🍎 VI 🍎

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Esa noche, todos iban en la limusina rumbo a la escuela, y extrañamente había una conversación, aunque no muy agradable; Reiji había regañado a los trillizos por intentar morder a Yui a penas esta había despertado, y ellos se quejaron diciendo que no debía haber interrumpido, Subaru llamó a Laito pervertido por un comentario hecho por este último y Shu ordenó a todos que se callaran porque no lo dejaban escuchar bien su música, el de lentes habló de nuevo y el joven de fedora provocó al menor de todos.

– Silencio, Teddy está molesto –se quejó Kanato.

– Chicos, con todo respeto, ¿Podrían hacer algo de silencio? De verdad es molesto que se peleen por estupideces como esta –dijo Tn, sin apartar la vista de su libro.

– Al diablo, tengo sed.

Ayato intento morder a Yui de nuevo, pero Subaru interrumpió.

– No pelearemos Bitchy, pero Ayato-kun no es el único que tiene sed –la rodeó con su brazo.– ¿Por qué no me das un poco de tu sangre? El otro día me dejaste con las ganas. Nfu~ –se acercó más a ella.

– ¡Aléjate de Hime-sama! –gritó el ojilila, atrayendo a la chica hacia él.

– El que tú hayas logrado morderla no quiere decir que te pertenezca, Kanato-kun. Nfu~ Comparte un poco.

– ¡Ni se te ocurra tocarla!

– Chicos ya –se quejó Tn. Miró al castaño de fedora.– Ninguno va a morderme –miró al pelilila del oso.–, o volverá a morderme –dijo seria.

– Eso no lo decides tú –dijo el del oso.– Voy a morderte y te beberé hasta dejarte seca.

Tn quedó en silencio, mirándolo con seriedad.

De pronto, la limusina comenzó a derrapar, Yui gritó y el vehículo voló, chocando contra un árbol e incendiándose inmediatamente. Los hermanos veían como el vehículo era consumido por el fuego; Ayato soltó a Yui, pues él la había salvado, y Kanato había salvado a Tn, abrazándola antes de dejar la limusina.

– G-Gracias Kanato-kun, pero no era necesario.

– Cállate –sentenció.

– ¿No habrán sido ellos? –preguntó el de fedora mirando a un punto en concreto.

Todos miraron hacia donde Laito miraba, allí se encontraban cuatro jóvenes vestidos con el mismo uniforme escolar que ellos.

– ¡¿Quiénes son?! –gritó Ayato.

Una brisa se hizo presente, levantando las cenizas y el humo, tapando a los cuatro jóvenes; cuando el humo se dispersó, ellos habían desaparecido.

– Su olor... –murmuró Kanato.

– Apesta –gruñó Subaru.

– Parece que son compañeros nuestros –dijo Laito, acomodando su sombrero.

– ¿Quieres decir...? –preguntó Yui.

– Aunque no son sangre pura –dijo Reiji.

– No, son sangre sucia –habló Tn seriamente.

– Parece que vamos a tener problemas –habló Shu, quien tenía sus ojos cerrados.

– Ya veo...Una declaración de guerra –sonrió Ayato.– ¡Interesante!

– Tch. Que fastidio –se quejó la pelilia.

[Horas después]

A la hora de dormir, Yui caminaba por el jardín de rosas al no poder conciliar el sueño. Tn estaba en su cama, recostada y mirando aquella rosa blanca teñida con sangre que había recogido del cementerio, tampoco podía conciliar el sueño.

– Cordelia... –susurró y suspiró.

Cerró los ojos intentando dormir, cuando sintió un aroma particular, el mismo que había sentido luego del accidente con la limusina, ese aroma que desprendían los cuatro causantes del accidente. Abrió los ojos y se levantó, aún vestía con su uniforme escolar, pero estaba descalza; salió de la habitación y caminó por la mansión saliendo de esta, fuera encontró a los cuatro chicos, y uno de ellos cargaba a Yui.

– Ustedes... –murmuró. Ellos la miraron.

– Oh, pero si es Tn-chan –dijo el rubio.

– ¿Quiénes son? ¿Cómo saben mi nombre? –cuestionó.

– Eso no importa –dijo el pelinegro.

– ¡Respóndanme, insolentes de sangre! –gritó molesta, exigiendo respuestas.

– ¿Sangre...sucia? –repitió el menor, hablando con lentitud.

– Tú...también eres Eva, ¿Verdad? –preguntó el más alto.

– ¿Eva? –preguntó ella.

– Si ella tiene la sangre de Eva, entonces también nos servirá –dijo el pelinegro.

Los demás lo miraron, aquel pelinegro comenzó a acercarse a la ojiverde con intenciones de llevársela al igual que a Yui, pero antes de poder tocarla alguien lo golpeó.

– ¡ALEJA TUS ASQUEROSAS MANOS DE HIME-SAMA! –gritó furioso aquel ojilila del oso.

Los cuatro hermanos desaparecieron. Tn miró a Kanato y le sonrió.

– Kanato-kun...Gracias –agradeció.

– No dejes que ellos te toquen, tú me perteneces.

– ¿Qué? –preguntó incrédula.

El chico tomó a la fémina de la muñeca y la acorraló en la pared.

– Si vas a huir, hazlo rápido. Y si vas a mentir, calcínalo. Mírame sólo a mí. Sonríe sólo para mí. Como una muñeca encadenada –dijo aquel con seriedad.

– Kanato-kun... –murmuró, algo sorprendida por lo que el contrario le había dicho.

Kanato se acercó al cuello de la joven y la mordió, bebiendo su sangre; ella intentó resistirse, pero sentía como cada vez perdía fuerza. No comprendía el por qué él la mordía sabiendo que eran de la misma raza, ambos eran vampiros de sangre pura.
Finalmente, todo se volvió negro, y Tn se desmayó.

Lilith 🍎 Kanato SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora