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Después de su encuentro con el científico en Italia, el alemán sabía que debía hacer su próxima jugada, aun no entendía por qué su mejor amigo (sabiendo que él tenía una prisión de máxima seguridad dispuesta a acogerle y cuidarle como a cualquier otro preso de estos que quiere mucho), no había recurrido a su persona.

Le fastidiaba y mucho, pero en su rostro casi no se notaba, obligaría a su amigo a bautizar a su hijo como él.

Sería bonito ver a un Bermuda II en la familia de Skull, después de todo nombres como el suyo eran únicos.

Llegó a la mansión donde vivía, observó la venda que llevaba en el cuello y dejó salir un largo suspiro para luego quitársela.

Pura exigencia había en su linda y bonita vida, tanto que le gustaban sus vendajes...

Bajó del auto con la elegancia que le carcterizaba a alguien de su tipo para entrar a su dulce hogar,  caminó un rato hasta llegar al despacho que bien conocía y nuevamente suspiró.

Al entrar encontró a un hombre hablando por teléfono, se acercó a este para esperar que el mismo terminara su llamada evitando hacer muecas de impaciencia.

Señores, Bermuda el alemán tenía tolerancia 0% con eso de esperar.

Observó detalladamente al sujeto frente a él, analizando su peculiar cabellera albina y su kimono verde, que a la vista del alemán le quedaba muy bien y sin olvidar esos lentes que le fascinaban.

No somos fetichistas, es Bermuda quien lo es.

Cuando el sujeto terminó la llamada observó sonriente al joven frente a él.

—Bermuda.

—Kawahira.

El alemán rodeó el escritorio para sentarse sobre las piernas del alfa, enredando sus brazos alrededor del cuello de este.

¿Recuerdan la impaciencia? #SíndromeDeDeboSerTuPutoCentroDeAtención.

—Por lo que notó necesitas algo, ¿verdad, cariño?

Odiaba y amaba tanto esa maldita cara de arrogancia que ponía el alfa, además que lo conocía muy bien.

Era el síndrome y el interés, bonito, ¿verdad?

—Ciertamente —asintió con una sonrisa—. Quiero ir a Namimori.

El alemán dejó de rodear el cuello de Kawahira sin borrar su sonrisa, el alfa arqueó una ceja.

—¿Y qué obtengo a cambio?

Notó con diversión como el ceño de Bermuda se fruncía en muestra de su indignación, era divertido meterse con él.

—Eso es obvio, ¿no?

El indignado omega empezó a besar el cuello y el poco pecho descubierto del mayor escuchando uno que otro suspiro, complacido detuvo sus acciones para mirar al mayor con malicia.

El japonés suspiró derrotado sabiendo lo que su pareja esperaba, después de todo jamás podría ir contra su omega y eso bien que lo sabían ambos.

Que poco aguantaba, la verdad.

—Bien, me parece un buen trato —cedió con sus manos en las caderas del europeo—. ¿Eres feliz?

—Mucho.

El omega cerró el trato besando al mayor, está de más decir que todos saben lo que paso después en esa oficina...

Aunque si no lo saben no importa. ¡Usen su imaginación!

°


El chino caminaba en el centro de Namimori, es la única pista que el motorista le había dejado antes de salir.

Caminos entrelazados. (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora