abrazándola; ella correspondió, confusa.

– ¿Qué sucedió? ¿Por qué lloras? ¿Dónde está Teddy? –preguntó, preocupada por el aspecto de su sobrino.

– ¡Fue Azusa! –gritó con desdén.– Vino por Yui y ella quería irse con él y dejarnos a Teddy y a mí solos, y...y cuando la detuve, ese maldito sangre sucia tomó a Teddy y... –sollozó y comenzó a llorar.

– ¿Y qué? ¿Qué hizo Azusa con Teddy? –preguntó, animándolo a seguir.

– ¡Él arrojó a Teddy a la chimenea!–gritó llorando.

Tn llevó al menor hacia la cama para sentarse juntos, sin dejar de abrazarlo y tratando de calmar al mar de lágrimas que era su pobre sobrino. Cuando Kanato se relajó, ella le sonrió.

– Vamos. Juntaremos las cenizas de Teddy y le daremos un merecido funeral, ¿Qué te parece?

– E-Está bien –sollozó.– Gracias, Tn-san.

Ella besó la cabeza de su sobrino. Ambos fueron hasta la chimenea donde Azusa había arrojado a Teddy; la chica apagó el fuego y luego recogió las cenizas en un pequeño frasco, al terminar miró al ojilila.

– Kanato-kun...puedo restaurarte a Teddy si así lo deseas –ofreció.

Él negó con la cabeza, sorprendiéndola.

– No necesito a Teddy ahora, Tn-san –se acercó a ella, tomándola de la cintura.– Contigo estaré bien...sólo debes mantenerte a mi lado –sonrió.

– ...Si es lo que deseas...entonces estaré encantada –sonrió.

Kanato la besó, con pasión y ternura a la vez; Tn correspondió gustosa. Cuando el oxígeno se les acabó, se separaron con una leve sonrisa.

– ¿Puedo hacerte otro vestido? –pidió.

– Claro –rió.–, pero primero déjame ir a guardar esto –mostró el pequeño frasco, él asintió.– Tú espérame abajo, no tardo.

El joven asintió y la besó nuevamente; ella rió y fue a su habitación, para guardar el pequeño frasco con las cenizas de Teddy, mientras él la esperaba al pie de las escaleras. Antes de abrir la puerta de su cuarto, oyó el ruido de cristales romperse, seguido por gruñidos de lobos.

«¿Lobos? Entonces ya están aquí...», pensó y suspiró, pero se sobresaltó al recordar algo, «¡Kanato!», gritó mentalmente.

Tn iba a salir corriendo, para ver que los lobos no atacaran a Kanato o alguno de sus trillizos, pero antes de poder abrir la puerta alguien la tomó por detrás, cubriendo su boca; ella se sobresaltó y giró la mirada, viendo a quien la tenía sujeta y a alguien más junto a él.

– Shh. Cállate y quédate aquí –ordenó serio. La soltó.

– Carla –murmuró.

– Ella no está aquí –dijo el contrario.

– ¿Dónde está, prima? –preguntó el del parche.

– Se la llevaron los Mukami, ha de estar allí.