D O S

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La casa estaba sola, silenciosa.

Sara estaba acostada en su cama. Luego de los gritos de su padre, él solo había salido por la puerta junto con María quien le decía que no debió hacer lo que hizo.

Sara era incapaz de pronunciar algún hecho o lo que pasó meses atrás, le costaba y mucho... Pero su padre no lo entendía.

La noche anterior había encontrado el álbum de fotos de ella, en cada página se veía una foto de ella feliz, realmente feliz, con amigos, sola, en el bosque, en el mar, con su mejor amigo, con él...

Al verse como estaba actuando quiso mejorar un poco, antes era una chica muy sociable y alegre, amaba hacer reír a la gente, apoyarlas y ayudarlas, ¿y ahora? Ni ella misma se podía hacer reír, no podía ni siquiera hablar porque se rompía pero quería avanzar un poco, solo un poco y gracias a eso el avance de ella con María.

Estaba cansada, quería salir de nuevo, socializar, tener contacto físico pero sabía que su miedo era más grande que ella, sabía que no iba a poder.

(...)

Habían pasado ya dos semanas, dos semanas en las que Sara había avanzado un poco más. María lograba subirle un poco el ánimo pero lastimosamente este era bajado de inmediato por su padre diciéndole horribles cosas.

—Iri— la llamo Nora por su apodo, apodo que le había puesto gracias a que Sara veía un programa de pequeña, lo amaba y no se lo perdía ni un solo día.

—Humm— ella hizo un pequeño sonido para que supiera que la había escuchado.

—Lore y yo saldremos a caminar y tú psicóloga dijo que eso te haría bien— Nora de verdad quería que su hermana saliera, extrañaba la persona que era, antes ella y su gemela hicieron de todo para que ella hablara pero solo se perdía en su mente. —¿Quieres... Venir?

El nerviosismo se notaba en la voz de Nora, ¿por qué? No quería se rechazada por su hermana de nuevo y que tuviera que irse sin ella.

—Te compraremos un helado o lo que tú quieras pero...— al ver que su hermana pequeña no decía nada ella quiso hablar pero Sara la interrumpió.

—No nos alejemos mucho— susurro. Nora dio varios saltitos y aplaudió como una niña pequeña.

—Subiré a cambiarme, no cambies de opinión por favor—  Nora corrió por la casa gritando el nombre de su hermana gemela la cual estaba buscando con que vestirse.

Sara subió a su habitación para colocarse sus zapatos, estaba indecisa y con miedo, no estaba completamente segura de lo que estaba haciendo. ¿Y si entraba en pánico? ¿si luego de salir volvía a pasar lo mismo? Eran las preguntas que Sara se hacía, ligeramente movió sus cabeza y trato de no pensar más en ello.

Tenía que hacerlo, quería hacerlo...

Debía encontrar fuerza en si misma, volver a ser la persona que era.

Nora y Lore corrieron a la habitación de su hermana pequeña luego de estar listas, aún tenían la esperanza de que su hermana no hubiera cambiado de decisión.

—¿Nos vamos?— preguntó Nora al ver a Sara sentada en la cama, ella se levantó y asintió insegura.

Sara tomó un buso color vino tinto de su cajón y se lo coloco, frotó sus manos en su pantalón ya que estás sudaban como el infierno.

Bajaron las escaleras y caminaron hacia la puerta principal, en ese momento toda la confianza que Sara tenía en ella... Se perdió.

—No puedo— susurro y empezó a retroceder, sus hermanas hicieron que parara.

—Sara... Iri— dijo Lore —Te cuidaremos, lo prometemos— ella extendió su mano para tocar a Sara pero esta se alejó un poco, el dolor se vio reflejado en la mirada de Lore, algo que hizo que Sara se sintiera mal.

—Iri— Nora llamo su atención —Si no quieres salir, nosotras lo entendemos...— las gemelas se tomaron de la mano —Nosotros te apoyamos y solo queremos lo mejor para ti, pequeña— la voz de Nora salía en pequeños susurros, como si tuviera miedo de lastimar a su hermana menor.

—Solo... Necesito un segundo— Sara se trago el nudo que tenía en la garganta y se colocó la capota del buso.

Las gemelas se sorprendieron al ver a su hermana pasar por un lado de ellas y abrir la puerta, claro, con sumo cuidado.

Luego de varios minutos que Sara miro hacia afuera buscando algo, o más bien alguien, dió un pequeño paso fuera de la casa.

El viento golpeó su cara, y los pocos cabellos que quedaron fuera de la capota empezaron a pegarse a la cara de ella. Vio como los árboles se movían, como una que otra persona caminaba por la cera, eran imposibles de reconocer por todas las cosas que tenían en la cara o en su cuerpo gracias al frío que hacía, pero Sara, ella no sentía frío por el contrario se sentía bien. Se sentía bien volver a sentir el aire chocar contra tu cara, se sentía bien oír las hojas crujir, y no tenía miedo, por el momento se sentía un poco valiente.

—¿Vamos?— le pregunto a sus hermanas que la miraban atentamente.

—Si— dijeron Nora y Lore a la misma vez, haciendo que Sara sonriera un poco.

(...)

El chico de cabello castaño tomo la pelota de su perra y le silbo para que el animal negro llegará a él.

Amaba a Luna, su perra, era su mejor amiga y la que siempre lo acompañaba.

Salió de casa y camino hacia el parque con su pequeña amiga, o bueno pequeña solo era un apodo ya que Luna era una perra de raza grande y la mayoría de personas le tenían miedo.

Después de 15 minutos caminando, llegaron al parque, la mayoría de miradas se posaron en él, tal vez por su atractivo o por su mascota... Pero al fin de cuentas a él no le importaba ninguna de esas miradas.

—Ve por ella— dijo con voz gruesa, lanzó la pelota y Luna corrió detrás de ella, la atrapó y volvió con ella en la boca.

Así permanecieron varios minutos, hasta que la pelota fue lanzada más fuerte de lo normal y esta se perdió.

Luna corrió en dirección a dónde creía había caído la pelota, él la llamo pero esta hizo caso omiso y siguió corriendo.

Él no tuvo más opción que seguirla.

Ella Es Perfecta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora