Keldarion sujetó mejor a Legolas cuando volvió a tropezar. Se notaba el dolor y la incomodidad que llevaba soportando todo el trayecto. Sus heridas no se cerraban y la sangre le goteaba por las piernas, pero no había nada más que Keldarion pudiera hacer para disminuir su dolor, excepto abrazar su cuerpo tembloroso.
El príncipe mayor también se estremecía de frío por no llevar la camisa puesta, pero el temblor de Legolas no se debía solo al frío. Keldarion le frotó el brazo para intentar darle algo de calidez, y eso hizo que el elfo más joven se pegara más a él.
Volvieron a llenársele los ojos de lágrimas a la vez que aumentaba su preocupación por el continuo silencio de su hermano. Legolas no había dicho ni una palabra desde que habían salido de la sala de tortura, ni siquiera había hecho un sonido. Era como una muñeca vacía y sin vida. El shock no le dejaba hablar, y para horror de Keldarion, su brillo se desvanecía ante sus ojos.
Entonces vio cómo los hombres miraban a su hermano.
"¡Dejad de mirarle!" –gritó, furioso.
Jongos y sus hombres se echaron a reír.
"Es tarde para la advertencia, su alteza. ¡Ya hemos visto todo de él!" –gritó Jongos, aullando de risa.
Legolas se encogió y escondió la cara en el cuello de su hermano. Keldarion maldijo una y otra vez. Maldición. ¡Los mataré a todos!
"Di, elfo, ¿no estamos cerca todavía?" –preguntó Jongos, mirando el oscuro bosque que los rodeaba.
Keldarion llevaba dos horas indicándole el camino hacia las Montañas Nubladas.
"Solo falta una legua. Llegaremos pronto a la cueva de los enanos" –dijo el príncipe, con los dientes apretados de rabia. Había elegido ese camino a propósito para llevarlos hacia los enanos.
De camino tendrían la posibilidad de escapar. Keldarion recordaba que había una cascada justo delante al pasar por un recodo del camino. Ésta caía sobre la senda y tras ella había una cueva por la que tenían que pasar y en la que los hombres tendrían que desmontar por el bajo techo. Todos lo hicieron y con esa pequeña distracción, Keldarion le susurró a su hermano.
"¿Confías en mí?"
Legolas levantó la cabeza para mirarlo a los ojos y asintió lentamente. Keldarion miraba la cascada a la vez que se adentraban en el túnel. Era como una preciosa cortina líquida, pero los elfos no tenían tiempo para admirar la vista.
Legolas asintió otra vez, comprendiendo el plan y esperó a la señal.
"¡Ahora!" –exclamó Keldarion antes de entrar en acción.
Tras sujetar a su hermano contra su cuerpo, saltó a través de la cascada, llevándose a Legolas con él y luego cayeron unos treinta pies... directamente al río. Estuvieron a punto de separarse por la corriente, pero Keldarion no se atrevió a soltarlo. Legolas era buen nadador, pero en su condición no podría hacer mucho.
Los humanos gritaron desde la cueva, alarmados, pero sus voces se desvanecían mientras los hermanos eran arrastrados por la corriente. Con un brazo alrededor del pecho de Legolas, Keldarion intentaba mantenerse a flote. El río los llevaba directamente al territorio de los enanos. Cuando estaban a una buena distancia de sus captores, el príncipe nadó hacia una orilla.
Los dos salieron del agua para luego colapsar, jadeando para recuperar el aliento. Los sonidos de la noche podían oírse claramente: los grillos cantando, el viento soplando entre las hojas, el aullido de un lobo... Era el sonido normal del bosque, tranquilo y misterioso.
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Trauma
FanfictionLos príncipes del Bosque Negro son capturados por un grupo de mercenarios. Los hermanos no revelarán el secreto que han jurado proteger... sin importar cuán inhumana sea su tortura