Twenty One

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"Dilemma"

Conduje de vuelta a casa, con mis manos temblando contra el volante y llorando en silencio para que Zoe no se diera cuenta, pero ella lo hizo de todas formas y envolvió sus bracitos alrededor de mi asiento y llegó a mí.

Su gesto me hizo llorar aún más, me hizo darme cuenta de todo lo que la estaba haciendo pasar. No estaba dándole una familia, le estaba dando mentiras.

Mentiras que yo también comencé a creer...

Conduci por las calles un tanto vacías, ya que de seguro las familiar ya comenzaban a reunirse en las casas esperando a que este nuevo año comience.

Armé planes, resolví mi situación, solamente que no tenía la disposición. La respuesta y el fin a mis problemas era tan fácil, pero yo no podía hacerlo simple. Quería terminar el dolor, pero tampoco queria alejarme.

Sentía, en ese mismísimo momento, que todas mis heridas y cicatrices estaban abiertas, pero trataba de adormecerlas todas. Quería adormecer mis emociones, quería adormecer el dolor punzante y fuerte en mi pecho, pero parecía que jamás iba a desaparecer; parecía prolongarse por cada uno de mis huesos.

El sollozo que tanto estaba reprimiendo salió finalmente, después de haberlo reprimido casi todo el camino.

―¿Mami?―habló Zoe, pero fui incapaz de poder silenciar mi dolor. No pude articular ni una palabra.

Aferré mis manos al volante tratando de mantener la fuerza en mí, pero era como si tratara de sujetar el aire con mis manos. Me sentía débil, estaba ida y lo único que me mantenía cuerda era que estaba en un auto con mi hija y que debía velar por su vida.

Las ruedas del auto se deslizaban con el hielo de las calles y la nieve cada vez caía mas espesa en mi parabrisas, lo que resultaba ponerme más nerviosa de lo que ya estaba. Seguí llorando durante todo el camino y Zoe se mantenía tratando de hablarme pero no le dije nada, no quería decirle nada sabiendo que lo que pueda decir, sería muy literal para ella y difícil de entender.

Bloqueé mi mente por un corto tiempo hasta que llegamos a casa, dónde solamente me bajé del auto y
bajé a Zoe. Entré en silencio en la casa y dejé que mi hija me siguiera los pasos.

No tenía otra idea mejor que distraerme terminando la comida, por lo que me puse el delantal de nuevo y entré en la cocina. Encendí el horno una vez más y aliñé las ensaladas.

Las lágrimas seguían cayendo sin parar, tan así, que ya ni sentía que estaba llorando porque me había acostumbrado a la humedad en mi rostro.

Ya eran las nueve y media de la noche y había tenido que hacer todo yo, aunque Zoe trató de ayudarme, lo que necesitaba hacer estaba fuera de su alcance, ya que no sabe cocinar ni hornear.

La comida estaba hecha y había estado arreglándome junto a Zoe para la pequeña cena. Observé la nieve caer mientras alisaba mi cabello, también pendiente de mi teléfono en caso de que él llamara:

Llámeme tonta, una estúpida, pero en verdad seguía deseando que él llamara y me dijera: estoy por llegar, amor. No me explico por qué sigo insistiendo en esto, en esta relación que debiese terminar, no entiendo por qué sigo tratando de mantener el bote a flotando sí yo estoy tan rota y tan dañada por él.

―¿Cuándo llegará papá?―me preguntó mi hija

―Debe estar por llegar.― le mentí

Ella me miró con ojos interrogatorios por varios segundos hasta que se fue con Bossy corriendo por la casa. Oía sus gritos ensordecedores pero aún así no podía concentrarme en lo que estaba haciendo con tantos pensamientos en mi cabeza.

Miré mi teléfono para ver si alguna notificación estaba en mi bandeja, pero ésta estaba vacía y no sabía si debía preocuparme o enojarme. Lo había llamado quizás unas seis veces y lo único que podía oír de él era su contestador. Terminé con mi cabello y me quedé quieta en el borde de la cama, sin saber muy bien qué hacer. Observé la ventana sin pensar en nada más que él y ya estaba exhausta con tantas preguntas que surgían en mi mente.

En un arrebato, me harté y me levanté de la cama, me miré al espejo y bajé las escaleras. Zoe estaba en el suelo jugando con el perro y ella me miró apenas entré .

―¿Qué?―ella preguntó

―Cenaremos ¿Okay?

Tragué el nudo en mi garganta y di media vuelta para entrar en la cocina y comenzar a trasladar las cosas al comedor.

La sangre hirvió dentro de mí, pero al mismo tiempo sentí como mi corazón caía roto al piso. Estaba devastada, estaba cansada, quería dormir para siempre. Me sentí defraudada, me sentí decepcionada. Estaba rota, quería acabar con mi vida, quería acabar el dolor, pero ese pequeño cuerpecito jugando con el perro podía ser la única razón por la que estaba de pie y no derrotada en mi cama.

―¿Esta bien para ti que comamos ahora, verdad? Tengo mucha hambre y parece que papi no llegará ahora―dije, buscando la forma para convencerla.

Ella asintió y me sonrió―Sí, yo también tengo hambre.

Las dos caminamos a la cocina y calentamos las cosas en la estufa un poco para luego llevarlas a la mesa. Sentía las lágrimas picar detrás de mis ojos y  un nudo en mi garganta, el cual traté de ahogar con montones de agua.

Zoe y yo comimos en silencio. Traté de pasar las cosas por mi garganta, pero todo parecía darme asco. Me obligué a comer porque ahora comía por dos y debía recuperarme, aunque todo se viera mal en estos momentos.

 Traté de mantener las lágrimas en mis ojos, pero solamente comenzaron a caer sin permiso. Las limpié rápidamente, en lo que Zoe ya terminaba de comer. Ella me miró con sus ojos redondos, tratando de entender bien que ocurría.

―No te ves feliz, ma―ella me dijo―¿Por qué lloras tanto?

―Sí, amor, lo sé. No es nada.―le sonreí débilmente. ―Pero mami está cansada ¿Qué tal si vamos a la cama?

 Ella asintió y me estiró su mano para que la tomara. No me importó dejar las cosas en la mesa, solamente subí a la habitación de Zoe y la ayudé a quitarse su vestido para luego ponerse su pijama. Me acurruqué junto a ella en la cama y acaricié su cabello aguardando para que ella cayera dormida.

Ya lo había decidido, y no quería pensar en ello demasiado porque sabía que tarde o temprano terminaría convenciéndome a mí misma de que podríamos superarlo y que todo estaría bien. Me iré por unos días, quizás hasta que logre encontrar un apartamento para poder quedarme un tiempo hasta que vuelva a estabilizarme, pero ya no podía seguir con esto.

Llevaba un bebé dentro de mi y aquella criatura no merecía nacer en las condiciones actuales. Merecía un entorno sano, un entorno lleno de amor. No un lugar lleno de peleas, gritos, y sobre todo, un ejemplo que no quiero que mis hijos tengan.

Quiero que cuando Zoe sea adulta, tenga un reflejo de sus padres amándose todo el tiempo y una familia normal, feliz y normal. No unos padres que pelean a escondidas, tampoco quiero que tenga como recuerdo de su infancia que sus padres pasaban sus días gritándose el uno al otro. Quiero que recuerden a su padre como un hombre bueno, y aunque Zoe es muy pequeña aún para comprender bien la situación, llegará el momento en el que las dudas serán más grandes y no quiero que ella se entere de todo este asunto si es que decido seguir en esto.

Escuché la respiración constante de Zoe y decidí que ya era tiempo de tomar el primer paso. Debía comenzar a tomar decisiones para mi misma, pero tan sólo en pensar...

Pensar en estar sola me aterraba, no quiero eso para mí.

―Dios―lloré en silencio, sintiendo la respiración de Zoe disminuir.

¡Quiero poder ser fuerte! Quiero poder tomar la decisión de irme e importarme una mierda dónde llegaré a terminar, pero al menos estaré en paz. Pero cada vez que pienso en él, la duda me carcomía y me hacía quedarme.

Y no quería quedarme, pero no sabía  cómo irme.

Lie to Me ➳ j.b #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora