Zero

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Siempre me pareció como que no encajaba. Cómo que era algún especie de extra-terrestre que por obligación había llegado a la tierra. Muy a pesar de que estuviera rodeada por un grupo diminuto y selectivo de amistades, no lograba sentir como que pertenecía a ellos.

Viví toda mi vida de niñez-adolescencia en Merrydale, Louisiana. Vengo de una familia que vivió toda su vida ahí y jamás han dejado sus terrenos, pero yo fui la única que decidió hacerlo.

Durante la secundaria, viví todo el período de tiempo como una adolescente normal, aún cuando me sentía inadaptada, no era una excluida. Iba a fiestas, salía con mis amigos, odiaba las matemáticas, me expulsaban de clases por reír y todo lo cotidiano que una adolescente debería pasar por la secundaria.

Recuerdo mi primer año de secundaria como el más aburrido de todos, ya que apenas comenzaba a experimentar aquella vida. Pero de repente, un chico nuevo llegó a la escuela en mi segundo año de secundaria. Todos sabían que era nuevo, ya que para tan pequeño pueblo, conocías todos los rostros y ver nuevos, era algo qué no pasaba muy a menudo. Al principio pensé que era casi tan inadaptado como yo, pero luego pude ver la personalidad explosiva, avasalladora y coqueta que en verdad tenía.

Fue por cosas de la vida que terminamos en el mismo grupo de estudio y nos volvimos amigos y a pesar de que yo tenía mi grupo de amigos consolidados, me encontré a mí misma pasando mucho tiempo con él.

Su nombre era Justin Bieber, el típico rompe-corazones cliché que existe en las películas y novelas. Sí, el chico con el que probablemente tropiezas, tiras tus libros y luego de un intenso choque de miradas, sonríen y se presentan, para luego terminar saliendo como la pareja ideal que durará hasta la eternidad, la cual nunca discute y tiene la vida perfecta, dos meses después. Increíble e imposible.

Justin y yo no éramos esa clase de mejores amigos que iban a todos lados juntos o se contaban todo o que hasta los confundían por novios. No, jamás fuimos eso. Nosotros éramos independientes y sí nos topábamos en algún lugar, era excelente, pero jamás nos llamamos o hablamos por mensajes para arreglar alguna salida. Fuimos unidos a un principio, pero luego el comenzó a ser el idiota adolescente e inmaduro y a mí no me gustaba pasar mucho tiempo junto a él. Sin embargo, fui la única que alguna vez conoció a su madre, o tal vez, la única que conoció la historia de su vida y familia.

No fue hasta que terminé la secundaria y dejé mi ciudad natal, que sentí que dejaba el único lugar al que sentí que pertenecía: a él.

Pude entender que mi hogar y pueblo no era un lugar que llenaba mis expectativas, tampoco lo eran mis amigos, pero aún cuando odiaba las actitudes de jugador en Justin, me sentía a gusto en su presencia y sentía que el era... Era mi hogar. Dejé Louisiana a la breve edad de dieciocho para estudiar en la universidad estatal de Portland en la carrera de derecho y perdí comunicación total con Justin. Jamás lo llamé, jamás me llamó, lo único que obtuve de él, fue un adiós cuando se entero que dejaba la ciudad.

Portland fue el primer lugar que sentí como un hogar, por primer vez en mi vida, sentí que encajaba en cualquier lugar de la ciudad. Durante la trayectoria de años, hice más amigos en Portland de los que hice durante toda mi vida en Louisiana, hasta incluso fui parte de una hermandad en la universidad: algo que jamás en mi vida pensé que sería parte.

No me gustaba admitirle a mi propia familia que Portland se sentía más como un hogar que con ellos, pero con el tiempo, lograron entender que no me sentía cómoda con mi ciudad natal. Luego de unos años, comencé a desear que mi familia pudiera viajar en una maleta junto a mí... Porque la verdad, es que ya no estaba tan feliz como solía serlo.

Fue hace seis años que el chico al que consideraba como un hogar decidió darme su apellido; porque así se siente a estas alturas, solamente estar con alguien que te dio su apellido para marcar su territorio.

Tenía veinticinco años cuando Justin y yo nos volvimos a encontrar en una cena casual de amigos míos. Para ese entonces, nunca pensé que aquel matrimonio que eran amigos míos eran amigos de Justin también o que Justin estaría en Portland. Fueron cosas del destino que nos volviéramos a unir, pero un año después yo estaba en el altar diciendo "Sí, acepto" con su mano encajando el anillo de oro en mi dedo.

La apariencia que tenía Justin en ese entonces era totalmente cambiada, sofisticada y madura... Pero debí tener en cuenta que las apariencias engañan; Justin no había cambiado en absoluto en cuanto a su personalidad, seguía siendo avasallador, coqueto y explosivo.

Luego del primer año de casados, pude entender que él conservaba sus viejos hábitos. Le gustaba salir y disfrutaba de la compañía femenina más que nada.

Recuerdo el dolor de su primera mentira, recuerdo el dolor en mi pecho cuando tuve que fingir que no sabía nada, que no había visto nada.

"¿Ella? No, ella es sólo una compañera de trabajo" salió de sus labios como un dulce disparo, justo en el corazón.

No fui lo suficientemente valiente como para atreverme a dejarlo ir. No pude pensar en la manera de empacar mis cosas e irme, escapar de un lugar que ya no se sentía como un hogar. Me forcé a mi misma en creer en sus mentiras y vivir en ellas; creé una vida infeliz y llena de mentiras, y ahora, seis años después, sigo viviendo en las mismas mentiras las cuales no soy capaz de enfrentar. Las cuales no soy capaz de enfrentar por miedo a la verdad y las consecuencias.

Mi nombre es Sienna Lewis-actualmente Bieber- y soy la esposa del neuro-cirujano más conocido en Oregón: Justin Bieber.

Mi nombre es Sienna Bieber, y junto a mi Esposo Justin Bieber, definimos el amor enfermizo. Somos la perfecta definición para un amor tóxico y dañino...

Un amor tóxico que no estoy dispuesta a dejar ir.

Lie to Me ➳ j.b #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora