Capítulo 11

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—¡Vete!—le grité al chico. No se movió—¿Acaso no entendiste? ¡Vete, a no ser que quieras terminar en la enfermería!

Miré a Annabeth, que miraba a la pelirroja con una cara de satisfacción. Rachel me miraba decepcionada, como si no se lo pudiera creer.

Intenté buscar una forma de explicarle a Rachel sin decirle nada feo a la rubia. ¡Pero vaya que no era bueno en esas cosas! Todo lo que se me ocurría era diciéndole cosas malas a Annabeth, y yo no quería eso, para nada.

—¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?! ¡¿CÓMO QUE TÚ NOVIA?!—estalló Rachel. Yo podía oír murmullos de mi futura novia diciendo: "mantén la calma, respira: inhala, exhala..."—¡¿ACASO NO VES QUE ESTA CHIQUILLA FEA...?!

Rachel no pudo continuar, Annabeth la interrumpió, igual de furiosa.

—¡¿CHIQUILLA FEA?! ¡YA QUISIERAS! Dime, Rachel—dijo bajando la voz, y acercando su rostro amenazadoramente al de la pelirroja. Su voz, a pesar de ser casi un murmullo, era incluso tal vez más desafiante que su voz cuando gritaba—, ¿te parece que una chica que: 1) Acaba de llegar y ya tiene a todos los chicos babeando por ella, y 2) acaba de llegar al gimnasio de su ciudad y ya superó a todos y está a la altura del mejor en esgrima y autodefensa, es una chiquilla fea? Yo no lo creo—Wow, no conocía esta faceta de ella. Hasta a mi me está dando miedo.

Annabeth respiró profundo, tal vez debatiéndose entre seguir hablando o pegarle una patada en la canilla. Eligió, por suerte, la primera opción.

—En cambio, tú, Rachel, ¿qué has logrado? Nada. Mantienes a la defensiva esperando que no te quiten a tu mejor amigo—se acercó aún más a ella y le susurró algo al oído. Rachel se puso pálida.

—Chicas...—dije con miedo—será mejor que nos vayamos. Olvidemos esto, ¿sí? Y, Rachel, hoy me iré en autobús.

Ella se fue corriendo, y casi pude ver que las lágrimas volvían a cristalizar sus ojos. Emprendí mi camino hacia el autobús, sin ver quién me seguía. Sentí como unos brazos me envolvían en un abrazo por mi espalda, unos brazos que, por alguna razón, reconocería en cualquier lado sin necesidad de mirarla a la cara.

-¿Annabeth?-

-Sí, soy yo. Muchas gracias por salvarme de ese idiota, eres el mejor chico que conozco, Percy.-

-No hay problema, por un momento creí que ese chico era tu nuevo novio.- Dije con una risa nerviosa y un claro sonrojo por sus palabras.

-¿Te pusiste celoso, Sesos de Algas?- Me contestó con una sonrisa pícara que nunca había visto en ella. Mi cara se tornó aún más roja, de ser posible.

-E-em. Y-yo...n-no...pffff. ¿C-cóm-mo? Bueno tal vez un poco...-Tartamudeé, muerto de vergüenza. Bajé la mirada y empecé a buscar una excusa para irme rápidamente de allí. Ella se rió e intentó darme vuelta, pero yo me alejé, sorprendiéndola.-Me tengo que ir, Annabeth, Adios.- Le dije apresuradamente y me subí al autobus que eligió ese preciso momento para llegar, para mi suerte.

Durante el viaje en autobus, me quedé pensando en lo que había pasado. Annabeth había tratado muy mal a Rachel, de verdad que no se lo merecía. Decidí tomarme un tiempo alejado de ambas chicas. Así, probablemente, dejarán de pelearse y yo podré pensar con claridad lo que quiero. Aunque esto implicara faltar a mis entrenamientos, cosa que nunca en mi vida había hecho, habían cosas que valían la pena sacrificar por una buena causa.

**

Al día siguiente llegué temprano a la escuela pero al llegar, no saludé a nadie, cosa rara en mí, ya que yo era una persona muy amistosa que saluda a todo el mundo en la escuela. Esperé a que sonara el timbre junto a mi casillero. Cuando al fin sonó, me apresuré a entrar y sentarme bien alejado de todo, en una punta del aula, por primera vez en mi vida, otra vez. Leo entró al salón con su típica sonrisa traviesa, que al verme se borró. Le hice señas para que se acercara, y él se sentó a mi lado.

-¿Qué ocurre, Percy?- Me preguntó en tono de preocupación, muy raro en él.

-Tienes que ayudarme, necesito evitar a Rachel y a Annabeth.- Le susurré como respuesta. Él abrió los ojos como platos y me dijo:

-¿Por qué? Percy...tú nunca haces estas cosas, ¿por qué lo estás haciendo ahora?¿Qué ocurrió para que sintieras la necesidad de hacerlo?-

-Es una larga historia, te explico luego. Por favor, ayúdame.- Le dije con mis ojos de foca bebe que siempre convencen a todo el mundo.

-Ugh, está bien. Pero que conste que no me agrada.- Se rindió. Sonreí y fijé mi vista en mis notas de la clase de Química, otra que me costaba a horrores. Escuché que Annabeth me llamaba, pero la ignoré y me puse a hablar con Leo como si nada mientras el salón se llenaba de alumnos. Justo cuando había conseguido llegar a nosotros para hablar, el profesor la llamó para que se sentara. "Gracias Profesora Smith, creo que nunca le agradecí por ser tan estricta con sus alumnos." pensé aliviado.

Creo que esta clase fue en la única de Química que presté atención en mi vida, y es porque Annabeth, desde su lugar, intentaba llamar mi atención, pero yo la ignoraba. Al terminar la clase, casi que corrí a la salida, y Leo, como gran amigo que es, distrajo a Annabeth para que yo pudiera huir.

En el almuerzo, me senté solo con Leo y comí muy rápido para que nadie me viera.

Así fue pasando el día, yo seguía evitando a Annabeth y a Rachel a toda costa, y a Leo se le unieron Nico y Will en mi ayuda, este último a regañadientes. Me sentía un poco mal al hacerles esto a dos de mis personas favoritas, pero de verdad estaba funcionando. Ellas no habían peleado ni una sola vez en todo el día y yo había tenido la oportunidad de ponerme a pensar en varias cosas, y hasta prestar atención en clases en las que nunca lo hago.

Cuando sonó el timbre de la última clase, suspiré de alivio y me apresuré a salir corriendo como alma que lleva el diablo. Llegué tan temprano que apenas estaba llegando el primer autobús del día. Me apresuré a tomarlo y me senté en un lugar en el que nadie de afuera pudiera verme. El autobús salió bastante rápido y agradecí a los dioses cuando ya estábamos en camino. Cuando llegó a mi parada, me bajé y corrí hasta mi departamento, incluso todas las escaleras, provocando que cuando llegué a la puerta, la cual cerré en mi espalda, cayera al suelo del cansancio. Mi mamá me miró extrañada, yo NUNCA llegaba temprano a casa, todos los días ocurría algo que provocara que llegara más tarde, así que esto era una gran sorpresa para mi querida madre.

-Percy, ¿pasa algo?- Me preguntó preocupada.

-Emm, no- Dije sin ningún tipo de seguridad.

-No puedes mentirme a mí, Percy. Soy tu madre, se exactamente cuándo me mientes y cuándo no.-

-Está bien, sí.- Admití.- Hoy no iré al entrenamiento tampoco.-

-¿Por qué?-

-No quiero hablar de eso ahora, perdón pero me voy a mi cuarto.- Dije nervioso. Salí corriendo de la sala hacia mi cuarto. Por suerte, mi madre no volvió a preguntarme sobre eso, solo vino a llamarme para la cena y después de eso me fui corriendo a dormir. Había sido un largo día.

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