1.

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No comprendía del todo bien lo que sucedía, era consciente de su situación y del dolor que todo le cauba, pero sin importar eso no podía creerse que aquello estuviera pasando.

Podían llamarle idiota.

Enamorado, entregándose sin cuidado alguno a un hombre mayor que poco después tuvo la osadía de confesar que estaba comprometido con su hermana... ¡Su maldita hermana, coño!.

—Señor, hemos llegado —informó una linda azafata mirándole con extrañeza—. Todos los pasajeros han salido ya, ¿Es que le ocurre algo?.

Se limitó a negar y dar un gracias mientras ocultaba como podía su vergüenza, todo el viaje lo había pasado dormido o pensando en todo. Las consecuencias de sus irresponsables actos, los problemas que le esperaban y, ¿Cómo no?, lo ridículo que se sentía.

¿Qué había ocurrido? Te estarás preguntando y sinceramente no te culpo, ¡Nuestro protagonista tampoco lo haría de poder decir algo! Pero es que el pobre estaba en shock. Para entender él infortunio que da inicio a esta historia deberemos retroceder unos tres meses...

S

e mantenía como podía alerta, atento a las incomprensibles palabras que el especialista en dormir personas –como le había bautizado hacia ya dos semanas atrás–, realizaba su buena obra del día, léase como ayudar a los pobres incautos que se habían visto presa del insomnio en los últimos días que no asistió a sus tutorías.

—Dios... ¿Por qué me haces esto a mí? —farfulló mientras luchaba contra el cansancio—. Cualquier excusa para salir de aquí me vendría de perlas...

¡Oh, cuanto se arrepentiría de aquel pedido!.

Nada más murmurar aquello el molesto rubio le miró, aquellos orbes azules fulminándole como si conociera lo que pensaba de él, como si supiera que estaba a dos segundos de golpear su cabeza contra el escritorio en un intento por mantenerse despierto.

Sin embargo, aquel irritante adulto no tuvo tiempo para reñirle y humillarle como ya le era costumbre.

Un calor abrazador se apoderó de su cuerpo y todas las miradas fueron hacia su persona, se sentía extraño, nunca antes había experimentado algo igual.

Era un ansía por algo y fue cuando recordó la advertencia que siempre le daba su madre antes de salir de casa. No había experimentado su primer celo hasta entonces y debía mantener siempre consigo aquellas píldoras supresoras.

Colonello no tardó en tomar riendas en el asunto, adelantándose a todos los alfas presentes y tomándole del brazo, con rapidez lo llevó hasta la enfermería donde sabía que estaría bien.

No era muy consciente de lo que pasaba en su camino hasta allí, demasiado ocupado en buscar una solución para aquella sofocante sensación, ¿Eran así como se sentían las ansias sexuales? Ahora entendía porque su hermana era encerrada bajo llave cuando le sucedía algo similar.

No fue consciente de sí mismo hasta que sintió que era empujado dentro de alguna habitación y la exclamación del docente dirigida hacia alguna persona –tomando en cuenta las intenciones del rubio tal vez sería alguien del personal médico–, como sea.

Desde el suelo escuchó un suspiro lleno de cansancio y olfateó lo que le pareció la más atrayente de las fragancias, una mezcla entre el café, la menta y él cigarro. Sí, siempre tuvo un gusto particular.

—Mira lo que tenemos aquí —escuchó decir al dueño de aquel embriagante aroma—. Nada más y nada menos que el problemático motorista.

Skull intentó mirarle molesto por el saludo y gruñirle en respuesta, sin embargo todo lo que salió de él fue una mirada anhelante y un gemido lastimero, hizo uso de todo su autocontrol para no saltarle encima.

Caminos entrelazados. (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora