Capítulo nueve

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CRUEL REALIDAD▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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CRUEL REALIDAD
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Alexander dio una vuelta en su lugar, procesando la situación, analizando que hacer; se repasó el cabello con ambas manos, despeinándolo por completo. Ezra, que se encontraba en silencio justo frente a él, notó que parecía un psicópata y de alguna manera se sintió culpable por todo el caos que su confesión trajo a la vida de todos.

—Si Michael Wayland es el padre de Jace... eso te convierte a ti en su hermano —comenzó diciendo el ojiazul, tomó una bocanada de aire y exhalo—. Por el ángel, no creo que pueda procesar esto. Nunca.

Tampoco yo, concordó Ezra y por primera vez pensó en qué diría Jace cuando sepa la verdad. Después de todo el drama y la sobrecarga de información, nunca se detuvo a pensar sobre la posibilidad de tener un hermano. Una posibilidad que ahora era un hecho. Ni siquiera estaba seguro de si le agradaba el tal Jace.

Haciendo sus pensamientos a un lado, volvió a centrar la atención en Alexander, lo vio caminar hacia la ventana y sacar la cabeza por esta.

—Creo que deberíamos volver —sugirió, mirando hacia algún punto en la calle—. No es seguro estar aquí cuando caiga el sol. Podemos seguir la conversación luego, cuando estemos en el instituto.

Ezra sabía que no lo decía en serio, que una vez se encuentren en el hogar de los nefilim, Alec sería el mismo antipático que era cada vez que sus hermanos estaban cerca. No entendía que cambiaba cuando estaban solos.

—¿Tengo que ir contigo? —preguntó en un susurró.

Se volvió hacia él. Analizó la pregunta con una mueca en los labios y después asintió sin presentar argumento. Ezra tampoco protestó a su respuesta, no tenía ganas de pelear y pese a que le costaba admitirlo en voz alta, comenzaba a temer al padre de Clary, Valentine.

—Bien —aceptó y suspiró—. Iré por algo de ropa.

Poco tardó en recoger varias prendas en un bolso. Incluso, aunque fueron apenas unos breves minutos, su mente no dejaba de dar vueltas, de pensar, de hacer preguntas, pues no cabía lugar para otra cosa. Decepción, tristeza, rencor eran algunos de los sentimientos que le estrujaban el alma y odiaba no poder echarse a llorar acurrucado en su cama sin que alguien golpee la puerta de la habitación cada dos minutos. Pero entendía que si quería respuestas concretas, los nefilim eran los únicos que podían ayudarlo.

Se colgó el bolso al hombro y fue a la sala donde Alexander lo esperaba apoyado en la mesada. Él hizo un gesto con la cabeza y lo siguió en silencio, como un perro faldero, algo que detestaba hacer.

Mientras descendían por la escalera, pudo escuchar una conversación en la planta baja.

—Lo siento, Adam. No creo que Ezra pueda atenderte ahora mismo —decía Amelia con voz arisca. Aquella mujer de cabello castaño y ojos cafés llegó a su vida antes de que pudiera recordarlo, era bueno con él y su padre, pero no con el resto de las personas. No conocía si tenía familia, o algún ser querido, porque nunca hablaba de ello. Solo era Amelia y ya.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora