Capítulo veinticinco

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NUNCA SE ESTÁ PREPARADO PARA LA GUERRA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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NUNCA SE ESTÁ PREPARADO PARA LA GUERRA
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─Daphne no era precisamente objetiva cuando hablaba de su vida privada, de hecho no lo hacía. Sé que tiene un departamento en Brooklyn porque fue ahí donde siempre la encontré y sé por Magnus que no tiene madre, que ella murió cuando era pequeña o algo así ─concluyó Ezra, frotándose un brazo en busca de calidez pese a que no hiciera frío allí dentro. Londres era una ciudad mucho más fría que Nueva York pero en lo que al instituto se refería era mucho más cálido.

Kaleem asintió con los labios apretados y la vista fija en sus manos, pensando, analizando, intentando buscar una respuesta en las palabras de Ezra. Sabía que estaba siendo sincero.

─Te lo agradezco —le agradeció con sinceridad.

En lo poco que lo conocía, nunca lo notó nervioso o con otra expresión en el rostro que no sea pacífica. Tenía la mente lejos de donde estaban, tenso de la cabeza a los pies. Le molestaba que él saliera perjudicado por no tener las pistas o los fundamentos necesarios para brindarle información a la Clave, a quien servía desde muy pequeño. Ezra estaba siendo sincero, no conocía nada de Daphne, mas podía asegurar que no fue ella quien terminó con la vida de los Hermanos Silenciosos, o bueno, eso quería creer.

─Me gustaría poder ayudar, pero es todo lo que puedo decir, todo lo que sé —lamentó, sintiendo culpa aunque no fuera su culpa, menos aún su responsabilidad.

La conversación se opacó por un ensordecedor grito que invadió la habitación a un volumen tan alto que a Ezra le dolieron los tímpanos. Era el grito de una mujer y aullaba como si le hubieran extirpado el corazón con la mano, sin anestesia.

─¿Jessamine? ─masculló Kaleem, ante el aturdimiento, implantando preguntas en la cabeza de Ezra. Enseguida se puso de pié empujándose con ambas manos sobre el escritorio.

¿Quién es Jessamine? se preguntó, atento a los movimientos de Kaleem que rodeaba el escritorio y lo levantó de su asiento.

—Ven conmigo. Necesitamos armas —anunció en voz alta para hacerse oír por sobre el grito y salió del despacho todavía arrastrándolo del brazo.

Corrieron por el corredor del segundo piso.

—¿Qué está pasando? —cuestionó Ezra, siguiéndole el paso, confundido y al no obtener palabras, también asustado. Más allá de cubrirse los oídos el grito se filtraba por la piel de su mano y le penetraba el oído.

Siguió a Kaleem hacia un cuarto, justo frente a la sala de entrenamientos y bastó entrar para darse cuenta que era la sala de armas. Lo vio abrir un baúl pintando con runas doradas y sacar una espada de mango caoba y filo plateado, casi tan brillante como el adamas.

—Es una advertencia. Nos avisa que alguien quiere entrar al instituto, alguien que no tiene que entrar —explicó él, respondiendo su leve cuestionamiento. Se equipó con dagas, que ocultó en los compartimientos de su cinturón y le entregó un cuchillo—. No creo que sean amigos, de ser así hubieran llamado a la puerta —prosiguió saliendo del cuarto.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora