Diecinueve (Capítulo Final)

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La simple arma estuvo a punto de rozar la suave piel de Star, pero Marco agarró a Jackie del vestido, frenandola.

- ¿Marco, que mierda contigo?- Dijo Tom con sorpresa.

- ¡Marco, dejame! - Chilló Jackie. Star parecía no importarle la situación, ya que le importaba más sus pensamientos que la bronceada que chillaba al lado suyo.

- ¡Ibas a matar a Star!- Exclamó Marco ciertamente ofendido.

- Sí, ¿y?

- Marco, cállate - Dijo la quebrada voz de la rubia de cabellos largos- Deja que me maté.....

- ¡No! ¡No digas esas cosas, Star!

- Marco - Dijo Tom en un suspiro, dando a entender que se aguantaba las ganas de gritarle varios improperios al nombrado- ¿Por qué te molesta el hecho de que esta chica muera? A nadie le beneficia su existencia.

- No sé, sinceramente.... Supongo que tengo cierto apego a ella, aunque esa conexión este formada de resentimiento....

Jackie, harta de la conversación que entablaban los chicos, apuñaló a Star en la espalda repetidas veces sin importar que opinase Marco. El cuerpo de Star no reaccionó de ninguna forma, aparte de un único y fuerte espasmo con la puñalada mortal.

El mestizo no sabía como reaccionar ante esto. Tom se fue corriendo a su habitación a buscar cosas.

- Voy a salir- Pronunció Jackie inexpresiva sujetando el cuchillo ensangrentado.

- ¿¡Qué!? ¡Jackie, eso es técnicamente un suicidio! ¡Afuera están los realistas!- Exclamó Marco muy alterado.

- Alguien les debe decir que Star Butterfly está muerta.

Tom bajó con mucha rápidez las escaleras con varias maletas y bolsas.

- Marco, agarra la mitad de éstas cosas. Nos iremos de esta casa ahora ya.

- ¿¡De qué hablas!?

- Sólo vamos- Gruño entre dientes mientras le agarraba la muñeca.

Ambos salieron por la puerta trasera con una rápidez inimaginable, aunque esto no inmuto a Jackie que caminaba majestuosa hacia el portón y lista para atacar a los elegantes que estaban allá afuera. No le importaba morir, sólo quería cobrar venganza ante los que la desprestigiaron.

El viento de ese día era potente, clásico de un día otoñal. Marco corría por que sí, no sabía adonde le dirigía su amo.

Se dió unos segundos para admirar como el viento elevaba los cabellos de Tom, eso combinando con la seriedad en la que miraba hacia la costa, provocó una extraña alegría en él. Cuando volvió a la realidad, aceleró su paso ya que se estaba quedando atrás.

Cuando al fin llegaron al puerto, estaba el mismo barco en el que Tom había ido por armas esa noche. Se acercaron a él y se subieron como sí nada.

- ¡Capitán, nos debemos ir de inmediato!

El Capitán dió un gesto de aprobación y puso el barco a marchar. Con ese leve pero notable movimiento, Marco se exaltó aún más.

- ¿¡Adonde vamos!? ¿¡Qué está sucediendo!?

- Primero, calmate.- Espero a que Marco pudiese inhalar y exalar por unos segundos- Ahora, es muy peligroso para mi como líder de esto quedarme acá, así que iremos a Europa con nuevas identidades.

- ¿¡Qué!? ¡Se supone que un buen líder debe acompañar a sus soldados!

- Ya lo dije, yo soy más bien cerebro.

- Haciendo eso no te darán ningún merito.

- Tal vez sí, tal vez no. Realmente no me importa si quedo en la historia o no, sólo me importa estar en paz conmigo mismo al hacer algo riesgoso, pero que muchos agradecerán en el futuro.

Marco de limitó a mirar hacia el horizonte, pasaron muchas cosas de forma tan rápida que no lo pudo digerir. Sacó la campana de su bolsillo, analizandola.

"Así que me traiste mala suerte ¿eh?"

- Cuando me explicaras porque esa campana es especial- Dijo Tom entre pequeñas risas. No eran risas burlonas, si no más bien que se intentaba desahogar y aprovechaba en centrarse en cualquier cosa no negativa.

- Pues es una superstición. Yo no creo en ellas, pero en un momento de mi vida pensé que sería algo útil. Al parecer si lo fue, pero de una forma extraña.

- ¿Tan simple como eso? Pensaba que era algo mucho más estúpido como para darte vergüenza.

- Es que tenía miedo de que te burlaras.....

- ¿Me tienes miedo?

- Antes lo tenía, pero ahora te veo mucho más cercano, ya que puedo entender tus extrañas ideas.

- Gracias. Antes pensaba que eras un sirviente como cualquiera, pero descubrí que eres alguien especial.

Hubo un breve silencio. Marco admiró que el puerto se veía muy lejano.

- ¿Y la campana funcionó? - Preguntó su acompañante.

- Creo que sí. Justo cuando la compré te conocí como el hombre grosero que irrumpe tiendas en caballos. Y conocerte me llevó a situaciones curiosas, como te has dado cuenta.

- Entonces esa campana funcionó.

- Sí, aunque no entiendo como.

- No sé, tal vez yo sea un demonio que es invocado al tocar una campana- Dijo en tono bromista. Marco río.

- Oye, te debo confesar otra cosa

- ¿Qué?

-.... Me pareces atractivo.....- Dijo voz bajo mirando a su suelo de madera con algo de temor a la reacción que el otro tendría.

- Lo sé

- ¿En serio me respondes tan natural?

- En el Inframundo estas cosas son normales - Dijo como si nada. Marco río otra vez, pero incómodo.

Hubo otra vez un silencio incómodo,  así que Marco decidió revisar sus hojas que guardaba en su bolsillo y Tom empezó a escribir cartas a su ejército para mandarlas de inmediato cuando llegase a tierra .El mestizo leyó las tan apreciadas hojas, eran aburridas. A excepción de una.

- Oskar....- Murmuró con la hoja en mano.

- Yo escribí eso- Añadió Tom, señalando con la pluma que llevaba a mano.

-..... Ahora todo tiene sentido

Marco tiró las hojas hacia el mar, no eran muy útiles. Observó la campana, no sabía que hacer con ella.

- La campana no es mala, no la tires- Dijo el acompañante. Respondió a ello con una sonrisa.

Tan natural como las olas que chocaban con el barco, se formó un silencio. Esta pausa, a diferencia de las otras, era tranquila y serena, no había nervios ni presión.

Como un profundo desea nacido dentro suyo, Marco acercó su rostro a Tom y le dió un suave y sigiloso beso en los labios. Tom acepto la acción, alargandola por unos segundos.

- ¿Q-que fue eso?- Dijo Díaz con alegría mientras toqueteaba su rostro

- Tu deberías saberlo - Respondió Kasai.

Ambos dieron una sonrisa cómplice y miraron hacia el mar que los llevaba lejos de casa.

No estaban especialmente felices, era muy difícil de ignorar las cosas que pasaban en el Virreinato, pero por lo menos sabían que no estarían solos.

FIN.









El Mestizo y El Demonio (Tomco) //AU// Donde viven las historias. Descúbrelo ahora