Observo con nostalgia a través de la ventana de la habitación, aquel patio inmenso en el que solía jugar de niña, el pasto tan verde como se guarda aún en algún rincón de mi cerebro, las rosas rojas que se lograron salvar el día que aplasté el jardín con las llantas de la camioneta por culpa del maldito de Evan, ojalá lo estén golpeando en la cárcel, los colibrís se revolotean en el aire y las coloridas mariposas aletean de par en par, todo se ve tan fresco.
—¡SI! ¡FUNCIONAAA! —Los gritos de Oliver me sacan de mis pensamientos y volteo a verlo con intriga, está manipulando su celular. Levanta la mirada hacia mí y observo cómo sus ojos resplandecen con el color azul de la polera que lleva puesta.
—¿Qué? —pregunta, niego con mi cabeza sonriendo, él también arquea sus labios y se acerca a mi llevando sus manos a mi cintura juntando sus labios con los míos.
—Te ves preciosa —añade, entre besos.
—Tu igual —digo, guiñando un ojo, correspondiendo sus suaves y delicados besos.
—Osea... ¿Me veo preciosa? —enarca una ceja.
—¡Claro! ¡Pero yo soy la que mata la inspiración —lo rodeo con mis brazos y apego mi cuerpo a él, me gusta que esa fragancia suya se impregne en mi ropa.
—Tú siempre matas mi inspiración y yo no me quejo.
Un golpe en la puerta nos hace ver al mismo tiempo en esa dirección. Me separo de él depositando un último beso y él sonríe, esa sonrisa digna suya. Abro la puerta y ahí está Stefanie viendo hacia el pasillo, inmediatamente vuelve su mirada a mí. Siento una ola de ira recorrer mi ser al verle el moretón en la comisura de su labio. Ella observa mi gesto y donde están mis ojos puestos.
—No es nada —expresa —ya en unos dos días estará completamente curado ¿Ya te vas? —pregunta, intentando evadir el tema, si no lo hubiese denunciado en estos momentos estuviese camino a su trabajo a agarrarlo a golpes. Asiento con mi cabeza por su pregunta, se acerca a rodearme con sus brazos y correspondo su abrazo de la forma más efusiva que puedo.
—Sabes que puedes venirme a visitar cuando quieras y yo vendré más seguido —levanto el lado derecho de la comisura de mis labios intentando hacer una media sonrisa que no me sale.
—Alex, préstame tu celular que al parecer este aún está aturdido por el golpe —Oliver se acerca a nosotras y ambas vemos en su dirección —Hola Stefanie. ¿Cómo sigues?
—Bien, gracias —contesta, mientras saco el celular de mi bolsillo.
—La próxima vez piensa mejor lanzar tu celular contra la pared —hablo, viéndolo seriamente extendiendo mi celular hacia él.
—Fue tu culpa. ¿Para qué me descontrolaste? —me carcajeo y Stefanie nos mira frunciendo el ceño. Ahora recuerdo que ella está aquí y mejor no continúo.
Oliver comienza a hacer sus llamadas y luego de unos minutos ya estamos saliendo de la casa, no puedo evitar sentir nostalgia y mucho más cuando la abuela con lágrimas en sus ojos nos extiende un pastel que nos había preparado junto a unas donas, pastelitos, brownies... Ah! Abuelas... —suspiro —me abraza mientras suena su nariz en un pequeño pañuelo blanco.
—Si encuentras un muchacho guapo para mi en Nueva York me lo mandas —solloza, y aguanto una risa pero Oliver no puede y estalla en carcajadas haciendo que la abuela entre lágrimas termine riendo igualmente. Se abrazan y luego mi madre viene corriendo y se me abalanza haciendo que casi caigamos al suelo.
—Mamá —exclamo.
—Lo siento —la escucho sorber por la nariz.
—Mamá no es como que me vaya para siempre —Intento corresponder su abrazo pero me está asfixiando casi colgando de mi cuello.
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Esposa de mi jefe © (Borrador de la 1era edición - 2016)
Storie d'amoreAlexandra Carlin, es una chica recién graduada de la universidad, sin éxito en el campo laboral, es contratada por fin como secretaria del presidente de una revista de prestigio a nivel internacional, Oliver Anderson, un joven apuesto de 25 años, Ol...