Capítulo cuarenta y uno

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CICATRICES▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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CICATRICES
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El viaje de Manhattan a Long Island fue largo, lento e intimidante bajo la vergüenza que le sobrecargaba el alma. Llegaron a un punto en el que jamás habían estado antes y era todo tan nuevo para él, no por ser virgen, porque no lo era, sino porque ésta vez estaba enamorado de la persona con quien compartiría aquel vínculo. Ezra siempre creyó que era pura basura eso del sexo y el amor, lo creyó hasta que se enamoró de Alec y, de pronto, lo insignificante lo fue todo.

Luke y Jocelyn los recibieron en la entrada, sonriendo como una pareja feliz a punto de dar el sí. El salón donde se llevaba a cabo la fiesta era un viejo galpón con el exterior deteriorado, sin revestimiento y hasta con huecos en algunos lados, pero la ornamentación interior que pudo ver desde su lugar en la entrada, lo cambiaba todo. El suelo fue sustituido por placas de metal pulidas, obsequiando el privilegio de verse reflejado en él como si de un espejo se tratase. De las vigas colgaban pequeñas luces blancas que brindaban formalidad y calidez y sobre estas extendía el techo traslúcido con una vista increíble al cielo estrellado.

Ezra observó de soslayo hacia la derecha, donde Alec caminaba. No se tocaban, ni siquiera por casualidad. Si Alec fuera otra persona posiblemente estaría preocupado, pero lo conocía muy bien como para saber que no era de la clase de novio que le tomaría la mano para caminar. Y si lo hiciera sería Ezra quien se apartaría. Lo notaba incomodo en traje, negro al igual que la corbata y una camisa blanca contrastando la tela oscura. Cada tanto jalaba las mangas en un intento de alargarlo, tal como solía hacer con su ropa ordinaria.

—Entonces... así es como luce una boda —comentó Alec, tras pillarlo observándolo—. Nunca antes había asistido a una.

—Tampoco yo —musitó de regreso y se hizo el silencio.

—Cuando estábamos es Londres —comenzó Alec, sin verlo—, Carstairs tenía una chica en su habitación.

—¿Una chica? —indagó Ezra, abriendo mucho los ojos. Se le escapó una risa—. ¿Quién era?

—No lo sé, no pude verla. Sé que era una chica porque él actuaba extraño y parecía muy concentrado en que yo no viera dentro de su habitación.

Ezra levantó las cejas y se volvió hacia su novio.

—¿Crees que sea Millicent?

—No lo sé, lo dudo.

La habitación pareció iluminarse cuando Isabelle los sorprendió, plantándose frente a ellos. Vestía un deslumbrante vestido rojo. Siempre se veía bien.

—¡Hermano!

—Izzy —saludó el ojiazul con su característico tono de voz. Todavía le guardaba rencor por interrumpir su momento.

—Hola —replicó Ezra.

Isabelle seguía siendo todo un tema. A duras penas intercambiaban un par de palabras, en su mayoría sobre Alec, cosas al azar que él hacía y a ambos le molestaba. Pero solo era eso. No eran amigos.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora