Cenicienta

Capítulo 3. Cazadores

Ambos estaban más que asustados, los rugidos de una bestia sonaban más cerca cada vez. Estaban paralizados del miedo, por lo que Abdías reaccionó y tocó el hombro de Cenicienta para que avanzara hacia los arboles lentamente para evitar que el animal escuchara sus pasos y podrían evitarlo por completo. Los rugidos se habían detenido, ambos se miraron con una sonrisa y un suspiro de alivio salió de ambos para que un fuerte rugido los aturdiera en donde se encontraban. Ambos dirigieron sus miradas automáticamente al frente para observar un enorme oso pardo levantado en dos patas frente a ellos.

La respiración de Cenicienta se agitó y quiso gritar ante la presencia del oso, pero Abdías le cubre la boca con la mano para que no lo haga, ya que el oso aún no se movía del lugar. Él se mostraba calmado y sumiso para evitar que ella se asustara más de lo que ya estaba. Abdías le hizo seña para que empezara a caminar con mucha cautela hacia atrás para alejarse del oso y parecía estar funcionando pero por desgracia, Abdías pisó una rama seca provocando que esta se partiera en dos y su crujido sonara un poco fuerte.

Cenicienta lo miró asustada y con un poco de rabia a la vez y él solo río con culpabilidad y vergüenza. El oso rugió mucho más fuerte que antes y cayó en sus cuatro patas, avanzó a gran prisa para atacarlos. Abdías al ver la actitud del oso abrió sus ojos en expresión de susto, tomó a Cenicienta por la mano y empezaron a correr por el bosque, mientras el oso los seguía sin parar.

Ambos estaban más que asustados, sus piernas tomaron más velocidad de la que pensaban que tenían. Entre la carrera Cenicienta cayó al suelo, por lo que se aterró mucho más y Abdías rápidamente la intentó levantar pero el oso estaba mucho más cerca de lo normal, por lo que se dieron por muertos, pero él se colocó sobre ella para protegerla esperando el impacto. La vida de ambos pasó en frente de ellos como ráfaga de viento.

No puedo morir así pero tampoco dejaré que ella lo haga

Pensó él rápidamente en aquello pocos segundos mientras cubría a la chica con su cuerpo para que el oso no la matase

No quiero morir, mi padre se decepcionará de mí cuando regrese de su viaje y sepa que escapé

Pensó ella recordando a su padre quien no tenía ni la menor idea del maltrato que recibía su hija en casa.

-¡AHHHH!- gritó ella al escuchar el rugido del oso justo encima de ellos, por lo que Abdías solo cerró sus ojos y pegó su cuerpo con el de ella con temor esperando lo peor

Ambos escucharon un fuerte golpe en el suelo y varias voces después de eso, algunas ordenaban, otras afirmaban pero todas sonaban con rudeza. Abdías se levantó un poco y miró a Cenicienta debajo de él, quien lo observaba sorprendida y asustada a la vez, un suave sonrojo empezaba a aparecer en su rostro y fue cuando se dio cuenta en la posición en la que se encontraba, por lo que sintió su corazón acelerarse de repente y una extraña sensación de nerviosismo apareció en él de repente, por lo que se levantó rápidamente y le tendió la mano a ella para ayudarla, a lo que ella aceptó con mayor confianza. Cenicienta sentía que su corazón empezaba a acelerarse de la nada, mientras una sonrisa que no quería borrarse se asomó en su rostro, sentía que sus mejillas se empezaban a calentar de más con la actitud del joven

Ambos colocaron su atención a su entorno y pudieron ver a varias personas que lanzaban flechas al oso mientras otros lo liberaban de las sogas con que lo habían atrapado, ahuyentando así al gran oso. Todos empezaron a gritar de felicidad por la victoria y ambos jóvenes sonreían al ver que les habían salvado la vida. Una mujer con porte fuerte pero a la vez delicada extendió sus brazos a ambos lados con brusquedad todas las personas callaron. Había siete personas que por su apariencia y actitud eran cazadores.