Capítulo 6

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Nada más oír que habían visto venir a sus hijos, Thranduil salió corriendo por la puerta principal y suspiró, aliviado, al verlos andando. Si pueden caminar están bien, ¿no? Pero luego su sonrisa se desvaneció al verles las caras. ¡Valar! Algo está mal. ¡Algo está muy mal!

Los hermanos eran escoltados por la guardia del reino, pero éstos los seguían a pie. ¿No deberían haberles ofrecido sus caballos? ¿Por qué en vez de eso todos vienen andando? Thranduil estaba cada vez más inquieto, sobre todo al ver cómo temblaba Legolas.

"Padre" –Keldarion no supo qué más decir cuando llegaron hasta él y Legolas solo lo miró en silencio.

El rey se obligó a concentrarse y les dio órdenes a los sirvientes para que llevaran medicinas y agua caliente a las habitaciones de los príncipes. Con un brazo alrededor de Legolas, Thranduil los condujo al piso superior del palacio. Tras dejarlo en su cama, Keldarion insistió en quedarse a pesar de las protestas de su padre.

"Padre, no estoy herido. No necesito atención médica –se quitó la manta y le mostró su piel intacta-. Es Legolas quien tiene que ser atendido... pero no por los sirvientes. Padre, por favor, diles que se vayan."

Thranduil lo hizo a regañadientes, después de que trajeran el agua caliente, toallas y algunas medicinas. Los tres miembros de la familia real se quedaron solos cuando se cerró la puerta.

Legolas estaba tendido en su cama con los ojos abiertos. Seguía consciente, pero parecía sin vida. Thranduil miró a Keldarion en busca de respuestas, pero su hijo mayor solo sacudió la cabeza y sacó la piedra manyan.

El rey se sentó en la cama y le quitó la manta. Al principio se sintió aliviado al no ver heridas en su piel, pero entonces se le aceleró el pulso al ver que su hijo más joven estaba casi desnudo, con las caderas cubiertas por la túnica de Keldarion y que varios rastros de sangre recorrían sus piernas.

Thranduil volvió a mirar a su hijo mayor, con los ojos como platos, incrédulo. Por favor, no me digas que ha sido... Keldarion cerró los ojos y asintió, confirmando sus peores temores.

El rey quiso gritar de rabia con todo su ser, pero se contuvo a duras penas. Estuvo cegado de furia durante casi un minuto entero, a punto de perder el control sobre sus emociones. ¡No! ¡Mantén la calma! ¡Han pasado un infierno y debes ser su ancla! ¡No ahora, Thranduil! ¡No ahora! Respiró hondo, luego se giró hacia su hijo menor y le apoyó la cabeza en su regazo.

Keldarion ya había puesto la piedra manyan en un vaso de agua. Apoyó el borde en los labios de Legolas y le dijo que bebiera. Legolas se lo tomó sin protestar, como una marioneta. Cada vez más preocupado, el rey le acarició el pelo mientras Keldarion atendía gentilmente la herida de su hermano.

Legolas no pudo evitar llorar de humillación. Se repetía mentalmente: Es mi hermano y mi padre. Me conocen desde siempre. ¿Pero entonces por qué me siento tan sucio? Las lágrimas le resbalaron por la mejilla, humedeciendo la ropa de su padre.

Cuando se estaba quedando dormido, Legolas gritaba mentalmente. ¡Quiero morir! ¡Mandos! ¡Llévame ahora! ¡Sácame de esta pesadilla!

 ¡Quiero morir! ¡Mandos! ¡Llévame ahora! ¡Sácame de esta pesadilla!

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