Capítulo treinta y seis

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PROMESAS A CUMPLIR▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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PROMESAS A CUMPLIR
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El portal iluminaba con un brillo intenso, cercando un camino de luz ante la multitud de nefilim y habitantes del submundo dispuestos a pelear por la paz. Cada uno escogió su propio compañero de batalla y luego hicieron dos grupos. Los que cruzarían el portal y los que se quedarían defendiendo la ciudad, cuidando de los más pequeños. Por supuesto, Alec se salió con la suya y logró convencer a Erik de que Ezra debía quedarse. Estaba conforme, era quedarse y defender la ciudad a nada. Paso por paso.

Por entre la multitud, William se abrió paso dirigiéndose a Ezra y lo abrazó de imprevisto. La escena cargó miradas curiosas, nadie conocía a ese muchacho —ni siquiera Ezra— y pocos sabían del nuevo Herondale que salió debajo de una roca.

—Padre, lo siento mucho, siento todo lo que he dicho y lo que ha pasado —se disculpó William.

Ezra abrió grandes los ojos. De soslayo, se aseguró que nadie hubiera oído que un muchacho de dieci-tantos lo llamó «padre» delante de todo la ciudad. Pero, por sobre todas las cosas, se aseguró de que Alec no esté cerca para verlo con él. Entre tanto traqueteo no contó con la oportunidad de hablar sobre William... sobre ninguno de los dos que existían en el mundo.

—Ay, por el amor de Dios, cierra la boca —replicó entre dientes. Observó que sobre su hombro sobresalía el mango oscuro de una espada. Una espada que vio antes en algún lugar—. Entonces vas a pelear...

William asintió.

—¡Es hora! —espetó un hombre de cabello canoso, guiando a todos los nefilim a cruzar el portal ante ellos.

Cada luchador caminó con su compañero y juntos atravesaron el portal, unidos por una única runa en el mundo que les permitía fusionar sus poderes. William se escabulló entre las personas y saltó a través del portal de luz, dejando a Ezra con las palabras en la punta de la lengua.

¿Qué iba a decirle? No confiaba en él, todavía no daba por hecho las cosas que le contó, las visiones que le enseñó. Eran algo muy borroso y turbio para que pudiera poner su confianza y su corazón. Y Ezra era todo corazón. Solo que no estaba allí, todavía.

—Hazlo rápido, nefilim, tenemos que irnos —sugirió Magnus Bane, por detrás de él.

El corazón de Ezra se detuvo. Si Magnus estaba allí, significaba que Alec también. Ellos estaban juntos, luchaban juntos. ¿Cuánto tiempo estuvieron ahí? ¿Escucharon algo? Miró por detrás del brujo, Alec no lo miraba, tenía la vista clavada en el portal donde William se escabulló un segundo atrás. Claro que lo había visto. El pánico se apoderó de las manos de Ezra y tuvo que cerrarlas en dos puños.

—Bien, te espero del otro lado, Alexander —bufoneó Magnus y cruzó la luz.

Alec suspiró, meneó la cabeza y luego bajó la vista hacía Ezra. Había desconfianza en esos ojos azules.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora